Además del amplio espectro de dolor a causa de las pérdidas humanas y la amenaza a la salud, la pandemia ha significado una catástrofe económica sin precedentes y ha sumido a la gran mayoría de habitantes de la Tierra en la angustia de la incertidumbre ante el mañana.
Como suele ocurrir en estos casos, los más desfavorecidos son los que sufren las peores consecuencias y los que más afrontan un futuro amenazado por el abandono. El universo de personas con necesidad de acceso al agua, al saneamiento y la higiene es uno de los colectivos más perjudicados por las consecuencias de la pandemia.
Las han sufrido directamente por causas que son muy distantes al mundo desarrollado. Muchos, por imperativos del confinamiento, han sido abandonados en sus necesidades de acceso al agua; a los que viven en los barrios marginales también se les ha impedido la recogida de basuras, para algunas familias el único medio de supervivencia; otros tantos han visto desaparecer una asistencia sanitaria que ya era precaria en la mayoría de los casos; asimismo, el cierre de las escuelas ha provocado que millones de niños y niñas hayan visto truncada su educación y perdido el reducto de seguridad y alimento que supone la escuela en su entorno deprimido; ha habido también a quien el cierre de fronteras les ha alcanzado migrando, huyendo de la violencia o de la pobreza, buscando un lugar en el que asentarse dignamente.
Algunas zonas están sufriendo de una forma especialmente hiriente las consecuencias indirectas de la pandemia. Las restricciones a los viajes y al transporte de mercancías han truncado actividades que repartían la riqueza, como el turismo sostenible, el comercio justo y los intercambios educativos. Por otra parte, el freno a la inversión y a la ayuda internacional ha alterado significativamente las estrategias de desarrollo de muchos gobiernos e instituciones, y ha puesto en serio peligro la consecución de la Agenda 2030, una meta ya difícil antes de estallar la pandemia.
En los epicentros de la crisis
El agua, al saneamiento y la higiene han resultado más imprescindibles que nunca en la lucha contra la covid-19. Y en esta dura batalla, hemos garantizado a través de los proyectos comenzados este año, el acceso a los estos tres elementos a más de un millón de personas de África, Asia y América latina.
En México, Malí y Brasil estamos ayudando a proveer de agua e higiene en zonas fronterizas sometidas al estrés demográfico de los movimientos migratorios. En estas regiones, frecuentemente olvidadas, miles de migrantes y las comunidades que los acogen se enfrentan a unas normativas inciertas, desbordados por la falta de instalaciones adecuadas y el acceso restringido a los servicios públicos para la salud, al agua potable y al saneamiento.
Los hospitales son el epicentro sanitario de la crisis provocada por la pandemia. En India, hemos colaborado ante la falta de recursos sanitarios y de infraestructuras higiénicas, proporcionando instalaciones de tratamiento de aguas residuales en el hospital de Chengalpattu. En el estado de Andra Pradesh, la presión de la falta de recursos se añade a la estigmatización de los que trabajan luchando contra la infección y a los propios infectados.
En muchas comunidades rurales más desfavorecidas, los problemas sanitarios de la pandemia se han añadido a los endémicos de la falta de saneamiento y conocimientos de higiene. En Madagascar, Indonesia y Burkina Faso estamos ayudando a combatir la lacra de la defecación al aire libre, algo imprescindible para reforzar la resiliencia de las comunidades frente al avance de la covid-19.
Desarrollar infraestructuras y proporcionar capacidad de gestión del agua y el saneamiento son factores imprescindibles para la recuperación económica de las zonas más deprimidas. En India, en el estado de Rajasthan, conseguir la seguridad hídrica para afrontar el cambio climático es urgente y la base de todo desarrollo. Allí es perentorio reforzar los núcleos básicos de la población rural, como las aldeas agrícolas del distrito de Dholpur.
La propagación de la covid-19 en India provocó que millones de trabajadores de los sectores informales y no organizados, como fontaneros, electricistas y jornaleros ocasionales perdieran por el confinamiento sus medios de subsistencia. Formarlos sobre las causas de la pandemia y sobre cómo prevenir el contagio, así como proporcionarles kits de ayuda y equipos de protección adecuados les hace ganar confianza, les facilita mantener sus trabajos y promocionarse para obtener nuevos contratos.
Las escuelas son la base de la resiliencia de cualquier comunidad. Ahora más que nunca a causa de la pandemia, son el pilar de la higiene y su transmisión en el resto de la comunidad, y configuran la principal esperanza de empoderamiento de las mujeres. El agua potable y las instalaciones adecuadas son la base de la fortaleza del sistema educativo y la garantía de poder alcanzar plenamente los ODS. Este año, con iniciativas específicas en escuelas de Marruecos, Nicaragua e India hemos superado ya los 205.000 escolares y maestros beneficiados en las regiones más abandonadas del mundo.
Una reacción esperanzadora
Esta crisis está provocando una reacción nunca vista en la historia reciente y creado una nueva conciencia. El impulso a la plataforma Smart Water cobra más vigencia ante la constatación universal de que los problemas planetarios no pueden aislarse ni gestionarse unilateralmente.
El agua es el hilo conductor para afrontar con inteligencia este reto de supervivencia y justicia que tenemos planteado, y tenemos que hacerlo con diálogo y cooperación para aprovechar las oportunidades del profundo cambio que estamos viviendo.
En todas las iniciativas de este duro 2020 nos hemos encontrado con sufrimiento humano, pero también con esperanza. La esperanza que genera el saberse comprendido y ayudado; la que genera el entusiasmo y generosidad de las instituciones con las que colaboramos, que han redoblado esfuerzos pese a las dificultades de financiación y frente a las restricciones de movilidad.
La esperanza también se manifiesta en los 3.362 autores de 131 países inscritos al We Are Water Film Festival 5, quienes a pesar de todas las dificultades debidas a los confinamiento y las restricciones nos han proporcionado 45 obras finalistas que constituyen una extraordinaria visión del mundo del agua y el saneamiento en el mundo, de sus problemas y soluciones.
La pandemia ha agravado muchos problemas y ahondado el drama cotidiano de los que luchan por la supervivencia y una vida digna. Pero también ha creado una nueva conciencia de que la solidaridad es un activo tangible y beneficioso para todos. Ser solidarios nos proyecta inmediatamente a un mundo en el que cualquier solución es posible. Algunos modelos matemáticos advierten de que nuevas pandemias son posibles, y gobiernos, empresas y ciudadanos debemos tenerlos en cuenta; del mismo modo que los modelos climáticos llevan años mostrando que la crisis provocada por el calentamiento global y la contaminación nos acompañará amenazando la consecución de los ODS y socavando el capital natural de la Tierra. Siendo conscientes de que el beneficio de todos es el nuestro, y de que el nuestro es el de todos, lo conseguiremos. Este 2021 daremos un gran paso adelante.