El pasado septiembre, el Foro Regional de Perspectivas del Clima del África Meridional (SARCOF-27), reunido en la República de Mauricio, lanzó un aviso alarmante y preciso: la mayor parte de las regiones del sur del continente iban a experimentar precipitaciones anómalas durante el final de 2023 y todo el 2024. Se pronosticaron condiciones muy lluviosas en el Cuerno de África, y partes de Kenia, Sudán, Sudán del Sur y Uganda, con un alto riesgo de inundaciones; mientras, las áreas más meridionales iban a sufrir sequías anómalas y severas.
Las previsiones se basaban en la confirmación un fenómeno de la Oscilación del Sur-el Niño (ENSO) que consiste en la llegada de aguas más cálidas hacia las costas ecuatoriales sudamericanas del Pacífico. Más conocido simplemente como El Niño, le fenómeno influye en todo el clima mundial y sus efectos se pueden prever cada vez con mayor exactitud, como se ha vendido comprobando estas últimas décadas.
Desplazamientos y hambrunas en África
Hasta ahora, las previsiones se han cumplido con notable exactitud. Desde principios del pasado noviembre, las inundaciones en Etiopía, Kenia y Somalia han causado más de 795.000 desplazamientos en Somalia. Según ACNUR, en Etiopía, muchos de los afectados, especialmente en zonas del sur y centro del país, ya eran desplazados internos debido a la violencia y las sequías de episodios anteriores. En la Región Somalí de Etiopía, las autoridades estiman que hay cientos de víctimas mortales y medio millón de damnificados por las repentinas inundaciones.
Los campos de refugiados suelen ser los más damnificados en estos episodios. En cinco asentamientos etíopes, 213.000 refugiados somalíes se quedaron sin acceso suficiente al agua potable y cerca de 1.000 familias perdieron las tiendas y chabolas donde habitaban. En Kenia, alrededor de 25.000 personas en los campamentos de Dadaab han tenido que buscar refugio en las escuelas construidas en los campos, así como en comunidades cercanas, causando hacinamientos que han aumentado la insalubridad.
Por lo que respecta a la sequía, los pronósticos también han sido exactos y las lluvias de enero y febrero fueron las menos abundantes en 40 años. El pasado marzo, Zimbabue fue el tercer país en declarar la sequía un desastre nacional, después de Malawi y Zambia.
El Gobierno zimbabuense ha comunicado que el país necesita 2.000 millones de USD en ayuda para afrontar la hambruna. El pasado febrero, ya se reportaron casi 9.880 muertes de cabezas de ganado, mientras los pequeños agricultores de las zonas más afectadas estaban luchando para alimentar a sus familias después de la pérdida de cosechas.
El grano básico para la subsistencia de la población más pobre es el maíz. La sequía de los vecinos Malawi y Zambia, proveedores habituales, ha obligado a la importación de maíz modificado genéticamente en Sudáfrica; es más caro, por lo que se han disparado los precios de toda la cadena alimentaria. Según la OMS, más de 2,7 millones de zimbabuenses tendrán problemas alimentarios este 2024.
Por otro lado, la sequía ha llevado a muchas personas a utilizar fuentes de agua inseguras, y el pasado enero la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) anunció los primeros brotes de cólera. La falta de lluvias también ha afectado la producción de electricidad, ya que Zimbabue depende notablemente de la energía hidroeléctrica.
La importancia de las alertas
La Red de Sistemas de Alerta Temprana de Hambre (FEWS NET) prevé que El Niño contribuirá a aumentar las necesidades de asistencia alimentaria todo 2024 en estos países y otras zonas zonas como las regiones occidentales de Angola, gran parte de la República Democrática del Congo, el sur de Tanzania, los márgenes suroeste de Namibia, el suroeste de Sudáfrica, el este de Botswana, Eswatini y el sur de Mozambique. Todos los gobiernos están ya tomando medidas y la las agencias de la ONU trabajan para amortiguar los daños previstos.
Los episodios de El Niño se dan de manera irregular, normalmente dos o cuatro veces cada década, y su intensidad es variable. Los impactos negativos anteriores de El Niño en África fueron en 1982 – 1983, 1997 – 1998 y 2014 – 2015, pero sólo en los dos últimos episodios los pronósticos fueron emitidos con el suficiente grado de exactitud gracias al desarrollo alcanzado por la climatología y la meteorología. A este respecto, las proyecciones publicadas en los últimos informes de evaluación del IPCC (al AR5 y el AR6) se han cumplido.
Por ello, es prioritario avanzar en el desarrollo de los servicios de alerta temprana ante sequías e inundaciones, diseñados por la Organización Meteorológica Mundial; la Iniciativa de Acción para la Adaptación y Resiliencia del Agua (AWARE) los presentó en la COP27 de 2022 de Sharm El Sheik, con el objetivo de evitar estos desastre a las comunidades y ecosistemas más vulnerables en África.
Conocer el ciclo del agua salva vidas
Es significativo que el propio Emmerson Mnangagwa, Presidente de Zimbabue, haya explicado que el fenómeno de El Niño es el causante del desastre. Es un cambio de estrategia de comunicación que los expertos ven como muy positivo, ya que ayuda a sensibilizar a la población de la relevancia del cambio climático y de cómo éste nos afecta a todos. Es una actitud que ayuda a entender la importancia del ciclo del agua y a acabar con las reticencias de explicar a la población las bases científicas del clima, argumentando que no se van a comprender. Es una actitud condescendiente que debe ser erradicada.
Conocer el clico del agua es la base para que las comunidades más abandonadas desarrollen los conocimientos hidrológicos necesarios para ser resilientes ante las crisis climáticas. Nuestros proyectos en zonas afectadas por las sequías lo corroboran: en comunidades de alto estrés hídrico y vulnerabilidad climática com Rajasthan y en Andhra Pradesh en India, y en las aldeas de Tanzania, el trabajo con la población en la identificación de la capa freática y su dependencia estacional desarrolla un conocimiento que empodera a la comunidad y facilita la apropiación y sostenibilidad del proyecto. También lo hemos comprobado en la ayuda al pueblo Chenchu para perforar sus pozos, y en los cuatro embalses construidos en los estados de Andhra Pradesh y Telangana. En todos los proyectos, hemos comprobado que el conocimiento de la ciencia del agua es posible y la mejor garantía de resiliencia y sostenibilidad.