A los monzones les cuesta llegar a Lashio, una ciudad de casi 140.000 habitantes que es una de las mayores en el norte del estado de Shan, en Myanmar. Sin embargo, de junio a septiembre, las cuantiosas lluvias de los vientos del mar se precipitan con cada vez mayor fuerza sobre las regiones costeras, donde causan frecuentemente dañinas inundaciones.
En el Sudeste Asiático, varios estudios confirman que las lluvias monzónicas se han incrementado. Es un efecto previsto por los informes del IPCC que, ya en 2012, pronosticaban que el aumento del contenido de humedad atmosférica debido al mayor calentamiento del mar, produciría precipitaciones más cuantiosas en las tierras más expuestas a lo vientos marinos del sureste. Pero la mayor cantidad de agua que cae lo hace sobre donde menos se la necesita; como en las regiones costeras, donde las inundaciones se han incrementado. Mientras, en las regiones áridas o más secas, cuyos cultivos son muy sensibles a las variaciones de pluviosidad, están viendo como la lluvia llega con mucha más irregularidad y en menor cantidad. La región birmana de Shan es una de ellas.
No hay agua donde antes la había
El corto Everyday Needs, micro documental finalista del We Art Water Film Festival 5, describe una situación que desde los últimos años se está repitiendo en Lashio: la falta de suministro de agua. La población nunca había tenido que acceder al agua transportada en camiones cisterna, pero allí hacen ahora cola con sus cubos y bidones. El agua se vende a bajo precio; pero la pobreza, incrementada por la pandemia de la covid-19, ha golpeado duramente y muchos no pueden pagarla.
La situación de la población de Lashio es tan extrema que frecuentemente no pueden lavarse o bañarse. En algunos barrios los vecinos han cavadobuscando pozos artesanos para conseguir que aflore el agua de las capas freáticas, pero éstas también han menguado y cada vez es más difícil conseguirla.
Los protagonistas del documental son dos amigos que han tenido que dejar sus trabajos y ahora compran y venden agua con su camión-cisterna. La compran aquí y allá para venderla a quien se la pida; pero a veces la donan gratuitamente a residencias de ancianos, a hospitales, y la reparten a los que no la pueden pagar en los barrios más necesitados. Anteponen la solidaridad a sus ganancias – que necesitan para mantener a sus familias – y muestran cómo la unión es más poderosa que la adversidad.