El 3 % de la superficie terrestre del planeta está ocupado por las ciudades. Es un área equivalente a casi nueve veces la de España: un total de 4.468.200 km2 de hormigón, ladrillo y asfalto cubren lo que antaño eran principalmente bosques y campos, y también muchos lagos y ríos. Sobre esta costra en expansión vive actualmente más de la mitad de los habitantes del planeta, unos 3.700 millones de personas, pero últimamente la masa urbana está creciendo más que su población.
Son datos obtenidos por el Global Rural-Urban Mapping Project (GRUMP), una iniciativa de la NASA que analiza las imágenes satelitales de la superficie de la Tierra. Este modelo analiza en tiempo real el avance del tejido urbano y proporciona datos que contradicen las previsiones geográficas realizadas hasta hace poco: la “mancha” urbana ha crecido mucho más rápido de lo que creíamos y lo seguirá haciendo.
El modelo, conjuntamente con las previsiones de crecimiento demográfico de las Naciones Unidas, augura que hacia 2035 el 80% de la población del planeta vivirá en ciudades, una proporción que ya se da en muchos países en vías de desarrollo. Si seguimos a este ritmo, en 2050, la población urbana habrá aumentado en 2.800 millones.
Son cifras que preocupan, especialmente desde el punto de vista del agua. ¿Habrá capacidad de suministro? ¿Se podrá depurar y sanear de forma suficiente y sostenible? ¿Cuál será la alteración del ciclo del agua en la Tierra debida a las ciudades?
Estas preguntas aún no tienen una respuesta certera pero la ciencia y los gobiernos trabajan duro para responder con soluciones. En opinión de la arquitecta y urbanista Zaida Muxí aún estamos a tiempo de moderar el crecimiento urbano y regenerar las ciudades.
La Nueva Agenda Urbana: desarrollo inclusivo y sostenible
El problema del agua y el saneamiento en las ciudades ha presidido la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sostenible, Hábitat III, que se celebró en Quito del 17 al 20 de octubre. La conferencia ha culminado con la edición de la Nueva Agenda Urbana (NUA) que servirá como hoja de ruta internacional en la implementación de un nuevo modelo de desarrollo urbano inclusivo y sostenible.
Esta hoja de ruta estará sin duda muy presente en los debates de la próxima Smart City Expo World Congress (SCEWC) que se celebrará en Barcelona del 15 al 17 de noviembre, ya que es evidente que sin asegurar la gestión del agua y el saneamiento no se puede hablar de inteligencia urbana.
¿Por qué las ciudades generan tantos problemas relacionados con el agua? En primer lugar porque las grandes aglomeraciones de personas necesitan un gran volumen de agua que tiene que ser suministrado desde el exterior. Casi el 13 % del agua dulce que se extrae en el mundo va destinado a usos domésticos, la gran mayor parte en las ciudades, y este agua tiene que ser tratada para garantizar su salubridad. Muchas grandes ciudades del mundo no pueden garantizar este suministro y la mayor parte de éstas son las que más crecen en población.
Según el Informe Mundial de Ciudades 2016, emitido por ONU Hábitat, el programa de Naciones Unidas que trabaja por un mejor futuro urbano, una de las claves es controlar la relación entre superficie y densidad demográfica, ya que las grandes ciudades están creciendo en superficie en torno a tres y cuatro veces más que el incremento de su población. Es decir, las masas urbanas tienden a ser más extensas y menos densas, justo lo contrario de lo que se necesita para que los servicios públicos, como el suministro de agua y el saneamiento, puedan ser eficientes y asequibles.
Las grandes ciudades que crecen en base a movimientos migratorios descontrolados tienden a generar bolsas de pobreza a las que lo primero que falta es el agua y el saneamiento en una clara vulneración de los derechos humanos de sus habitantes. Los objetivos de la NUA respecto al agua y el saneamiento son claros: es preciso desarrollar las infraestructuras necesarias para garantizar el acceso universal y equitativo, y asegurar que dicha infraestructura forme parte de planes que articulen las necesidades de vivienda y movilidad. No se podrá acabar con los tugurios sin alianzas sólidas entre los gobiernos, el sector privado, la sociedad civil, las ONG y las acciones de las las Naciones Unidas.
El segundo gran problema de las grandes urbanizaciones es la depuración del agua. La contaminación doméstica, sobre todo la debida a los contaminantes emergentes, obliga a una constante inversión pública en tecnologías de depuración que es uno de los factores que comprometen la sostenibilidad de la ciudad. En el caso de los tugurios el problema es la ausencia de saneamiento, una deficiencia que los convierte en focos de contaminación fecal permanente e imposibles de controlar. Estas ciudades suponen una grave agresión medioambietal pues extienden sus residuos mucho más allá de su entorno.
Por otra parte, la coraza de edificios y pavimento es una barrera que impide que el agua de lluvia penetre en la tierra y alimente los acuíferos. La falta de planificación en la expansión de calles y casas provoca que las escorrentías sean cada vez más violentas y provoquen inundaciones que casi siempre afectan a los barrios más pobres.
A la alteración hidrológica tenemos que sumarle la contaminación atmosférica y la alteración climática. A este respecto, las urbes de la Tierra se han convertido en modelos de insostenibilidad: consumen entre el 60 y el 80% de los recursos energéticos, emiten el 70% de gases de efecto invernadero y generan microclimas nocivos debido a la acumulación de calor y humedad, y la falta de renovación del aire.
La ciudad regenerativa es posible
Es preciso avanzar más allá del modelo clásico de sostenibilidad y adoptar el de regeneración. Según Stefan Schurig, director de clima, energía y ciudades del The World Future Council, la ciudad debe generar tantos recursos como consume y aboga por el modelo de “ciudad regenerativa”, un término que ya ha sido adoptado por la ONU como un modelo que “beneficia a los ecosistemas naturales, impulsa la economía local, mejora la cohesión y la salud de los barrios y aumenta su capacidad de recuperación“.
La regeneración de las ciudades es imprescindible para alcanzar los objetivos medioambientales de la COP 21 y de desarrollo sostenible (ODS) en los que recuperar el agua es a la vez objetivo y solución. Y es posible. Uno de los proyectos urbanísticos más ambiciosos en este sentido es el de México, Ciudad Lacustre, del arquitecto Alberto Kalach, en el que podemos ver que por más que una gran ciudad haya maltratado la naturaleza siempre hay algo que podemos hacer para paliar el daño: recuperar el agua.