Este verano boreal de 2022 añadirá a la numerosa lista de anomalías climáticas alarmantes las sequías en zonas del planeta catalogadas geográficamente como “tierras húmedas”, en las que sus habitantes no recuerdan una situación similar. No es una percepción subjetiva; los registros de los observatorios son evidentes y la resonancia mediática lo corrobora con imágenes impactantes que han dado la vuelta al mundo.
Alarma en la Europa verde
La sequía ha afectado a gran parte del continente europeo durante julio y agosto, tras uno de los inviernos y primaveras con mayor falta de precipitaciones del que hay registros. Según el informe La Sequía en Europa, del Observatorio Europeo de la Sequía (EDO, en sus siglas en inglés), un 47% del territorio se encontraba los últimos 10 días del mes de julio en esta situación, y un 17% estaba en nivel de alto riesgo. La Comisión Europea calificó la situación de “crítica” haciendo un requerimiento a los gobiernos de los países afectados para la adopción de “medidas extraordinarias” de gestión del agua y la energía.
El informe detalla cómo zonas con climas habitualmente más frescos y húmedos como la península escandinava, Alemania, Polonia, Ucrania, Eslovaquia, Hungría, Rumanía o Moldavia han recibido notablemente menos precipitaciones de la media, y cómo los niveles de humedad en sus suelos han descendido notablemente. Son zonas que destacan por sus paisajes verdes, con flora, fauna y población muy poco habituadas a las olas de calor y las sequías, por lo que su impacto medioambiental y psicológico es mayor.
Sequía y calor han subido de latitud en la Tierra
Las olas de calor de este verano boreal han irrumpido en países muy poco acostumbrados a estos fenómenos. En Inglaterra, varias localidades alcanzaron por vez primera en su historia registrada los 40ºC; del mismo modo que en muchos observatorios alemanes de la costa del mar del Norte, como el de Hamburgo.
En Francia, se batieron récords con los 42ºC en Nantes y los 42,6 en Biscarrosse, en el departamento de las Landas, donde casi 7.000 hectáreas de pinares fueron arrasadas por un incendio que el 12 de agosto había obligando a evacuar a 10.000 personas. En toda Francia, las restricciones alcanzaron a 93 de los 96 departamentos del país.
En el Reino Unido, este julio y agosto han sido los más secos desde 1976, y el Gobierno declaró por vez primera en la historia la “alerta roja, por sequía en ocho de las 14 zonas medioambientales en que está dividida Inglaterra. En algunos lugares llevaban más de 140 días sin llover, algo que ningún lugareño recordaba.
Se está haciendo evidente lo previsto por el IPCC en su sexto informe: las olas de calor en el hemisferio Norte subirán de latitud y alcanzarán zonas en las que eran inauditas. En el imaginario ciudadano europeo, las temperaturas de más de 40º eran exclusivas del sur de España e Italia, ahora han dejado de serlo.
Ríos sin agua
Las fotografías de los parques londinense amarillentos coparon las portadas y abrieron informativos. Pero las fotos que dieron la vuelta al mundo fueron las del afloramiento de más de 20 cascos de barcos alemanes hundidos en el Danubio durante la Segunda Guerra Mundial y olvidados desde entonces. Muchos de ellos todavía contienen toneladas de municiones y explosivos y, representan un peligro para el transporte marítimo.
En China se han dado situaciones similares en sus ríos. A mediados de agosto, el gobierno emitió su primera alerta nacional de sequía del año, después de que regiones como Shanghái y Sichuan experimentaran dos meses de temperaturas extremas, un récord de duración desde que hay registros.La lluvia en la cuenca del río Yangtsé, el mayor del país y del continente asiático, ha sido un 40% inferior a la registrada el año pasado por las mismas fechas, lo que es un mínimo desde 1961. La disminución del caudal del Yangtsé supone una amenaza para la seguridad alimentaria y la economía de un tercio de la población China, una amenaza que se extiende al equilibrio de la economía global.
En Europa, no sólo el Danubio redujo drásticamente su caudal. El nivel de agua del Rin, la gran arteria fluvial de la Europa occidental (1.233 km, 883 navegables), cayó el 12 de agosto hasta llegar a tan sólo 40 centímetros sobre la profundidad mínima necesaria para permitir la navegación. Se tuvo que limitar la carga máxima de las barcazas de 6.000 toneladas a 800, con el impacto comercial del aumento de precio de las mercancías transportadas.
En el norte de Italia, el Po, el mayor río del país, vio a principios de agosto como su caudal se reducía un 80% respecto a la media histórica, provocando una caída de la producción agrícola, ganadera y energética sin precedentes.
En general, los datos satelitales obtenidos por los sensores del programa Copernicus mostraban, el pasado 23 de agosto, una anomalía negativa media del 30,5% en el caudal de los ríos europeos, de junio a agosto, llegando en algunos puntos a menos del 68%.
Aparte de los daños en el comercio y la producción de alimentos, la crisis hídrica ha puesto en evidencia la importancia del binomio agua-energía, desconocido para buena parte de los ciudadanos. A la drástica reducción de la energía hidroeléctrica, como ha ocurrido en Suiza, se ha sumado la reducción de la producción de algunas centrales nucleares refrigeradas por agua debido al menor caudal de los ríos y al calentamiento de sus aguas.
Pérdidas en las tierras húmedas, hambre en las secas
Este verano, las tierras de casi toda Europa, China y buena parte de EEUU han pasado sed. La población de los países económicamente más poderosos ha recibido el impacto directo del calentamiento global. Pero la sequía ha azotado también a las tierras secas más pobres y con resultados humanitarios mucho más graves. En el momento de escribir estas líneas, las personas afectadas por la falta de agua potable en Etiopía, Kenia y Somalia habían aumentado de 9,5 millones a 16,2 en cinco meses. Y UNICEF advierte que la mortandad infantil en el Cuerno de África y el Sahel podría ser devastadoras a menos que se les proporcione apoyo urgente, ya que confluyen el riesgo a padecer desnutrición severa y el de sufrir enfermedades transmitidas por el agua.
Las sequías de este verano ofrecen contrastes que invitan a la reflexión. Mientras las restricciones en las tierras húmedas dejan a algunos sin poder regar el jardín o lavar el automóvil, la falta de agua causa hambruna, enfermedad y muerte en muchas de las tierras secas pobres. Todo ello de servir para lograr una sociedad mundial concienciada de la urgencia de combatir el calentamiento planetario.