El cortometraje de Azadeh Deghani, ganador en la categoría micro-animación del We Art Water Film Festival 3, muestra con ternura cómo un desastre ecológico es un golpe emocional que deja una herida en la memoria.
La desecación del lago Urmía, similar a la del mar de Aral, es una lección que debemos aprender. La protagonista de Childish blue nos da una pista.
La desaparición de un lago es mucho más que una catástrofe ecológica, es un golpe emocional que deja una herida en la memoria. En Childish blue, Azadeh Deghani nos muestra a través de la ternura y sencillez de la mente infantil la cruda realidad de lo que hay más allá de la desaparición del agua: la pérdida de la vida, de la alegría y la llegada de una oscura amenaza para el planeta. Pero Childish blue es también un canto de esperanza y una pista a seguir: recuperar la sencillez de la imaginación infantil para concienciarnos, el objetivo es que vuelva la vida sin más. Tenemos recursos para ello; más abajo explicamos algunos.
¿Por qué desaparece el lago Urmía?
Cuando en 1977 la UNESCO declaró al lago Urmía y los humedales que lo rodeaban reserva de la biosfera, la extensión de la masa de agua salada era de 145 por 50 kilómetros. Ahora esta superficie se ha reducido alrededor de un 88% y el antiguo fondo del lago aparece reseco cubierto en gran parte por un blanco manto de sal.
En el lago vivía la artemia salina, un crustáceo capaz de vivir en concentraciones de sal de hasta 340 gramos por litro. Este crustáceo era el alimento principal para las aves migratorias que la protagonista del Childish blue dibuja en su cuaderno: flamencos, pelícanos, patos y garzas; todas ellas prácticamente ya han desaparecido.
Algunos científicos ya lo llaman el “síndrome del mar de Aral” (ver el documental Aral, el mar perdido de Isabel Coixet): la desecación acelerada de un lago que pierde su agua por diversas causas; las sequías debidas al cambio climático son una de ellas, pero las más importantes son las debidas a la mala gestión humana, quizá el ogro sediento que se lleva el agua en Childish blue. A este respecto, los expertos han señalado que:
- Durante las últimas décadas, las ancestrales plantaciones de cereal secano se fueron sustituyendo por las de frutales que necesitan mayor cantidad de agua y que han llevado a multiplicar por seis el número de pozos de la zona en tres décadas.
- El notable crecimiento de la industria en las ciudades ribereñas ha aumentando el consumo de agua dulce y su contaminación.
- La construcción de presas aguas arriba en los ríos que desembocan en el lago ha disminuido notablemente el aporte de agua.
- La construcción de una carretera de este a oeste, cuando a finales de la década de 1990 el Urmía se estaba desertizando, ha acelerado el proceso al cortar el flujo de agua proveniente de las zonas más profundas a las más superficiales que se han desecado así más rápidamente.
El cambio climático amenaza a Irán, pero no es la causa principal
Asia tiene unos 1.750 millones de hectáreas de tierra árida, semiárida y subhúmeda que constituyen un inmenso cinturón que se extiende desde la costa mediterránea al Pacífico. Existen crecientes procesos de desertificación en China, India, Irán, Mongolia, Pakistán, Siria y Nepal, y ya se ha detectado deforestación en las regiones montañosas de Laos.
En Irán, que es uno de los países más áridos, se secan unas 500 hectáreas de tierra al año. Pero según los expertos, el lago Urmía ha soportado sequías más severas a lo largo de sus milenios de historia. El cambio climático es una amenaza, pero la acción humana lo es más.
Un problema de difícil solución
La desecación del Urmía ha motivado varios debates en el parlamento iraní y recientemente el gobierno ha decidido poner en marcha un plan para tratar de recuperar el lago. Será el proyecto medioambiental más ambicioso del país, con una inversión prevista de 6.000 millones de dólares los próximos años.
El proyecto se basa, en primer lugar, en recoger la enorme cantidad de sal existente en la superficie desecada para frenar la salinización de las aguas subterráneas. También así se evitarían las nefastas ventiscas de sal que azotan periódicamente a la población ribereña y perjudican su salud y sus cultivos. El plan no contempla verter agua directamente al lago, como se intentó hace dos años, ya que se evaporaría y se mezclaría con la sal haciéndola inservible para regenerar las aguas subterráneas.
Paralelamente, se tratará de sanear las aguas freáticas aportando agua del río Aras, que discurre al norte del lago y desemboca en el Caspio. En invierno, el Aras lleva un excedente de caudal que puede rebajar la salinidad de los pozos que ahora están inutilizados.
Una de las acciones imprescindibles es la de cambiar los actuales métodos de irrigación, insostenibles por su alta tasa de evaporación, por los de goteo que aprovechan mucho más el agua. Para ello es preciso un plan de formación entre los agricultores y dotarlos de infraestructuras.
Un proyecto difícil, pero del que tendremos mucho que aprender. ¿Podrán volver las aves a colorear el dibujo del lago? Vale la pena intentarlo.