La sostenibilidad del saneamiento se entiende de formas muy dispares en el mundo en función de su disponibilidad y del uso que se haga de él. En los países industrializados, los que saben qué significa “saneamiento” asocian éste a un servicio basado en infraestructuras (desagües, alcantarillas y plantas depuradoras), y tecnologías de eliminación de residuos insalubres. Para estas personas la función higiénica del sistema es obvia, la mayoría no han visto nunca una alcantarilla y olvidan los residuos cada vez que se baldea el inodoro o se desagua el lavadero. Según la OMS, en 2015, 1.900 millones de personas, el 27 % de la población mundial, gozaba de este tipo de saneamiento basado en el ciclo integral del agua.
El mundo económicamente rico no se plantea la sostenibilidad del saneamiento en términos de tenerlo o no. Se la plantea en términos de mayor o menor beneficio económico y en función de la no agresión al medio ambiente. En general la sostenibilidad, en el mundo industrializado, se asienta ahora en los postulados de la economía circular, la que va a garantizar generar valor de los residuos utilizando energías renovables y mantendrá inalteradas las aguas de ríos, acuíferos y mares.
Hay otro mundo sin alcantarillas, ni estaciones depuradoras. Es el mundo de las letrinas, las fosas sépticas y los pozos negros, cuyo buen funcionamiento permite a sus usuarios beneficiarse de una norma higiénica básica: no entrar en contacto con sus heces. Son los que según ONU Agua disponen de un saneamiento “gestionado de forma segura”, que no se comparte con otros hogares y donde los excrementos se eliminan in situ o se transportan y tratan fuera del sitio gracias a sistemas de sifón con descarga o inodoros para la elaboración de compost de funcionamiento eficiente. En 2017 estos eran unos 3.475 millones, el 45 % de la población, entre los que se incluyen los privilegiados del mundo económicamente fuerte que usan alcantarillas y estaciones depuradoras.
Los que no tienen saneamiento seguro
El resto de la población, el 55 % del planeta, unos 4.247 millones en 2017, no disponía de un saneamiento gestionado de forma segura. Aquí entran los que no tienen garantizado evitar el contacto con sus heces o que no disponen de sistemas de eliminación de residuos eficientes, o que tienen que desplazarse lejos de sus hogares para usar las letrinas. Entre éstos se encuentran los que defecan al aire libre, el colectivo que, según ONU Agua, alcanzó los 695 millones de personas, el 8,92 % de la población mundial en 2017. En 2015, según la OMS, eran 892 millones; ha habido una mejora, pero aún el objetivo del ODS 6, “Agua limpia y saneamiento”, parece lejano para 2030.
Los que defecan al aire libre lo hacen entre arbustos o en aguas superficiales; de éstos, 80 millones son habitantes de las ciudades que dejan sus heces en plena calle o en alcantarillas abiertas. La mayoría de los que habitan en las zonas rurales, han heredado este hábito de sus ancestros; otros, muchos de los que viven en barrios marginales de las grandes urbes, no conocen otra posibilidad, encadenados a una pobreza endémica, al abandono de los gobiernos y al olvido de la sociedad. Un informe de la Universidad de Ingeniería y Tecnología de Bangladés (BUET) muestra que el significado del saneamiento, para los que carecen absolutamente de él, es abstracto y se asocia a las clases acomodadas de difícil acceso en la escala social.
Es preciso avanzar mucho en la comunicación del significado del saneamiento deficiente para el desarrollo humano. Se conoce poco, paradójicamente entre las comunidades que más lo sufren, pese a que va asociado a la transmisión de enfermedades como el cólera, la diarrea, la disentería, la hepatitis A, la fiebre tifoidea, la poliomielitis y la neumonía. Es una lacra social en la que las mujeres y los más pequeños son las más perjudicados. La OMS estima que el saneamiento inseguro es la causa de 280.000 muertes por diarrea cada año y es un importante factor subyacente de varias enfermedades tropicales desatendidas, como las lombrices intestinales, la esquistosomiasis y el tracoma y es la base de la desnutrición infantil.
La motivación, primer paso hacia la sostenibilidad
Pese a los avances de los últimos años, la crisis sanitaria y económica de la pandemia de la covid-19 ha empeorado el ya incierto pronóstico de la consecución del ODS 6.
En los últimos años, la idea de la sostenibilidad de las instalaciones de saneamiento gestionado de forma segura se ha perfilado y concretado notablemente, al tiempo que se ha convertido en un factor imprescindible en cualquier planificación de la ayuda para los que no lo tienen.
El mismo informe de la Universidad de Bangladés señalaba que los beneficiarios de los proyectos de ayuda consideran que el Gobierno y las ONG deberían trabajar conjuntamente con ellos para la implementación sostenible del saneamiento. También opinaban que el éxito de cualquier programa depende significativamente de que la integración de las instalaciones adecuadas se realice con las adecuadas actividades de motivación. Sin motivación, los bangladesíes ven muy difícil erradicar el saneamiento inseguro y la defecación al aire libre de su país.
El método SANTOLIC: la motivación es el primer paso
El método SANTOLIC (Saneamiento Total Liderado por la Comunidad) impulsado por UNICEF es un buen ejemplo de estrategia de motivación eficiente frente a la defecación al aire libre que, ya sea por cultura o pura pobreza, está instaurada en una comunidad. La estrategia de los facilitadores de los proyectos de ayuda es lograr concienciar mediante la provocación de un sentimiento de vergüenza, y a partir de ahí promover el convencimiento de que la comunidad puede lograr por sí misma el conocimiento y los medios para acabar con una lacra que provoca enfermedades, mortandad infantil y limita sus posibilidades de crecimiento económico y social.
En zonas del África Subsahariana, el método SANTOLIC está demostrando su eficacia especialmente en una primera fase de la ayuda en la que el objetivo es el empoderamiento de las comunidades para la construcción y mantenimiento de sus propias letrinas, y la educación en la higiene para erradicar la defecación al aire libre. Éstas son premisas fundamentales para garantizar la sostenibilidad de las instalaciones.
El proyecto que la Fundación inició con UNICEF en Burkina Faso, en una de las zonas más pobres del país es un buen ejemplo. Después de la aplicación de la metodología SANTOLIC, ahora se pasará a mejorar la sostenibilidad de las letrinas en un nuevo proyecto. Para ello, se seleccionarán 100 hogares vulnerables de 19 comunidades de la comuna de Léo, una de las más necesitadas de saneamiento, y se mejorarán las letrinas ya existentes que servirán de modelo para el resto de familias.
Un manual para la sostenibilidad
En esta segunda fase se seguirán las directrices de la Fundación We Are Water en la construcción sostenible de letrinas, sintetizadas en el Manual de construcción de letrinas y pozos. El Ministerio de Agua y Saneamiento (MEA) y el Ministerio de Salud (MoH) de Burkina Faso apoyarán estas directrices, así como los servicios técnicos regionales, las comunidades y las ONG que colaboran con ellas.
El Manual de construcción de letrinas y pozos es el resultado de los más de 10 años de trabajo de la Fundación en los que ha desarrollado 54 proyectos que han beneficiado a unas 705.000 personas en 24 países. En 21 de estos proyectos la Fundación ha entrado de lleno en los problemas que presentan la instalación y uso de letrinas en las zonas más necesitadas, especialmente en las escuelas. Ha sido un trabajo realizado en las zonas más deprimidas del África Subsahariana, Sudamérica e India, en colaboración con organizaciones de amplia experiencia y solvencia como UNICEF, World Vision, Acción Contra el Hambre, Gramya Foundation, Habitat for Humanity, Educo, Intermón Oxfam , Mujeres por África y la Fundación Vicente Ferrer.
La cultura y la desigualdad de género, factores determinantes
En saneamiento, y en concreto en el uso de la letrina, no todo funciona igual en diferentes culturas, economías y climas. Factores como la desigualdad de género, los prejuicios sociales y los recursos tanto materiales como educativos deben ser considerados conjuntamente con el clima y el nivel de pobreza a la hora de desarrollar un plan de ayuda en saneamiento. Hay notables diferencias climáticas entre una escuela de Guinea-Bissau o en una aldea del Chaco-Chuquisaqueño en Bolivia; como hay significativas diferencias culturales de uso entre los escolares de Zagora en el Alto Atlas marroquí, y los de Mymensingh, en Bangladés o Andhra Pradesh en India. Cada una de ellas debe ser considerada a la hora de implementar una letrina.
Allí donde no la hay, una letrina que proporcione saneamiento seguro es fundamental para vertebrar cualquier estrategia de desarrollo. Es imprescindible para la salud y para evitar enfermedades por contaminación fecal. Es el factor clave para erradicar la defecación al aire libre y proporcionar dignidad y seguridad a las mujeres. Sin letrinas limpias y adaptadas no pueden alcanzarse los niveles de escolarización adecuados. Una letrina que responda a las necesidades de la comunidad, del clima, de la cultura es el primer peldaño del crecimiento.
Comprender estos beneficios permite la consecución del espíritu de asociación y participación comunitaria, sin los cuales la gente nunca será propietaria real y efectiva de sus instalaciones. Ayudar a que esto sea posible es la base de la sostenibilidad de cualquier sistema de saneamiento.