La crisis del agua afecta por partida doble a las mujeres. En las zonas más deprimidas, allí donde no hay agua, son las mujeres y las niñas las que se encargan de ir a buscarla, mientras los hombres se ocupan de otras tareas en el campo. Las consecuencias más conocidas que conlleva esta situación son las que asociamos a las imágenes de mujeres y niñas cargadas con pesados bidones, andando bajo un sol abrasador: dureza extrema, inseguridad, desvertebración social y absentismo escolar. En cuestiones de saneamiento el panorama no es más favorable: la indignidad de la defecación nocturna al aire libre, la vulnerabilidad a los ataques sexuales y la falta de intimidad en los periodos menstruales son las consecuencias más conocidas.
Pero existe otro grave problema para estas mujeres: la falta de datos concretos sobre su situación particular. Esta falta de información es un importante obstáculo para desarrollar situaciones que acaben con esta lacra Hacen falta “datos desglosados por género”, que respecto al agua y al saneamiento son imprescindibles para el desarrollo de la geografía humana y obtener así evidencias científicas sobre las desigualdades de género. Éstas son necesarias para saber qué ocurre en realidad y tener así una base de partida fiable para desarrollar políticas eficientes.
Según una encuesta de 2013 elaborada por la Comisión de Estadística de las Naciones Unidas, los datos relativos al acceso al agua y al saneamiento desglosados según el género (hombres / mujeres) son uno de los indicadores a nivel nacional más deficientes. El 45,2% de todos los países del mundo no crea estadísticas relativas a los recursos hídricos en general que incorporen esta perspectiva de género. Por lo que hace referencia al saneamiento, el porcentaje de los que sí ofrecen estadísticas desglosadas se sitúa tan sólo en el 39 %; y el acceso al agua se lleva la peor parte con sólo el 37 % de países que ofrecen a los organismos internacionales este tipo de datos que tienen en cuenta la realidad femenina. Estos países están en su mayor parte en vías de desarrollo y se ubican en las zonas con mayor estrés hídrico del mundo.
Hacen falta datos cualitativos, no meramente cuantitativos
Sabemos que el 11% de la población mundial no tiene acceso a una fuente de agua. ONU Agua entiende por ello el acceso a una fuente que, como mínimo, suministre cada día 20 litros de agua por persona y que se encuentre dentro de un radio de 1 km de la vivienda. Estos parámetros, conjuntamente con las estimaciones generales del papel de la mujer en determinadas zonas del mundo, han permitido extrapolar las cifras de vértigo que manejamos en la actualidad y que nos indican, por ejemplo, que la distancia media que recorren las mujeres africanas o las asiáticas para buscar agua es de 6 kilómetros, y que el peso medio en agua que cargan en la cabeza es de unos 20 kilos.
También sabemos que en el Sahel africano, mujeres y niñas recorren una media de seis kilómetros a pie todos los días para llevar a casa algunos litros de agua; también estamos informados de que en Senegal, Mozambique o Uganda las mujeres están obligadas a caminar de media hasta diez kilómetros diarios para ir a buscar agua. Se estima que, en el continente africano, el tiempo empleado por mujeres y niñas en la búsqueda de agua sobrepasa los 40.000 millones de horas al año.
Pero estos datos por sí solos son poco operativos. Sirven para sensibilizar, para alertar y para prevenir situaciones a gran escala, pero para actuar con efectividad es preciso entrar en la concreción estadística de cada país, de cada región, y añadir datos cualitativos, no meramente cuantitativos: ¿Cuál es la presencia de las mujeres en la gobernanza en las zonas de estrés hídrico? ¿De qué forma son decisivas en la higiene familiar? ¿Cuál es su realidad socioeconómica? ¿De qué forma vertebran la comunidad en la que viven? ¿Cuáles son los tabúes culturales que les afectan? ¿Qué grado de discriminación legislativa sufren? ¿Y de violencia de género? ¿Cuáles son sus aspiraciones personales? … son algunas de las cuestiones cuyo conocimiento es imprescindible para poder abordar soluciones efectivas.
Desarrollar indicadores, una iniciativa pionera del WWAP que apoya #NoWalking4Water
Esta situación, denunciada con insistencia durante la última década por los expertos en recursos hídricos, los gobiernos y las ONG, llevó en 2014 al Programa Mundial de Evaluación de los Recursos Hídricos (WWAP) de la ONU a crear conjuntamente con la UNESCO un proyecto para desarrollar y probar indicadores desglosados por género con la finalidad de recopilar datos sobre los recursos hídricos. Su finalidad es lograr dos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible sin los que no se puede entender el resto: el Objetivo 5, “alcanzar la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas” y el Objetivo 6, “garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos”.
Este proyecto, que comenzó a desarrollarse en enero de 2014 y que el pasado verano de 2016 entró en su fase de implementación, aspira a crear un método de trabajo de recogida de datos cualitativos que pueda aplicarse a todas las zonas del mundo con falta de recursos hídricos.
El éxito de difusión alcanzado por la campaña #NoWalking4Water al año de su lanzamiento debe ayudar a extender la concienciación internacional sobre este aspecto de la desigualdad de género que muchas veces queda oculto bajo el alud de las grandes cifras. Tenemos que conocer más la realidad cotidiana de las mujeres y niñas que sufren la falta de agua y saneamiento para poder solventar la injusticia en la que viven y empoderarlas en un mundo en el que son imprescindibles.