Según el Instituto Internacional de Gestión del Agua en Katmandú, Nepal posee el 2,7 % del agua dulce disponible en la Tierra, lo que lo convierte en el segundo país, tras Brasil, con mayor cantidad de reservas hídricas del mundo. Los 8,6 millones de metros cúbicos de agua que fluyen cada año desde las inmensas cumbres del Himalaya a través de los valles nepalíes proporcionan a cada uno de sus habitantes una disponibilidad de 9.000 metros cúbicos (9 millones de litros) anuales. Es una tasa que se sitúa entre las más altas del mundo y, por ejemplo, muy superior a la de India que es de 1.431 metros cúbicos.
El deshielo de los casi de 3.000 glaciares y lagos de las montañas más altas de la Tierra alimenta los más de 6.000 ríos y arroyos que fluyen por los valles del Nepal. Este enorme caudal abastece a más de mil millones de habitantes, aguas abajo, en India y Pakistán. Sin embargo, cerca de 5 millones de nepalíes, un 18 % de la población, no tiene acceso a fuentes de agua potable en condiciones seguras, y el 30,9 % vive por debajo del umbral de la pobreza, según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
La falta de infraestructuras y el alto nivel de contaminación por los plaguicidas y fertilizantes agrícolas y las aguas residuales son las principales causas de los problemas de acceso al agua. Por otra parte, la climatología de Nepal depende en líneas generales de la estación de los monzones, de junio a septiembre, cuyos vientos determinan también el deshielo en los Himalayas. Por ello, el cambio climático es una grave amenaza para el país. Hidrólogos y expertos climáticos nepalíes coinciden en la necesidad de reunir más y mejor información sobre el agua con el fin de diseñar políticas de gestión basadas en datos científicos.
El caso de Katmandú, que muestra el cortometraje, es también el de muchas ciudades asiáticas que están rodeadas por cauces fluviales altamente contaminados. Sólo en la capital nepalí se producen al día alrededor de 150 toneladas de residuos que se vierten sin control en los ríos. Alrededor de la ciudad se concentra una población de más de un millón y medio de habitantes, y, según la Oficina Central de Estadísticas del Gobierno, una de cada cinco familias de la capital no tiene acceso a una fuente de agua doméstica y dos tercios de los hogares viven con un suministro de agua inadecuado.
Los problemas de acceso al agua y saneamiento se agravaron el 25 de abril de 2015, con un terremoto de magnitud 7,8 en la escala de Richter. El temblor sacudió Nepal con epicentro en el distrito de Lamjung, a 81 km al noroeste de Katmandú, y 68 km al este de Pokhara, la segunda ciudad más poblada del país. Su impacto fue muy grave y aldeas enteras de montaña quedaron totalmente destruidas. El número de afectados se ha cifrado en 8.100.000 personas, de las cuales la mitad son menores de edad. La cifra oficial de víctimas mortales fue de 7.000, y más de 9,5 millones de personas quedaron en necesidad de asistencia humanitaria. La falta de agua y alimentos provocó 2,8 millones de desplazados internos, y Katmandú recibió a miles de personas que huían de la ruina.
Aún hoy, la ciudad y el país no se han recuperado de la catástrofe. La Fundación We Are Water colaboró con World Vision y Oxfam en dos proyectos. En el proyecto con World Vision se suministraron bidones que han ayudado a unas 1.500 familias a transportar y almacenar agua para sobrevivir. En el proyecto con Oxfam se enviaron más de cinco toneladas de agua y material de saneamiento, desde el almacén de Oxfam en Barcelona, para ayudar a las personas damnificadas. Con ello se abasteció de agua potable a más de 30.000 personas.
Los protagonistas del cortometraje indican que la población de Katmandú va creciendo cada año. Actualmente hay una demanda de alrededor 320 millones de litros diarios de agua, y sólo se proveen 120 litros. “¿De dónde vendrán los otros 200 millones de litros de agua?” se preguntan sus habitantes. El caso de la capital nepalí que, rodeada de enormes cantidades de agua, es incapaz de procurar el total acceso a sus habitantes es una cruel paradoja que debe alertarnos de complejidad del gran reto del crecimiento urbano que tienen los países en vías de desarrollo.