“Brasil es una gran paradoja en el mundo del acceso al agua: posee el 12 % de las reservas de agua dulce superficial del planeta, pero sus ciudades tienen los más graves problemas de suministro”. Marussia Whately, la coordinadora de Aliança pela Água señaló esta situación absurda que se da en el mayor país de Sudamérica en la tercera conferencia del ciclo Agua y metrópolis, organizado por la Fundación We Are Water y Casa Amèrica Catalunya.
En el Roca Barcelona Gallery, ante una audiencia conocedora de los problemas de gestión de agua que posee el país con más reservas, la arquitecta y urbanista dibujó con claridad la situación hídrica de Brasil. Whately desgranó también las causas de la reciente gran crisis de São Paulo que mantuvo en vilo a los más de 20 millones de habitantes de una de las 12 ciudades mayores del mundo.
Una crisis sin precedentes
En diciembre de 2014, los embalses de Cantareira, Alto Tietê y Guarapiranga, responsables del abastecimiento de agua de São Paulo y otras 62 ciudades del interior de su estado, llegaron a mínimos históricos, desencadenando en la gran urbe la peor crisis hídrica de los últimos 84 años. La falta de suministro afectó directamente a 15 millones de habitantes (las tres cuartas partes de su población) que sufrieron restricciones de hasta 12 horas diarias.
La falta de agua, provocada por una gran sequía de más de dos años, pilló desprevenidos a los operadores y la administración, y evidenció los graves problemas de gobernanza hídrica de la enorme ciudad. La agricultura y la industria, consumidoras del 40% del agua del Estado, tuvieron pérdidas millonarias y la población económicamente más débil sufrió las peores consecuencias. El acopio de agua en recipientes domésticos provocó una plaga de mosquitos que originó una epidemia de dengue que empeoró la situación llegándose a momentos de gran tensión que amenazaron con un estallido social.
La administración incentivó el ahorro de agua y se multó el desperdicio. La población reaccionó favorablemente y al cabo de un año llegaron las lluvias y la situación se recuperó en parte, pero ya nada volvió a ser igual en la gran urbe que se ha visto obligada a reaccionar y que ahora ve la amenaza del cambio climático más cercana y tangible.
Whately, una de las mayores expertas en gestión sostenible de los recursos hídricos, explicó las causas del desastre hídrico de la ciudad más poblada de Brasil. El crecimiento del casco urbano de Sāo Paulo se realizó sobre la cuenca de tres ríos que desaparecieron, obligando a crear embalses para la industria y el suministro. La mala gestión y la imprevisión no controlaron la contaminación ni el mantenimiento de las infraestructuras que llegaron a una situación insostenible aún no solucionada: “São Paulo pierde un 40 % de agua en la red de suministro. Es el equivalente al consumo de todo Río de Janeiro”, afirmó la arquitecta.
La paradoja brasileña
Brasil vive una situación conflictiva respecto al agua: gran parte de la población está concentrada en ciudades en el sudeste (São Paulo y Río de Janeiro) y en el nordeste (Fortaleza y Recife), zonas alejadas de la Amazonia, donde existen las grandes reservas. En 2016, 35 millones de brasileños no tenían acceso al agua potable y más de 100 millones vivían sin el saneamiento adecuado y sin ningún tipo de tratamiento de aguas residuales. Ese año, uno de cada tres municipios decretó un estado de emergencia debido a la sequía, la mayor parte en la región Nordeste.
Whately explicó detalladamente esta situación de desequilibrio hidrológico, sus raíces históricas, que se remontan a la época colonial, y cómo el desarrollo industrial reciente no ha hecho más que empeorar el acceso a los recursos creando una situación insostenible sobre la que se cierne la amenaza de un cambio climático que ya es evidente. “Ahora llueve menos y cuando lo hace es de forma más violenta- afirmó Whately – En un día llueve ahora lo de un mes, y luego tenemos periodos de larga sequía”.
La experta brasileña explicó la filosofía de la asociación que ella impulsó, Aliança pela Água, basada en los principios que ahora impulsa el Gobierno y la sociedad civil que se debaten también como en otras muchas partes del mundo industralizado en el dilema entre la gestión pública y privada. “En octubre de 2014, la crisis de São Paulo nos llevó a crear Aliança pela Água, una asociación compuesta por más de 60 organizaciones de la sociedad civil. Consideramos que el agua no es una mercancía, es un bien esencial y es un derecho humano. Todos los niveles de gobierno tienen responsabilidades sobre el agua y deben estar al servicio de la población”.
La arquitecta finalizó resaltando la importancia de la recuperación y protección de los ecosistemas de renovación de agua: “La gestión de los recursos hídricos debe ser global y es imprescindible erradicar la contaminación, la gran lacra que tiene Brasil respecto al agua”.
La crisis de Sāo Paulo desveló una situación de vulnerabilidad que presenta factores omnipresentes en la mayor parte de las ciudades del resto del país y que pueden hacerse extensivos a buena parte de las del resto del mundo nacidas del desarrollismo urbano: crecimiento desordenado, gestión insostenible del agua de la zona inmediata, mantenimiento deficiente de las redes de suministro, falta de tratamiento de las aguas residuales y gobernanza ineficiente, poco equitativa y alejada de toda previsión. Brasil reacciona y el planeta depende mucho de ello.