Entre el sur y el este del continente asiático, de Pakistán a China, viven más de 3.450 millones de personas; significan el 43% de la población mundial. Si echamos un vistazo a cualquier mapa de la densidad de población, vemos que hay unas zonas que destacan por su intensidad y extensión: las cuencas hidrográficas del Indo, el Ganges y el Brahmaputra, respectivamente en Pakistán, India y Bangladés; y las del Río Amarillo y Yangtsé, en China. En total, suman más de 5,1 millones de km2 de extensión y allí viven unos 1.200 millones de personas.
Entre el sur y el este del continente asiático, de Pakistán a China, viven más de 3.450 millones de personas; significan el 43% de la población mundial. Si echamos un vistazo a cualquier mapa de la densidad de población, vemos que hay unas zonas que destacan por su intensidad y extensión: las cuencas hidrográficas del Indo, el Ganges y el Brahmaputra, respectivamente en Pakistán, India y Bangladés; y las del Río Amarillo y Yangtsé, en China. En total, suman más de 5,1 millones de km2 de extensión y allí viven unos 1.200 millones de personas.
La cuenca del Ganges y del Brahmaputra, a barlovento de los Himalayas
¿Qué ha causado esta acumulación demográfica? La respuesta comprende muchos factores, y el geológico es uno especialmente significativo. El caso de las cuencas del Indo, el Ganges y el Brahmaputra es una buena referencia para comprenderlo.
50 millones de años atrás, en el periodo conocido como el Eoceno, las placas tectónicas de la India y Eurasia colisionaron. Las enormes fuerzas de presión que resultaron del choque generaron la gigantesca elevación montañosa de los Himalayas, las montañas más altas del mundo.
El ciclo del agua acabó de configurar la biosfera de la zona. En el verano, la tierra continental se calienta más que el mar y transmite este calor al aire de la superficie que se eleva, creando una depresión que “aspira” el aire, más frío, que está sobre el océano. Se generan vientos de componente sur, cargados de humedad, que chocan con las cadenas montañosas y descargan abundantes precipitaciones.
Durante millones de años, la escorrentía de esa agua formó los grandes ríos que, cargados de sedimentos, crearon tierras muy fértiles en las que la vegetación prosperó. Un fenómeno similar se dio en la formación de las cuencas del Río Amarillo y Yangtsé en China. Los sedimentos de las aguas provenientes de las mesetas y cordilleras al oeste del país configuraron un terreno muy rico en nutrientes regado por las lluvias de procedencia oceánica.
La revolución agrícola
Los historiadores estiman que el Homo sapiens llegó al subcontinente Indio hace aproximadamente entre 70.000 y 50.000 años, durante el Paleolítico Superior. Migraron desde África a través de diferentes rutas, probablemente siguiendo la costa sur de Asia o a través del Medio Oriente. Eran cazadores-recolectores que prosperaron en la rica biodiversidad que les ofrecían los caudalosos ríos que descendían de los Himalayas.
Allí, estos humanos superaron el cambio climático que supuso la última glaciación, que finalizó unos 11.000 años atrás, y muchos se asentaron. Esta tendencia al sedentarismo creó el contexto adecuado para el advenimiento de la agricultura cuando, con el aumento de la temperatura, proliferaron las plantas de ciclo anual que proporcionaron granos y tubérculos salvajes, fácilmente almacenables.
Se había creado la base del advenimiento de la agricultura. Los cazadores-recolectores comenzaron a sembrar. En el subcontinente indio se cultivó el trigo, la cebada y la azufaifa alrededor de 9.000 años atrás, y después siguió la domesticación de la oveja y la cabra. El cultivo de cereales, junto con la cría del ganado, se perfeccionó con la cultura Mehrgarh hacia 8000-6000 a.e.c, que logró la primera domesticación del elefante.
Los agricultores de las cuencas del Río Amarillo y Yangtsé en China evolucionaron de una forma similar, adaptando el cultivo del cereal a la alternancia de las estaciones secas y lluviosas, y almacenando el excedente de las cosechas para los periodos de escasez.
Dependencia del clima y de la gestión de la tierra
La transformación del modo de vida fue radical. Los cazadores-recolectores dependían del agua tan sólo para beber, mientras que los agricultores sedentarios pasaron a necesitar de forma ineludible del agua de la lluvia para alimentarse. Una sequía que se prolongase más de lo normal causaba hambrunas y muerte. Nació la necesidad de regar, actividad que se desarrolló en el valle del Indo alrededor de 4500 a.e.c.
La evidencia arqueológica de un arado con tracción animal en la civilización del Indo data de 2500 a.e.c. La ganadería proporcionó fuerza muscular y alimento, pero generó nuevos problemas: incrementó la dependencia del clima y obligó a la gestión planificada de la tierra.
Paleontólogos e historiadores sostienen que si bien los individuos agricultores empeoraron su calidad de vida respecto a sus ancestros cazadores-recolectores, los beneficios como especie fueron decisivos. La abundancia de alimento, aunque de peor calidad (la obtención de proteínas de origen animal se hizo más costosa y acabó siendo elitista) facilitó el incremento de la población. Las aldeas proliferaron y progresivamente sus habitantes fueron aumentando de cientos a millares. Nacieron las ciudades, la artesanía y la generación de residuos. La transformación del entorno se aceleró.
Nació un nuevo concepto de territorialidad que estuvo muy ligado al acceso al agua, al clima y a la fertilidad de la tierra. Estos factores fueron decisivos para la extensa explosión demográfica de las cuencas hidrográficas de Pakistán, India, Bangladés, Birmania, Laos, Camboya, Vietnam y China. En otras zonas, como el Amazonas y el África ecuatorial, la preponderancia de la vegetación selvática impidió el desarrollo masivo de cultivos y la demografía se contuvo significativamente.
Unas cuencas indicadoras de nuestro progreso
En la actualidad, según la FAO, los cultivos representan la mayor parte de la producción global de alimentos. Aproximadamente el 83% de las calorías consumidas por los humanos provienen de plantas cultivadas. La ganadería contribuye significativamente a la producción de proteínas y otros nutrientes y, a nivel mundial, representa el 17% de la producción de calorías. La pesca y la acuicultura proporcionan una menor proporción de nutrientes para muchas personas en todo el mundo: más del 17% de la ingesta de proteínas animales y el 7% de las proteínas consumidas proviene del pescado y los productos pesqueros.
El cambio climático, la sobreexplotación y la contaminación del agua ya acechan a zonas como la cuenca del Ganges y del Brahmaputra. El peso de la seguridad alimentaria sigue recayendo en el equilibrio del binomio agua-fertilidad del suelo determinado por la orografía y el clima, y estas cuencas asiáticas son un buen indicador de nuestros progresos. Pese a los avances tecnológicos en la explotación del suelo, más de la mitad de la población mundial depende de que este equilibrio milenario no se trunque.