Madagascar: cuando el “viento rojo” significa hambre

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La mayor isla de África afronta una grave emergencia humanitaria. La sequía y las tormentas de arena han desencadenado una de las peores crisis alimentarias de la historia de un país con endémicas deficiencias de infraestructuras hídricas y con una gobernanza incapaz de gestionar adecuadamente el territorio. El corto Where to go?, finalista del We Art Water Film Festival 5, nos da testimonios directos de una crisis que amenaza de muerte a más de un millón de personas.

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En Madagascar se cumplen las previsiones de la crisis climática. Las sequías se han incrementado en los últimos cinco años y la que se está viviendo ahora mismo es la peor de los últimos 40. La situación es especialmente grave en el sur de la isla donde los agricultores perdieron buena parte de su cosecha de arroz en octubre, un mes clave para el desarrollo del cereal, en el que llovió un 50 % menos de la media habitual.

 

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La situación es especialmente grave en el sur de la isla de Madagascar, donde los agricultores perdieron buena parte de su cosecha de arroz en octubre.

La devastación del tiomena

Para los agricultores de la gran isla del sureste de África la situación se agravó en enero cuando el temido “viento rojo” – el tiomena (de tio, viento, y mena, rojo en malgache) – azotó los cultivos y los pastos del sur. Estas tormentas, que cubren el cielo de un polvo rojizo que en ocasiones llega a tapar la luz del sol,contribuyen a incrementar la sequedad del suelo y la deforestación. Generan así un ciclo de retroalimentación: a más tiomena más aridez y, por tanto, más arena para ser arrastrada por el viento en lo sucesivo.

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Para los agricultores de la gran isla del sureste de África la situación se agravó en enero cuando el temido “viento rojo” – el tiomena (de tio, viento, y mena, rojo en malgache) – azotó los cultivos y los pastos del sur. © Madagascar74

Es un fenómeno que se da habitualmente de mediados de mayo a mediados de octubre, casi nunca en enero, pero las previsiones de los científicos advierten que estas pautas estacionales se van a alterar con el cambio climático.

Como consecuencia, se espera que en los próximos meses se coseche menos de la mitad de lo necesario para alimentar a toda la población. La situación es de emergencia: según el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU, es necesaria una intervención urgente si se quiere evitar un empeoramiento de la hambruna que ya se ha iniciado, pues la malnutrición aguda casi se ha duplicado desde el pasado septiembre, pasando de afectar del 9 % al 16 % de la población.

 

¿Adónde ir?

El corto Where to go?(¿Adónde ir?) de Clerck, finalista del We Art Water Film Festival 5, muestra el impacto de la falta de agua que sufre el país y que se ceba en los agricultores del arroz, el alimento fundamental de los malgaches. La escasez provocada por la disminución de las lluvias se suma a la deficiente red de suministro en las aldeas y los barrios marginales de las ciudades, lo que incrementa los problemas de gestión del saneamiento y la higiene ya agravados por la pandemia del coronavirus.

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El 57% de la población de Madagascar depende de aguas superficiales o puntos de agua no mejorados para su suministro. Si estos suministros fallan, como está ocurriendo ahora, la población se ve obligada a migrar en busca de zonas donde conseguirlos, lo que multiplica el problema. Por otra parte, la mayor isla de África presenta una de las peores tasas de higiene del mundo, lo que configura con la covid-19 una situación sanitaria alarmante.

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La mayor isla de África presenta una de las peores tasas de higiene del mundo, lo que configura con la covid-19 una situación sanitaria alarmante.

Madagascar experimenta uno de los niveles de higiene más bajos del mundo:está entre los 10 con mayor tasa de defecación al aire libre – el 40% de la población la practica – mientras que sólo el 17% tiene acceso al saneamiento básico y no más del 23% de la población dispone de un servicio básico de lavado de manos.

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En Madagascar, la pandemia de la covid-19 ha contribuido a empeorar los servicios de ayuda y en buena medida a silenciar una emergencia climática y humana muy grave. © Etienne

Un desastre casi desapercibido

A finales de junio, el PMA alertó de que al menos 1,35 millones de malgaches necesitan asistencia alimentaria urgente. Hasta el 80 % de los habitantes de las zonas más devastadas sobreviven comiendo insectos, como langostas, y extrayendo agua de los cactus.

La pandemia de la covid-19 ha contribuido a empeorar los servicios de ayuda y en buena medida a silenciar una emergencia climática y humana muy grave.La distribución de alimentos y agua obliga en muchas ocasiones a que las personas tengan que recorrer hasta 40 kilómetros para recoger esta ayuda, y son muchos los que no pueden. Esta necesidad de cercanía a los centros de ayuda ha incrementado la migración desde las aldeas a los centros urbanos, un movimiento que la sequía ya había iniciado meses atrás.

La preocupación alimentaria se centra ahora en la próxima época seca, que comenzará en octubre y finalizará en marzo de 2022. Desde el PMA anticipan que la producción alimentaria de este año será un 40 % inferior que la media del último lustro. La agencia de la ONU especifica que se precisan 74 millones de dólares para los próximos seis meses para evitar la catástrofe humanitaria.

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La Fundación está colaborando con UNICEF en un proyecto con el objetivo de mejorar la disponibilidad de instalaciones sostenibles de agua potable de resiliencia climática, saneamiento e higiene en 11 comunidades de Madagascar. © UNICEF

Autogestión del agua y el saneamiento en el sur de Madagascar

Estos problemas son endémicos desde hace años en las regionessureñas de Atsimo Atsinanana y Androy, donde estamos colaborando con UNICEF en un proyecto con el objetivo de mejorar la disponibilidad de instalaciones sostenibles de agua potable de resiliencia climática, saneamiento e higiene en 11 comunidades. El proyecto beneficiará directa e indirectamente entre 16.000 y 30.000 personas entre las familias de las comunidades, personal de los centros educativos y técnicos sanitarios que operan en la zona.

En el caso de Androy, el principal problema es la falta de agua y la recurrencia de niños afectados por desnutrición a causa de las sequías. El consumo de agua superficial abierta, la defecación al aire libre y la falta de higiene básica, son directamente responsables del 90% de los casos de diarrea (segunda causa de mortalidad infantil en Madagascar) y tienen una influencia directa en la desnutrición crónica o el retraso en el crecimiento, que afecta al 42% de todos los menores de cinco años.

 

Con UNICEF Madagascar aplicamos la metodología SANTOLIC, basada en la participación de la comunidad, siguiendo las  directrices en la construcción sostenible de letrinas, sintetizadas en nuestro Manual de construcción de letrinas y pozos. Lo hacemos del mismo modo que en el proyecto para erradicar de forma sostenible la defecación al aire libre en 19 comunidades, de la comuna de Léo, en Burkina Faso.

Esta metodología se basa en la participación de la comunidad desde el primer momento, tanto en la ubicación de los pozos de sondeo y las bombas de agua, como en la identificación de prácticas de higiene inadecuadas y las implicaciones de estas prácticas en la salud y el medio ambiente. Asimismo, los planes comunitarios para el acceso al agua potable se desarrollan con la participación directa de la comunidades.Además de construir las instalaciones, el principal objetivo del proyecto es el fortalecimiento de las comunidades capacitándolas para mantenerlas y administrarlas.

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Una comunidad capaz de gestionar por ella misma el agua es capaz de salvaguardar su capital natural.

Las emergencias de este tipo se incrementan con el cambio climático. Afrontar una gestión eficaz de los recursos hídricos en consonancia con el equilibrio de los ecosistemas debe ir a la par de acciones contundentes para frenar la desertificación. Una comunidad capaz de gestionar por ella misma el agua es capaz de reducir el riesgo de las sequías y salvaguardar su capital natural. Ahí radica la esperanza, tanto en el sur de Madagascar como en el resto del mundo.