País de emigrantes desde hace décadas, México se ha convertido recientemente, en uno de acogida. En octubre de 2018, un millar de hondureños entraron en el país con la idea de llegar a Estados Unidos o pedir asilo al gobierno mexicano. Les siguieron sucesivos éxodos de guatemaltecos y salvadoreños en un flujo incesante que cogió por sorpresa a la administración de Donald Trump, quien por entonces ultimaba sus planes para alzar un muro fronterizo con México para evitar las entradas ilegales.
El presidente estadounidense rechazó rotundamente dar acogida a estos migrantes, mientras que el gobierno de México, desbordado por el súbito flujo de personas que llegaban en precarias condiciones, pidió apoyo a la ONU para atenderlas. La terrible imagen de un migrante salvadoreño, que murió ahogado junto a su hija cuando trataba de cruzar a nado el río Bravo, dio a conocer al mundo el drama humano que se estaba viviendo en la frontera sur de EEUU. Desde entonces, caravanas de centroamericanos han seguido atravesando el país de sur a norte.
Huir de la pobreza y la violencia
Según un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en diciembre de 2019 vivía en EEUU el 9% de la población de El Salvador, Guatemala y Honduras – el denominado Triángulo Norte -; un total de tres millones de personas, el 60% de ellas de manera irregular. Según el BID, el 74 % de los migrantes huían de la pobreza, el 43% buscaba la reunificación familiar con anteriores migrantes, y el 41% quería escapar de la violencia de sus países. Esta última es la causa del “huir o morir” que manifiestan muchos de los que cruzan las fronteras: provienen de una de las regiones con mayor concentración homicida del mundo entero. Según el Banco Mundial, en 2016, en el Triángulo Norte se habíandado 15.889 homicidios, distribuidos casi igualmente entre los tres países, una cifra muy por encima del promedio mundial de 5,3 homicidios por cada 100 mil habitantes. Los grupos de crimen organizado son los autores de los robos, del tráfico de drogas, y también del tráfico de personas migrantes.
Ante la avalancha humana, el rechazo del gobierno estadounidense fue en aumento. La presión se trasladó al gobierno mexicano de Andrés Manuel López Obrador al condicionar la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (T-MEC) si no frenaba el tránsito de los migrantes. Tras desencadenar unagrave crisis diplomática, México cedió y cerró el trato para evitar un aumento de aranceles nefasto para su economía. Esto marcó un punto de inflexión en la política migratoria del gobierno mexicano, que pasó de una política de puertas abiertas a los migrantes centroamericanos a las deportaciones masivas y a la militarización de su frontera sur con Guatemala con operativos de la recién creada Guardia Nacional para impedir la entrada de las caravanas. Por todo ello el éxodo ha vuelto a los riesgos de la clandestinidad, a las mafias que cobran por el transporte a cada familia y a las inevitables bolsas de corrupción entre los funcionarios.
EEUU venía aplicando desde enero de 2019 el MPP (Migrant Protection Protocols),más conocido por “Remain in Mexico” (Permanece en México), un programa basado en hacer regresar al país tanto a las personas que ingresan en EEUU sin importar cómo entraron como a aquellas que manifiestan interés en pedir asilo, y allí esperar la resolución de un juez de inmigración sobre su caso. Durante los últimos años EEUU ha considerado a México como un filtro de migrantes y su estrategia sigue siendo la misma.
La Secretaría de la Gobernación estima que más de 124.000 migrantes han sido deportados desde México hacia sus países de origen; y desde la firma del T-MEC hasta el pasado mayo, casi 70.000 personas fueron enviadas desde EEUU a México a esperar una respuesta a sus demandas de asilo.
Atrapados por la pandemia
El drama de los migrantes provenientes del Triángulo Norte no tiene visos de cesar. La oficina de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) calcula que en el mundo hay alrededor de 470.000 refugiados y solicitantes de asilo provenientes esta zona, de ellos más de 97.000están en México, mientras que sólo en Honduras y El Salvador hay más de 318.000 mil desplazados internos.
En mayo de este año, el estallido de pandemia de la covid-19 y su virulencia en EEUU y México, frenó significativamente la avalancha de migrantes, pero aumentó la vulnerabilidad de los que ya malvivían hacinados y en pésimas condiciones de salubridad, con dificultades para obtener agua y saneamiento, y faltos de las más elementales prácticas de higiene para frenar la infección por el coronavirus. Además de la exposición al contagio, la mayoría de los que habían conseguido pequeños trabajos para mantenerse los han perdido por la crisis.
La Fundación We Are Water ha iniciado un proyecto con World Vision en la zona fronteriza de Tijuana, en el estado mexicano de Baja California, para luchar contra la propagación del coronavirus, incrementando el acceso a instalaciones de lavado de manos y la disponibilidad de agua y jabón en centros de atención a migrantes. El proyecto, que comprende desarrollar íntegramente la estrategia WASH (Agua, saneamiento e higiene), hará especial hincapié en realizar talleres para la adecuada capacitación en el uso, manejo y mantenimiento de las estaciones de lavado de manos. Unos 530 migrantes, con más de 180 niños menores de 15 años se beneficiarán del proyecto. La mayoría de ellos se encuentra actualmente a la espera de que su solicitud de asilo político sea aprobada y puedan ingresar de forma legal a EEUU; otros de los beneficiarios forman parte de las personas desempleadas de la población local que requieren asistencia para poder alimentarse, por lo que hacen uso de los servicios de los albergues.
La contingencia sanitaria por la covid-19 incrementa notablemente la vulnerabilidad de los que no tienen hogar y ven con incertidumbre su futuro. La crisis humanitaria de los que están abocados a la migración para huir de la pobreza y la violencia está extendida por el mundo. En el pasado día Mundial de los Refugiados, ACNUR alertó de que, por tercer año consecutivo, los datos de desplazamientos en el mundo presentan cifras récord. Cada tres segundos una persona se ve forzada a abandonar su casa, y 70,8 millones han tenido que huir en 2018. Que por lo menos la pandemia nos haga ver la tragedia humana que esto supone y nos ayude a ponerle freno.