El proceso, que ya se ha iniciado con la agricultura y la industria, tendrá que hacerse extensivo al agua de la red doméstica. Tenemos la tecnología necesaria para ello, pero tiene un coste que entre todos podemos reducir si nos concienciamos de que por nuestras cañerías pasa el bien más vulnerable y preciado para nuestra vida. Comprender el modelo de economía circular inspirado en la naturaleza puede ayudarnos a ello.
Avanzar hacia un futuro sostenible implica que tarde temprano tendremos que reutilizar el agua en las zonas con más estrés hídrico, que siguen aumentando incesantemente el mundo. Lograr la reutilización del agua forma parte del modelo de transición de la economía lineal a la circular, una transformación de la actividad económica hacia la sostenibilidad a la que estamos abocados si queremos lograr un planeta en el que todos podamos vivir con dignidad.
Hasta ahora hemos vivido con relativa comodidad con el modelo lineal de “producir, usar y tirar” que nos ha llevado a una situación cercana al colapso: muchos recursos se agotan y los niveles de contaminación residual han provocado el inicio de un cambio climático que ha pasado a ser una preocupación prioritaria internacional.
El modelo circular aboga por “reducir, reutilizar y reciclar”. Se inspira en la dinámica de la naturaleza donde no existe el concepto de materia prima ni de residuo: todos los elementos de los ciclos naturales cumplen una función específica, “reutilizándose” de forma continuada. Con la economía circular se persigue reducir el consumo de materias primas, agua y energía en la fabricación de bienes de consumo. La transición hacia este modelo está inspirando a instituciones y cada vez un mayor número de empresas que ven una oportunidad de expansión económica sostenible, contribuyendo así activamente a que la temperatura del planeta no aumente más de dos grados antes del fin de siglo.
Cuando el agua deja de ser un bien renovable
El agua está en ojo del huracán de la revolución sostenible. Es un recurso sobreexplotado, especialmente en los países potencialmente más amenazados por el cambio climático, como los del Mediterráneo y gran parte de África, Asia y Sudamérica. La Agencia Europea del Medio ambiente, (EEA) señala que el índice de explotación de los recursos hídricos no debería ser superior al 20%. Este porcentaje es sobrepasado en numerosas cuencas hidrográficas de los países europeos y de forma más que notable en los mediterráneos, en los que durante el verano más de la mitad (53 %) de la población vive en situación de estrés hídrico. En España, por ejemplo, en 2013 se gastó el equivalente a un 29,2% de los recursos de ríos y acuíferos, casi el doble de la media de la UE.
Actualmente obtenemos agua con una serie de procesos que pertenecen a la economía lineal: captamos el agua de ríos o acuíferos y la devolvemos al medio depurada, o mejor dicho, con un nivel de contaminación “aceptable” para no dañar el entorno. Hasta hace poco tiempo, hemos tenido la idea de que el agua era un bien renovable que la naturaleza siempre se encargaría de proporcionarnos. Pero ahora sabemos que esto no es así. En muchas zonas del mundo se gasta más agua de la que se renueva.
Abocados a la reutilización
En este vídeo Damià Barceló, director del Instituto Catalán de Investigación del Agua (ICRA), explica el proceso de depuración del agua e introduce el de su reutilización:
En este contexto, el concepto de reutilización cobra especial relevancia. Como señala Barceló, “la reutilización total del agua, para devolverla al río como agua potable o devolverla a la red de abastecimiento será una manera de evitar los efectos negativos de las sequías que sufrimos. Existen países como Israel o Singapur que llegan casi al 100 por 100 en reutilización del agua. Es la línea a seguir”.
La agricultura es el sector que más agua consume -el 69 % del agua dulce que se extrae en todo el mundo va destinada a regar plantas- y es el que está recibiendo más el agua reutilizada. Esto es debido principalmente a que el agua para riego precisa de una tecnología de depuración menos costosa al ser sus parámetros de reutilización menos exigentes que los del agua potable para las redes municipales.
El consumo doméstico, que ocupa el 12 % de las extracciones de agua dulce, sufre como el agrícola espectaculares variaciones estacionales que suelen darse simultáneamente creando picos de demanda que crean notables problemas de disponibilidad. En España, por ejemplo, se reciben más de 55 millones de turistas al año, concentrados en su mayor parte en la temporada estival, que es precisamente cuando la agricultura más agua reclama. Las amenazas del cambio climático crean más incertidumbre y obligan a un diseño de infraestructuras y tecnologías capaces de operar en situaciones de sequía o inundación. Según Barceló, esto afectará a la reutilización del agua: “Puede ser que pasemos épocas sin casi agua y otras que la tengamos en exceso; por lo cual, la depuradora deberá tener unos sistemas de drenaje que funcionen bien y habrá que preparar los sistemas de canalización para las situaciones más extremas”.
Un coste que hay que asumir. ¿Estamos concienciados?
Reutilizar el agua no es un problema tecnológico. Existen sistemas eficientes que permiten reciclar el agua para potabilizarla. Estos sistemas permiten reutilizar los residuos para la obtención de otras materias primas como fertilizantes y otros productos; el principal problema es el coste. Según Barceló si queremos devolver el agua depurada a nuestra red de distribución, hay que asumir unos costes adicionales que ahora no se contemplan: “El coste del agua reutilizada para uso doméstico vendría a ser muy similar al de la desalinizada. Pero tenemos que asumirlo, y las inversiones que se hagan en este campo al final tendrán que repercutir de alguna manera en el bolsillo del ciudadano”.
Estamos generalmente acostumbrados a pagar poco por el agua y cualquier medida tendente a aumentar el precio del recibo es profundamente impopular; incluso, y es paradójico, en países como España en los que parece que los ciudadanos no somos del todo conscientes de lo que supone abrir el grifo cada día en una geografía azotada por la aridez y la sobreexplotación de los acuíferos. Como señaló Alejandro Maceira, director de iAgua, en un reciente debate, “en España vivimos un milagro diario: tener agua de calidad las 24 horas del día y los 365 días del año”.
Tener que beber otra vez el agua que ya hemos tirado a la alcantarilla puede generar resistencia psicológica en muchas personas; pero al mismo tiempo puede ser un revulsivo a favor de la concienciación en el valor del agua, de la importancia de no malgastarla y sobre todo de evitar su contaminación. En este sentido, los contaminantes emergentes, que se detectan constantemente, son el principal enemigo de la reutilización total del agua pues obligan a una constante investigación en su detección y en tecnologías para su eventual eliminación.
“Si queremos agua de calidad, tendremos que pagarla”, señala el director del ICRA, “necesitará más tratamientos, más controles y alguien lo tiene que asumir; una parte puede ir a cargo de la Administración, pero otra parte la tendrá que pagar el ciudadano”. Ante la impopularidad de estas medidas, Barceló cree que la reflexión se impondrá y lo fundamenta con la paradoja de muchas personas que destinan más de la mitad de una mensualidad a la adquisición de un teléfono móvil y se indignan si se les sube el recibo del agua un euro al mes: “Como ciudadanos tenemos que pensar lo que es necesario y lo que no es tan necesario. Tener un móvil nuevo que haga más fotos y tenga más memoria puede ser que no lo necesitemos, en cambio el agua sí que es necesaria”.
El agua es demasiado preciada para utilizarla sólo una vez. Tenemos que concienciarnos, y considerar los beneficios de una cultura de reutilización y reciclaje nos puede ayudar mucho. En la agricultura, avanzar hacia modelos ecológicos hará disminuir la contaminación freática a causa de los fertilizantes; en la industria reduciremos y reciclaremos los residuos; y en nuestros domicilios, si eliminamos los contaminantes que vertemos a la alcantarilla reduciremos el coste de reutilización. Comprender el modelo de economía inspirado en los ciclos de la naturaleza nos orientará hacia una sostenibilidad global. La salud del agua y su disponibilidad serán los indicadores de que lo estamos logrando.