“Hacia 2050, los riesgos de inundaciones, sequías y olas de calor tienden a incrementarse. El agua que nos proporciona el hielo y la nieve descenderá drásticamente. Con toda probabilidad, alcanzaremos valores anómalos en todos estos fenómenos si no evitamos sobrepasar los 1,5º de calentamiento atmosférico antes de 2030.” Así se expresaba el Dr. Jean-Pascal van Ypersele hace ya casi 10 años en el taller Social Perceptions of Water and Climate que organizamos en Barcelona conjuntamente con la International Association of Broadcast Meteorology (IABM), la asociación internacional de “hombres y mujeres del tiempo” televisivos.
En aquel momento, el entonces vicepresidente del IPCC, resumió las bases científicas y las predicciones del Quinto Informe de Evaluación (AR5), cuya síntesis se iba a presentar en la COP 21 de París. Durante su intervención, destacó la importancia de comunicar las bases científicas del cambio climático de manera comprensible y efectiva a nivel global.
En el taller participó Mónica López, por entonces jefa del Departamento de Meteorología de RTVE. En su trabajo de divulgación, la presentadora había grabado un vídeo en 2014 en el que escenificaba cómo podría ser un “informe del tiempo” en la televisión de 2050.
Tanto las previsiones de Jean-Pascal como la ficción de Mónica – ambos Amigos de la Fundación – podrían aplicarse a la situación actual. Lo más preocupante del cambio climático, si nos atenemos a la frialdad de los datos, es que sus peores consecuencias parecen haberse adelantado 25 años.
Modelos en continua revisión
La aceleración de los fenómenos extremos en los últimos años ya no pasa desapercibida para la población mundial y genera una creciente preocupación sobre el futuro. Los meteorólogos que trabajan con modelos avanzados, como los del Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas a Plazo Medio (ECMWF) o el Global Forecast System (GFS) de Estados Unidos, explican que los cambios se están produciendo a tal velocidad que los umbrales utilizados para prever eventos extremos se quedan desfasados con rapidez.
En los dos últimos veranos, tanto en el hemisferio Norte como en el Sur, se han registrado récords de temperatura inusitados, con aumentos de tres o más grados por encima de lo habitual. Estos episodios, inesperados en su magnitud, son más propios de las proyecciones climáticas que el AR6 situaba hacia 2050 en el caso de no frenar el aumento global de temperatura en los 1,5ºC.
Algo parecido ha ocurrido con las violentas inundaciones a escala local, como el medicane de Libia del pasado año y la reciente DANA que ha arrasado Valencia: aunque a corto plazo meteorológico los modelos previeron del fenómeno con eficiencia, los pronósticos climáticos los situaban más próximos a la mitad de este siglo.
La Organización Meteorológica Mundial (WMO) considera que son precisos más estudios que incorporen los datos de estas últimas anomalías extremas, como los de episodios como las olas de calor de Europa en 2023, las lluvias de Pakistán en 2022 y las recientes inundaciones en Grecia.
Los modelos numéricos basados en algoritmos avanzados, están enfrentando un desafío creciente: cuando los datos cambian de manera impredecible, la precisión de las previsiones exige continuas revisiones.
El reto de la comunicación científica
La rapidez de los cambios obliga a la comunidad científica al esfuerzo de informar adecuadamente a la población. Los presentadores de televisión han asumido desde hace tiempo la responsabilidad del liderazgo, como quedó patente en el Forum International de la Météo et du Climat de 2016, al que asistimos en París acompañando a profesionales del de la información meteorológica españoles. Ya entonces se evidenció la necesidad de reformular tanto el léxico utilizado como las explicaciones públicas sobre el origen y las consecuencias de los fenómenos meteorológicos.
Recientemente, términos como “DANA”, “ciclogénesis explosiva” o “vaguadas” se están incorporado al lenguaje cotidianoAdemás, el funcionamiento de los protocolos de alerta, desde las previsiones de los modelos hasta la coordinación entre las administraciones responsables, es cada vez más conocido por el público general.
Sin embargo, el reto también incluye combatir y revertir el negacionismo climático. Un ejemplo reciente son las teorías conspirativas que atribuyen la DANA de Valencia a la manipulación climática gestada desde el proyecto HAARP con la idea de provocar desastres para desestabilizar la geopolítica. De forma similar, la teoría de los chemtrails, sugiere que las estelas de los aviones contienen productos químicos liberados intencionalmente para controlar el clima, envenenar a la población o incluso manipular la mente humana..
En realidad, el HAARP (High-Frequency Active Auroral Research Program) es un programa científico para estudiar la ionosfera, la capa alta de la atmósfera que afecta las comunicaciones y sistemas GPS. Por su parte, las estelas de los aviones (contrails) son simplemente vapor de agua condensado al atravesar aire frío y húmedo a gran altitud.
El desafío de la comunicación científica es notable. Combatir la desinformación en las redes sociales debe avanzar evitando también el sensacionalismo con que muchos medios de información publican las noticias meteorológicas. Este enfoque, en lugar de educar, genera un rechazo defensivo hacia el contenido y las fuentes.
Además, la comunicación científica debe adaptarse al contexto psicosocial en constante evolución. Factores culturales e ideológicos suelen tener más peso en la percepción del cambio climático que la información objetiva recibida. En muchos casos, los ámbitos culturales e ideológicos de las personas tienen en general más importancia en la percepción del cambio climático que la propia información recibida, y muchas veces conocer los hechos con datos objetivos e inteligibles no es suficiente para cambiar los hábitos de comportamiento.
La Organización Meteorológica Mundial insta a los medios de comunicación a incorporar información científica sin temor a perder audiencia, abordándola con coherencia y desmantelando tanto los argumentos negacionistas como los mensajes apocalípticos.
Ante la aceleración del cambio climático, debemos confiar aún más en el esfuerzo de los únicos que están teniendo razón: los científicos, lo mejor que tenemos.