¿Cuándo comenzó el Antropoceno?

Los científicos buscan la definición de la era geológica caracterizada por la alteración que la humanidad ha causado en la Tierra. El objetivo es comprender qué hemos hecho, tener más datos sobre los efectos causados y postular una nueva reflexión sobre la sostenibilidad. ¿Qué acción puede definir el Antropoceno? Entre la lista de cambios dramáticos, la contaminación del agua y los efectos de las infraestructuras hidráulicas están entre las candidatas.

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El Antropoceno se define en el diccionario como “tiempo o época reciente caracterizada por el efecto de la acción humana”. Aunque oficialmente no está aún reconocido entre la comunidad científica, se acepta comúnmente que sustituye al Holoceno, el período de 11.700 años durante el cual surgieron las civilizaciones humanas.

Nadie discute que el Holoceno, época caracterizada por la estabilidad en la superficie de la Tierra, ha acabado. La humanidad ha cambiado el planeta notablemente y en un periodo de tiempo muy corto a escala geológica. Este cambio brusco se dio especialmente durante la segunda mitad el siglo XX. La atmósfera, el agua dulce, los océanos, la orografía, la flora y la fauna se vieron en unas pocas décadas transformados por las emisiones de gases, la contaminación del agua, la destrucción de la biodiversidad, la construcción de edificios e infraestructuras y la alteración de los ecosistemas.

La actividad humana llegó en poco tiempo a sobrepasar a los procesos naturales en la configuración del paisaje. En la actualidad, se ha calculado que desplazamos alrededor de 24 veces más materiales que los que mueven los ríos, océanos, glaciares, volcanes, meteoritos y terremotos, que han sido desde millones de años los únicos modificadores de la geografía física y ecológica de la Tierra.

Últimamente, desde la perspectiva científica se ha insistido en que definir el Antropoceno es fundamental para configurar una plataforma que permita comprender los impactos causados y ser así capaces de formular hipótesis más sólidas para reparar los daños.

 

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Los científicos buscan la definición de la era geológica caracterizada por la alteración que la humanidad ha causado en la Tierra. © Riley – unsplash

¿Cuál es el mejor indicador?

El artículo Defining the onset of the Anthropocene, publicado el pasado noviembre en la revista Science, explica el trabajo que los científicos asociados al Grupo de Trabajo sobre el Antropoceno (AWG) están realizando para determinar el lugar y el momento en los que la humanidad se convirtió en una “superpotencia geológica”.

Es una tarea compleja, pues tanto el “lugar” como el “momento” de los factores de cambio estudiados suelen estar difusos en el espacio y abarcan considerables periodos de tiempo. El lugar deberá presentar propiedades físicas específicas en capas o estratos de sedimentos que muestren los efectos de los aumentos recientes de la población humana, la industrialización y la globalización, y los cambios provocados en el paisaje, el clima y la biosfera.

Algunos ejemplos: las pruebas de las bombas nucleares, que comenzaron a finales de 1952, dejaron un rastro de isótopos de plutonio por todo el planeta; el súbito aumento de la producción de energía eléctrica proveniente de la quema de combustibles fósiles después de la Segunda Guerra Mundial causó el sedimento de partículas de hollín; y el uso de fertilizantes también se hizo masivo en esa misma época y dejó señales notables en el ciclo natural del nitrógeno.

También la llegada de los plásticos en la década de 1950 (presentes ahora tanto en el fondo del océano como en el Everest) los hace candidatos serios a ser escogidos como indicadores. De hecho, recientemente ha proliferado el término “edad del plástico” más allá de la comunidad científica. El aumento más pronunciado de la contaminación por estos polímeros se produjo unos 20 años después del de los isótopos de plutonio, y ambos no habían aparecido nunca antes en el registro geológico.

La aparición de la contaminación en las aguas dulces durante las décadas de 1950 y 60 acumula factores a favor de ser el indicador definitivo tanto del dónde como del cuándo surgió el Antropoceno. Ríos, lagos y acuíferos se han eutrofizado (presentan exceso de nutrientes inorgánicos) en todas las zonas agrícolas y acumulan tal cantidad de residuos que en algunos casos es imposible imaginar su estado natural holocénico.

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La aparición de la contaminación en las aguas dulces durante las décadas de 1950 y 60 acumula factores a favor de ser el indicador definitivo tanto del dónde como del cuándo surgió el Antropoceno. © Daniel Jolivet

Más animales domesticados y menos salvajes

Son muchos los que creen que un factor indicador inapelable es la súbita superpoblación de los animales domesticados. Las gallinas, con 25.000 millones de individuos, constituyen ahora, de lejos, la mayor población de aves del planeta y dos tercios de la masa de grandes mamíferos son especies ganaderas. Las poblaciones de vacas (unos 1.100 millones), ovejas (más de 1.000 millones) y cerdos (unos 950 millones) están muy por encima de la de bisontes, búfalos, ciervos y jabalíes, por ejemplo, que son especies salvajes que, en su conjunto, se han reducido en un 70% el último siglo.

Este desarrollo acelerado de la ganadería ha provocado un notable incremento de las huellas de carbono e hídrica, y la contaminación de acuíferos. Además va asociado a la proliferación de una dieta en los países ricos basada en un transporte internacional de alimentos que no tiene antecedentes históricos y que es otra de las características del Holoceno/Antropoceno.

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Las poblaciones de vacas (unos 1.100 millones), ovejas (más de 1.000 millones) y cerdos (unos 950 millones) están muy por encima de la de bisontes, búfalos, ciervos y jabalíes, por ejemplo, que son especies salvajes. © Rockin’Rit

Las infraestructuras hidráulicas y la fragmentación de los hábitats

El impacto que las infraestructuras de gestión del agua han tenido sobre nuestro planeta a lo largo del siglo XX se han divulgado muy poco, debido a que en que en muchos casos han tardado en conocerse los daños provocados. Ha sido gracias al desarrollo de la ciencia ecológica y geológica estas últimas décadas que hoy disponemos de abundantes datos que pueden llegar a sorprender: el agua ha sufrido las consecuencias antropogénicas tanto como la tierra, pero ha constituido un elemento transmisor de desequilibrio mucho mayor.

Un notable grupo de ecólogos señala que las consecuencias de los trasvases entre cuencas y el levantamiento de grandes presas en los ríos marcan un antes y un después muy claro para ser escogidos como referencias antropogénicas.

Del mismo modo que una autopista o una línea ferroviaria constituyen barreras insalvables para un gran número de animales, las tuberías y canales de los trasvases de agua entre cuencas también lo son. Muchos animales ven interrumpidas sus migraciones y recorridos, lo que significa también que muchas semillas, transportadas en sus heces, y el polen dejan de distribuirse como antes. Esto causa la fragmentación de los hábitats, otra de las características del Antropoceno.

El agravante de este transporte de agua es que también lo es de especies. Los trasvases han posibilitado que animales, plantas o microorganismos se salten las barreras naturales orográficas y pasen de la cuenca emisora a la receptora colonizándola. Se tiende entonces a la homogeneización de los ecosistemas, lo que empobrece la biodiversidad.

Por otra parte, la reducción en el caudal de la cuenca emisora reduce la sedimentación y el aporte de agua en la desembocadura, lo que favorece la invasión paulatina del agua del mar con la consiguiente salinización del suelo y el empobrecimiento de los ecosistemas próximos, como está ocurriendo en muchos humedales y marismas. Al contrario, la cuenca receptora del trasvase ve aumentar su volumen de agua a un nivel al que su ecosistema no está adaptado. La vegetación de ribera queda significativamente alterada, por lo que puede desaparecer, aumentando la erosión del cauce.

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El levantamiento de grandes presas en los ríos marcan un antes y un después muy claro para ser escogidos como referencias antropogénicas. © Joshua Sukoff-unsplash

Dos tercios de los ríos del mundo no fluyen forma natural

La construcción acelerada de presas grandes se produjo en la segunda mitad del siglo XX. Hay unas 45.000 en todo el mundo, que cubren un área aproximada de más de 335.000 km2. Esto cambió de forma drástica la distribución global de agua dulce, alterando los patrones naturales de variación hidrológica y de transporte de sedimentos de los ríos.

Las presas han modificado todos los sistemas ecológicos de dos tercios de los principales ríos del mundo, cuyas aguas no pueden fluir de forma natural. Esta circunstancia ha tenido consecuencias nefastas para la naturaleza, ya que la biodiversidad de agua dulce ha mostrado un descenso del 84% de las especies desde 1970 y un tercio de los peces de agua dulce están ahora en peligro de extinción. Las grandes presas son otro indicador candidato a definir el cambio de periodo geológico.

La lista de acciones humanas candidatas a definir el Antropoceno es larga y la mayor parte de sus consecuencias son ya irreversibles. Hemos de convivir con ellas y estamos obligados a conocer mejor lo que hemos hecho para no persistir en los errores en el futuro y aprender a adaptarnos. La definición de esta nueva época geológica nos obligará a una visión holística del impacto que causamos y probablemente a reconsiderar el concepto de sostenibilidad.