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Cuando uno se queda sin cosechas, sin ganado, sin agua, migrar es un recurso inmediato de supervivencia. Es una estrategia común entre los seres vivos. En el caso de la humanidad, los movimientos migratorios han constituido un elemento clave en el poblamiento de la Tierra desde que se tienen registros históricos. Los seres humanos han migrado mayoritariamente por dos causas: la pobreza o la violencia. La actual crisis climática está relacionada con ambas: genera pobreza en zonas generalmente ya pobres, y es un elemento que desgraciadamente acompaña a los conflictos étnicos y bélicos endémicos precisamente en las zonas más degradadas económicamente del planeta. El término de “desplazado climático” se añade así de forma preocupante al diccionario de gobiernos y organizaciones internacionales, ya que supone un nuevo reto para la consecución plena de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
La geografía moderna clasifica las migraciones en dos grandes grupos: las transfronterizas o internacionales, que se dan entre distintos países, y las internas, que son los movimientos de población que se registran dentro de cada país. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en 2017, los migrantes internacionales llegaron a ser 258 millones, lo que representa el 3,4 % de la población mundial; sin embargo, según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), los migrantes internos doblaron esta cifra, superando los 500 millones.
Los movimientos internos son pues más numerosos pero son más silentes, ya que transcienden menos a los medios de comunicación que las migraciones entre países; sin embargo, amenazan con causar graves crisis humanitarias por sus dimensiones y por la incapacidad de muchos de los gobiernos de los países implicados para mitigar o adaptarse a situaciones climáticas severas. Muchos de ellos ya las están sufriendo.
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Hacia un modelo de previsión imprescindible
El informe del Banco Mundial Groundswell: Preparing for Internal Climate Migration lanza una alerta de las consecuencias negativas que puede causar la crisis climática que estamos viviendo en algunas de las zonas más vulnerables del planeta como son el África subsahariana, el Asia meridional y la América Latina. Son zonas que presentan la mayor pujanza demográfica de las próximas décadas, y son claves para el equilibrio de la humanidad. En el estudio han colaborado con el Banco Mundial expertos del Columbia University Earth Institute, la City University of New York (CUNY), el Institute for Demographic Research (CIDR), y el Potsdam Institute for Climate Impact Research (PIK).
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Uno de los principales objetivos del trabajo es el de sentar las bases para la creación de un modelo geográfico para el seguimiento del fenómeno migratorio interno. Es un enfoque pionero, pues relaciona datos demográficos, socioeconómicos y climáticos de alta resolución, ya que divide el territorio en cuadrículas de 14 km2. La finalidad es modelar los cambios probables en la población en cada país para detectar los que se pueden atribuir a la migración climática interna.
Por otra parte, el informe arroja estimaciones preocupantes: hasta 143 millones de personas en estas áreas podrían convertirse en migrantes climáticos internos en 2050. De estos, 86 millones en el África subsahariana, 40 millones en Asia meridional y 17 millones en Latinoamérica.
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Una herramienta de prevención y adaptación
Este conocimiento puede llegar a ser muy útil para la gobernanza en estas zonas, en las que se estima que la población crezca hasta duplicarse en 2050. Allí están 47 de los países menos desarrollados y con menos recursos para controlar los movimientos migratorios, y que además son los más amenazados por la evolución de la crisis que está provocando el cambio climático. Un factor que incrementa su vulnerabilidad es la falta de datos demográficos fiables. Son grandes áreas, como las de Sahel, en África, donde la población ha venido migrando periódicamente y en las que no hay datos exactos sobre el acceso a agua, las cabezas de ganado, el catastro o el estado de los cultivos.
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El modelo que pretende crear el estudio del Banco Mundial tiene en cuenta la dificultad de obtener estas variables y también tiene como objetivo controlar otro fenómeno desequilibrante como son los desajustes en el equilibrio demográfico que provocan los ciclos mal gestionados entre las sequías y los periodos de abundancia de lluvia. Un ejemplo es el caso del Sahel, donde las lluvias de la década de 1960 provocaron el retorno de antiguos pastores y agricultores en buena parte impulsado por los propios gobiernos de los países de la gran franja semidesértica; el retorno de la sequía entre 1968 y 1974, en una zona relativamente superpoblada, provocó una de las hambrunas más lacerantes que se recuerdan.
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La información es poder
El estudio confirma un factor que los expertos anuncian desde hace décadas: que la escala de la migración climática interna aumentará hasta 2050, pero añade que con toda probabilidad se acelerará a menos que se tomen medidas adecuadas.
En este sentido las conclusiones no son del todo pesimistas pues consideran que la propia migración puede ser una estrategia sensata de adaptación a la crisis climática si se administra con cuidado y es apoyada por buenas políticas de desarrollo e inversión.
En este sentido, la migración climática interna no tiene por qué ser una crisis, pero puede serlo, y humanitariamente muy grave, si no se controla. Aquí el viejo dicho de que la información es poder es más vigente que nunca.