Según un informe de la OMS y UNICEF publicado hace dos años, en 2016, el 19 % de las escuelas del mundo no disponían de un servicio de suministro de agua potable, lo que afectaba a casi 570 millones de niños y niñas que tenían que beber agua de fuentes no seguras. Respecto al saneamiento los datos son peores, ya que el 23 % no contaban con ningún tipo de instalación, lo que significa que 620 millones de escolares se ven obligados a hacer sus necesidades al aire libre o en cubos o letrinas improvisadas, normalmente un agujero cavado adyacente a la escuela. El acceso a la higiene básica también arroja cifras muy negativas: sólo el 53 por ciento de las escuelas contaban con instalaciones en las que los alumnos podían lavarse las manos, pero el 11 % de éstas no disponía de jabón.
La salud infantil y mucho más
El informe señala que, en general, unos 850 millones de niños no tenían, en 2016, el servicio de saneamiento garantizado o lo tenía de forma limitada. La pandemia de la covid-19 ha supuesto un freno en las mejoras que se han dado desde entonces, como señalaban los datos de la OMS, y ha sumido en la incertidumbre muchos planes de mejora a causa de la congelación de inversiones y las dificultades operativas por las restricciones a la movilidad.
Las graves consecuencias negativas de esta situación son incalculables e inadmisibles. Esta lacra, persistente en las escuelas de las comunidades más abandonadas, es una de las muchas causas de los altos niveles de mortalidad infantil debida al consumo de agua en mal estado, que, en 2016, ascendía a 1.800 muertes diarias. Pero los daños indirectos se extienden más allá de la salud de la infancia, y alcanzan a las comunidades socavando su capacidad de desarrollo, su dignidad y la consecución de la justicia social. No se puede hablar de los ODS, y menos aún del ODS 4, con escolares sin acceso seguro al agua, al saneamiento y la higiene.
La intervención en las escuelas por parte de la Fundación le ha proporcionado una valiosa experiencia. Ésta permite una amplia visión sobre las múltiples y nefastas consecuencias que sufre cualquier comunidad, y especialmente sus escolares, ante la falta de instalaciones seguras de agua, saneamiento e higiene. La mayor parte de ellas se mantienen ignoradas en las áreas económicamente más desarrollas del mundo. La Fundación ha beneficiado hasta ahora a más de 205.000 alumnos y personal docente de nueve países, y sigue teniendo en las escuelas uno de sus principales ejes de trabajo, sobre todo desde que la pandemia del coronavirus ha agravado la situación de millones de niños y jóvenes en todo el mundo.
Saneamiento para la plena escolarización y la liberación de las mujeres
La falta de instalaciones de agua y saneamiento es una de las principales causas de abandono escolar. Un estudio de la investigadora de la Universidad de Chicago, Anjali Adukia, señala que la simple construcción de letrinas adecuadas tiene un impacto positivo en los resultados educativos, como el aumento de la tasa de matriculación, y la disminución de la deserción escolar; al tiempo que aumenta el número de estudiantes que se presentaron a exámenes y los aprobaron. Estas tasas aumentan significativamente en el caso de la construcción de letrinas separadas por sexos, que inciden directamente en el incremento de la completa escolarización de las niñas y adolescentes.
Ha habido mejoras sustanciales en países como India, que tenía en 2000 unos 20 millones de niños y niñas sin escolarizar (el 20 % de los que no asistían a la escuela en todo el mundo). Gracias al programa de Educación en Higiene y Saneamiento Escolar (SSHE) de su Gobierno, apoyado por el Banco Mundial, India logró, en 2013, reducir a seis millones los niños y niñas sin escolarizar (el 11 % del total mundial).
Sin embargo, queda aún un largo camino para lograr la plena escolarización en India, país en el que se hace más urgente intervenir para acabar con la discriminación de las mujeres, un objetivo en el que el saneamiento en las escuelas es un factor fundamental para su consecución. La falta de instalaciones de saneamiento privadas hace que las chicas en las escuelas se sientan segregadas, inseguras y avergonzadas. El mismo estudio de Adukia destaca que muchas adolescentes se quedan en casa durante sus períodos, una situación que acaba siendo una de las principales causas de abandono final escolar. Aquí el problema se agrava con el tabú de la menstruación que existe todavía en India y otras muchas comunidades del mundo, y que debe tener en la escuela la base del cambio cultural que acabe con él.
La defecación al aire libre causa serios problemas a las niñas. Muchas son agredidas mientras hacen sus necesidades en los aledaños de la escuela entre arbustos. En muchos casos, el miedo es suficiente para no acudir a clase o para aguantarse la necesidad de orinar o defecar, lo que es causa de múltiples enfermedades intestinales y del tracto urinario. Según la Fundación Vicente Ferrer, en 2013, más de la mitad de los 1,7 millones de casos de diarrea se dieron en mujeres.
Los proyectos de la Fundación en las escuelas de India demuestran que si bien la construcción de inodoros en las escuelas es relativamente fácil, hacerlos funcionales y utilizables siempre requiere el cambio de mentalidad y de comportamiento los escolares y sus familias, y el compromiso de los maestros de la escuela. Es el caso de las escuelas de Chennai, Vellore y Alwar, donde la construcción de letrinas separadas se ha realizado paralelamente al desarrollo de actividades formativas para integrar el lavado de manos y las prácticas de salud de los adolescentes con el programa de Gestión de la Higiene Menstrual (MHM) impulsado por la OMS y UNICEF.
Educación y enfermedad no son compatibles
Estos beneficios son más evidentes cuando las mejoras se dan en las comunidades más abandonadas, que son las que sufren mayoritariamente la lacra de las enfermedades infantiles. Los proyectos de la Fundación en India con los olvidados Chenchu del área forestal de Nallamala, y con los grupos tribales de las remotas montañas delnorte de Tailandia demuestran la importancia de convertir a las escuelas en el pilar de la salud comunitaria para un doble beneficio inmediato: disminuir la tasa de enfermedades diarreicas y aumentar la escolarización. Las intervenciones deben ser prioritarias en las zonas más azotadas por las epidemias, como la de Mymensingh, en Bangladés, donde más del 21 % de la población ha estado en algún momento hospitalizado en los Upazilla Health Complexes (los hospitales públicos de primer nivel) a causa de enfermedades transmitidas por el agua.
También en las zonas más abandonadas de Marruecos es donde se encuentran las comunidades más vulnerables. En ellas, el lavado de manos rara vez se practica debido a la falta de conocimiento e instalaciones. La tasa de diarrea, por ejemplo, sigue siendo muy alta entre los niños pequeños y representa el segundo factor de mortalidad infantil en el país, con una tasa de prevalencia del 22 % en niños menores de 5 años. Este indicador se multiplica por cinco en las zonas rurales, como las de la provincia de Guercif, en la Región Oriental, y en la región de Sous-Massa, donde la Fundación ha intervenido en las escuelas mejorando las deterioradas infraestructuras sanitarias e impulsando programas de sensibilización sobre higiene y salud para toda la comunidad.
La pandemia de la covid-19 ha empeorado la ya de por sí frágil salud que lograban muchos niños y niñas al acudir a la escuela: la comida diaria que recibían ha dejado de administrarse en muchas regiones del mundo como las del África Subsahariana y las del sur de Asia. Sin embargo, antes de la pandemia, muchas de estas comidas no podían lograr sus objetivos nutricionales por la falta de agua potable para acompañarlas. Ocurre, por ejemplo, en las escuelas públicas de Bandi Atmakur y Venkatapuram, en India, donde, aunque el gobierno de Andhra Pradesh proporciona la comida del mediodía todos los días, paradójicamente, no se les sirve agua potable a los escolares, quienes tienen que acceder el agua disponible en la aldea, que en su mayor parte está contaminada.
Ocurre también en Nicaragua, en las escuelas de San Lorenzo-Boaco y Yalí-Jinotega, una zona en la que también está interviniendo la Fundación. Allí, las fuentes del agua subterránea son incapaces de abastecer a la población ni a las escuelas durante la estación seca, y la gran distancia de los pozos y la deficiente infraestructura de las tuberías afecta tanto al acceso al agua como a su salubridad. Situaciones similares existen en Uganda, donde los niños del orfanato de Wakiso sufren enfermedades causadas por el uso de agua no potable; o en Guinea-Bissau, donde la intervención de la Fundación en 35 escuelas de la región de Tombali, ha ayudado a 10.000 niños y 9.000 adultos a combatir la lacra de la mortalidad infantil. Los beneficios del agua y el saneamiento adecuados también son necesarios para las comunidades de la “población rural dispersa” de Bolivia, que sufre elevadas tasas de desnutrición y morbilidad infantil, así como una alta vulnerabilidad ante el cambio climático.
La mejor expresión de la solidaridad
Sin escuelas capaces de proporcionar acceso al saneamiento no se puede lograr una vida digna que fomente la solidaridad. Las crisis migratorias que se han incrementado debido a todo tipo de conflictos humanos violentos, desastres naturales y sequías someten a los grupos humanos migrantes y receptores a una alta presión. Muchas veces pasa desapercibido en los medios de comunicación el grave problema de acogida que tienen las comunidades con deficientes instalaciones de saneamiento. Un ejemplo poco conocido es el de las escuelas libanesas del Valle del Bekaa que han recibido el impacto de los más de 350.000 migrantes sirios que huían de la guerra en su país ya sufrían carencias de agua y saneamiento desde antes de la crisis.
De la misma manera que la solidaridad de los escolares libaneses con los sirios que acogen no puede materializarse sin la salubridad y dignidad que proporciona el agua limpia y el saneamiento, no podemos imaginar un mundo solidario sin una infancia protegida y educada. Ningún ODS podrá lograrse sin una escuela universal limpia, digna e inclusiva. Éste debe ser un objetivo prioritario para poder avanzar.