El pasado invierno, los alumnos de la escuela primaria de Khan-uul, en la remota provincia mongol de Dornod, no pudieron ir al baño. La temperatura de más de 40ºC bajo cero congeló los saturados pozos negros de las letrinas, y la capa helada obligó a los escolares a hacer sus necesidades al aire libre o a hacer largas colas para utilizar las limitadas instalaciones en el interior del edificio.
En el interior de la escuela no hay agua potable, por lo que los alumnos no beben hasta la hora del almuerzo el agua que han tenido que ir a buscar a un pozo cercano, siempre y cuando no esté congelada. Tampoco hay agua caliente, pues la electricidad es demasiado cara, y los niños tienen que lavarse las manos con agua cercana al punto de congelación.
Las consecuencias son comunes en estas situaciones: alta tasa de enfermedades infecciosas y absentismo escolar. En el curso 2022-2023 se dieron 25 casos de diarrea, una enfermedad endémica en los centros escolares de la Mongolia rural.
En esta escuela hemos iniciado un proyecto para dotar de agua, saneamiento e higiene con instalaciones resilientes al frío extremo a los más de 700 estudiantes, un número que es más del doble de la capacidad concebida para el centro.
Contra el frío, pensamiento integral
Nuestra intervención se basa en un planteamiento sistémico del acceso al agua, el saneamiento y la obtención de energía. Estamos ayudando a construir pozos profundos (60-70 metros) y un sistema de distribución impulsado por energía solar en el patio de la escuela. El sistema está también concebido para regar un invernadero de verduras para complementar el programa del almuerzo escolar. El centro dispondrá también de un sistema de alcantarillado con tecnología de separación y tratamiento de aguas grises
Más allá de la escuela, los miembros de la comunidad podrán obtener agua de buena calidad para sus familias, lo que alcanzará a más de 2.000 personas. La energía solar, además de bombear el agua, alimenta un calentador al aprovechar los 250 días soleados de media de la zona y ayuda a reducir el uso de la red eléctrica o del carbón para la calefacción.
El impacto de la congelación
La situación en la escuela de Khan-uul es representativa de muchas comunidades rurales en Mongolia. Según el Programa Conjunto de Monitoreo (JMP), más del 15% de la población rural y de los barrios marginales aún practica la defecación al aire libre debido a la falta de instalaciones y las condiciones de frío extremo. Las deficiencias en higiene también afectan gravemente a las escuelas: en 2021, casi el 25% de los estudiantes de las zonas rurales —unos 81.000 alumnos— no contaban con servicios higiénicos en sus centros educativos.
Esta situación ha pasado desapercibida a nivel internacional hasta que la ONU, a través de UNICEF, organizó el encuentro de expertos “Saneamiento en climas fríos” en Ulán Bator, la capital de Mongolia. El objetivo fue analizar los problemas y proponer soluciones a una realidad que, según el Banco Mundial, afecta potencialmente a unos 188 millones de personas que soportan temperaturas inferiores a -10ºC durante al menos cuatro meses al año.
Como suele ocurrir, los problemas se agravan en las comunidades más pobres, que dependen de instalaciones precarias y antiguas. En estas zonas, la congelación del agua ocurre a nivel del permafrost, lo que provoca que las tuberías de suministro se agrieten con facilidad (el agua congelada se expande) y que los pozos negros también se vean afectados, como ocurrió en la escuela de Dornod.
Cuando los pozos están casi llenos y las capas superiores se congelan, los desechos no pueden filtrarse hacia abajo, lo que fuerza su salida por los orificios de descarga, provocando desbordamientos o la fuga de desechos a través de grietas. Además de la inutilización de las instalaciones, esto convierte el área en un foco de insalubridad, aumentando la incidencia de enfermedades diarreicas, especialmente con el deshielo primaveral que incrementa el derrame de aguas fecales. La OMS señala que en Mongolia la diarrea es responsable del 6% de las muertes en niños menores de cinco años.
El cambio climático agrava el frío extremo
Aunque el calentamiento global está reduciendo el número de olas de frío, el IPCC advierte que algunas de ellas generan temperaturas significativamente más frías de lo habitual para la época, intensificando sus impactos en la salud humana, los sistemas de transporte, las infraestructuras de agua y la distribución de energía. Intervenciones integrales, como la que hemos implementado en Dornod, señalan el camino a seguir para solucionar este problema poco conocido pero ampliamente extendido, que afecta y desestabiliza extensas zonas de boreales de clima continental y alpino.