Este mes de junio la temperatura del Atlántico Norte ha alcanzado un récord de temperatura que ha dejado perplejos a los científicos: casi 1,1 ºC por encima de la media de los últimos 40 años. Por otra parte, en toda la Tierra, las temperaturas superficiales de los mares están alcanzando valores nunca vistos desde que se tienen registros.
Este aumento no es nada nuevo. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) informó hace dos años que la temperatura media de la superficie del mar aumentó a escala mundial unos 0,6°C desde 1900 hasta 2017, y todas las proyecciones apuntan a que esta tendencia continúe.
Este año, la situación coincide con el episodio de El Niño, un fenómeno natural que comienza con un aumento de la temperatura de la superficie del agua en las zonas central y oriental del Pacífico Tropical. El Niño se da en ciclos separados por unos 2 a 7 años, con episodios de 9 a 12 meses de duración. Los últimos datos de la Organización Meteorológica Mundial indican que es muy probable de que el fenómeno de El Niño modifique el clima global a partir del segundo semestre de 2023.
Las anomalías al alza también se están dando de una forma significativa en la zona del Atlántico donde se generan el 85% de todos los grandes huracanes y el 60% de todas las tormentas tropicales potentes (las que se bautizan con nombre propio). Es la denominada Atlantic Main Development Region (MDR), que abarca de la costa de África a la de América Central, entre las latitudes 10°N y 20°N. Allí, la superficie del mar ha alcanzado una temperatura promedio de 28 ˚C, lo que supone batir el récord de 2005. Aquel año se registró la segunda temporada de huracanes más activa que se conoce.
¿Cuáles son las causas?
Los científicos están analizando las posibles causas de esta anomalía térmica tan marcada. La que es evidente es el calentamiento atmosférico, que sigue aumentando. Es sabido que los océanos absorben alrededor del 89% del exceso de calor del aire que tienen encima y ello provoca el incremento de la temperatura y la dilatación térmica de su masa, un efecto que ya llevamos años notando en la subida del nivel del mar.
La causa que también parece más que probable es la meteorológica. El anticiclón de las Azores y los vientos alisios asociados se han debilitado mucho desde finales de mayo, lo que facilita el calentamiento de la masa de agua debajo de ellos.
Otra hipótesis que se baraja puede resultar sorprendente para muchos: la disminución de aerosoles de sulfatos en las zonas de alta densidad de tráfico marítimo. A partir de enero de 2020, la Organización Marítima Internacional rebajó el contenido de azufre en los combustibles para barcos mercantes del 3,50 %, al 0,50 %. Esto se hizo con el objetivo de reducir las emisiones contaminantes de dióxido de azufre (SO2) y los aerosoles de sulfato que este gas genera en la atmósfera. Estos aerosoles aumentan el reflejo de una parte de la radiación solar “protegiendo” térmicamente la superficie del mar que se calienta menos a nivel local o regional. La coincidencia de las principales rutas de tráfico marítimo en el Atlántico Norte y el Pacífico Norte con las áreas donde está ocurriendo el calentamiento parece indicar una correlación.
En este sentido también se considera que la disminución del polvo sahariano transportado sobre el Atlántico puede haber contribuido a aumentar la temperatura, pues las partículas de polvo bloquean la radiación solar y atrapan el calor. Este año se ha detectado una disminución de estas partículas, lo que unido al debilitamiento de los alisios que las transportan puede haber contribuido de una forma significativa al calentamiento de la MDR.
¿Cuáles pueden ser las consecuencias?
Por el momento los científicos no sacan conclusiones deterministas de lo que puede pasar tras el calentamiento excepcional de este año. El calentamiento del agua en la MDR es un factor que apunta a un incremento en el número e intensidad de los huracanes en la temporada de este año (de junio a noviembre). Sin embargo, expertos de la NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration) estadounidense explican que el propio efecto de El Niño puede reducir la actividad ciclógénica en la zona, como ya se ha observado otras veces, aunque la posibilidad de que esta sea intensa sigue siendo alta.
El calentamiento puede empeorar algunos de los “puntos de no retorno” que son críticos para el futuro del planeta. Uno de los que más preocupa es el progresivo deterioro del hielo marino que, a nivel global, es a fecha de hoy, la más baja de todo el registro histórico. La pérdida de hielo polar, otro de los grandes reguladores del clima, preocupa especialmente por el temido efecto de la “retroalimentación positiva”: el aumento de la temperatura atmosférica provoca deshielo que, a su vez, hace aumentar la temperatura. Esto es debido a que la superficie de agua líquida que queda al descubierto absorbe más energía de la radiación solar, y por tanto se calienta más que el hielo o la nieve, que reflejan la mayor parte de esta radiación, por lo que el calentamiento global se acelera.
Los efectos sobre las corrientes del Atlántico Norte, detectados estos últimos años por los oceanógrafos es otro factor crítico. La denominada Circulación de Reversión Meridional del Atlántico, más comúnmente conocida por AMOC, se está alterando al debilitarse las corrientes, principalmente debido al deshielo de Groenlandia. Es un factor que hace temer un punto de inflexión en el ciclo del agua de consecuencias negativas irreversibles, y el calentamiento del agua es una variable que tiende a acelerar el proceso.
Más allá del ciclo del agua
El calentamiento del agua marina puede aumentar su acidificación ya que el dióxido de carbono (CO2) es más soluble en agua a mayor temperatura, y es la reacción con este gas la que forma ácido carbónico. La acidez media de la superficie del océano se ha mantenido estable durante millones de años, pero ha aumentado alrededor de un 26 % en los últimos 150 años.
La acidificación causa estragos en las especies que producen conchas o esqueletos de carbonato de calcio, y los corales se llevan la peor parte. Los arrecifes coralinos tropicales son ecosistemas que apenas ocupan el 0,1 % del fondo oceánico, pero albergan hasta nueve millones de especies. En los próximos 20 años, de seguir degradándose, el sustento de 500 millones de personas, la protección costera de sus viviendas y sus ingresos están en serio peligro.
Hasta ahora, los océanos nos han protegido de los peores efectos del cambio climático, pero hay una gran incertidumbre sobre su capacidad para poder seguir haciéndolo en el futuro. El calentamiento del océano nos hace tomar conciencia de que estamos invirtiendo poco en conocerlo. No debemos olvidar que en el planeta hay una sola agua.