Según la OMS, hay en el mundo más de 400 millones de personas afectadas por la contaminación por flúor en el agua y más de 140 millones sufren las consecuencias de la presencia de arsénico en unos 70 países. Son dos tipos de la denominada contaminación natural del agua que se da principalmente en los acuíferos cuando el agua, en su fluir subterráneo, disuelve diversos compuestos que se encuentran en las capas del suelo. Entre ellos, los más notables son las sales de flúor (los fluoruros), que es la forma en que se encuentra este elemento en la naturaleza, y el arsénico, un metaloide muy común en la atmósfera, la hidrosfera y el suelo; entre otros contaminantes naturales se encuentran el manganeso, el uranio, el radón, el cesio y el litio.
La paradoja del flúor
El flúor se encuentra así en todas las aguas naturales en mayor o en menor medida; por lo general la mayor parte del agua dulce no contiene más de 0,3 mg/litro. Es un micromineral imprescindible para el cuerpo humano, ya que tiene una función esencial en la formación de los huesos y el mantenimiento del esmalte dental. De hecho, el uso de pasta de dientes fluorada ha dado buenos resultados para prevenir la caries dental; y la fluoración del agua también se ha mostrado eficaz en los casos de osteoporosis en las zonas de déficit de flúor en el agua potable y los alimentos.
Sin embargo, ingerido en exceso es muy nocivo. El límite establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el consumo humano de flúor es de 1,5 mg/litro. Comer o beber una cantidad excesiva provoca fluorosis, una enfermedad que durante el período de formación dental (antes de los ocho años) puede producir los efectos contrarios a los beneficios del flúor en dosis reducidas: dientes y esqueleto quebradizos, alteraciones en el desarrollo del sistema nervioso y problemas de pigmentación en la piel. En muchos de estos casos, los síntomas no aparecen hasta después de una exposición desconocida y prolongada, lo que incrementa el daño a la salud de los afectados. De hecho, se desaconseja el uso de productos enriquecidos con flúor, como la pasta de dientes, en menores por su influencia negativa sobre el desarrollo del sistema nervioso.
La fluorosis es endémica en 22 países. Los principales afectados son India, China, Etiopía y México. En algunas zonas de México, como la del estado de Guanajuato que muestra el corto, el 40% de la población sufre fluorosis severa producida en su mayor parte por consumir agua de los más 23.000 pozos existentes, de los que más de 5.000 son ilegales y sin ningún tipo de control.
La epidemia de fluorosis se ha incrementado por la sobreexplotación de los acuíferos, que obliga a perforar cada vez más profundamente, llegando en algunos casos a alcanzar los 200 metros. En estas zonas freáticas profundas se puede llegar a acumular agua que lleva en contacto con la tierra entre 2.000 y 35.000 años. Ese agua “vieja” puede llevar más altas concentraciones de flúor y arsénico. Es lo que ocurre en Guanajuato, donde los acuíferos han sido sobreexplotados por la agricultura y actividades industriales y turísticas con mala gestión hídrica.
Arsénico, el contaminante natural más agresivo
El arsénico es una de las 10 sustancias químicas que la OMS considera más preocupantes para la salud pública. Según la organización, la contaminación natural del agua subterránea por arsénico afecta a más de 140 millones de personas en 70 países de todos los continentes. Además de México, el arsénico está naturalmente presente en altos niveles en las aguas subterráneas de diversos países, principalmente Argentina, Bangladés, Chile, China, India y EEUU. Aquí también la sobreexpotación de los acuíferos es un factor desencadenante de intoxicaciones.
El umbral máximo fijado por la OMS es de 10 microgramos por litro (10 μg/litro ). En algunas zonas, como Guanajuato, el Centro de Geociencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha encontrado arsénico en el agua de la zona, en niveles cinco veces mayores a los señalados por la OMS; también plomo y fluoruro en una concentración muy alta, sobre todo en las zonas cercanas a San Luis de la Paz.
El arsénico del agua pasa también los alimentos que se preparan con ella o por el riego agrícola; aunque la ingesta humana a través de los alimentos suele ser muy inferior a la producida a través de aguas contaminadas.
Según la OMS, la exposición prolongada al arsénico a través del consumo de agua y alimentos contaminados puede causar cáncer y lesiones cutáneas. También se ha asociado a problemas de desarrollo, enfermedades cardiovasculares, neurológicas y diabetes. Aquí también en muchos casos los síntomas no se hacen evidentes a corto plazo.
Del agua de lluvia a la tecnología
La contaminación del agua por arsénico proviene también en muchos casos de actividades industriales y mineras. En el caso del flúor, la contaminación se puede producir por desechos industriales o aguas negras, sobre todo las provenientes de la industria del acero y aluminio, de fertilizantes, de la elaboración de esmaltes y vidrios, de la fabricación de gomas y almidones adhesivos, así como del tratamiento de cueros y pieles. El primer paso para preservar a la población es detectar estas actividades descontroladas e imponer la regulación internacional. Se precisan asimismo intervenciones a largo plazo para planificar la reducción de la exposición de las personas asociada a diversos procesos industriales.
En el caso de la presencia natural de flúor y arsénico en el agua, es preciso en primer lugar informar adecuadamente a la población de la magnitud y causas del problema, y establecer un sistema de monitorización eficiente y transparente. Es necesario que los miembros de cada comunidad comprendan los riesgos asociados a la exposición a altos niveles de estos contaminantes. También es primordial someter a las poblaciones de alto riesgo a un seguimiento continuo para detectar los primeros síntomas de intoxicación. En muchos casos los gobiernos no lo hacen por no perjudicar otros intereses o simplemente porque no disponen de una gobernanza adecuada de los recursos.
La búsqueda de acuíferos no contaminados es imprescindible, aunque muchas veces una misma cuenca comparte la misma composición geológica, por lo que es difícil encontrar acuíferos salubres accesibles a bajo coste, como ocurre en amplias zonas de India, Etiopía y Bangladés. En estos casos, la captación de agua de lluvia forma parte de la solución, especialmente en las zonas de alta pluviosidad, como en Bangladés donde los sistemas de captación domésticos se han mostrado muy eficaces para combatir la intoxicación endémica de la población por arsénico.
En muchos casos, sin embargo, la eliminación de los contaminantes es la única solución eficaz, por lo que hay que recurrir a la tecnología. En el caso del flúor existen varios sistemas en el mercado, con diferentes niveles de dificultad para su implementación y diferentes grados de eficiencia, tales como los sistemas basados en absorbentes (alúmina activada, óxidos metálicos, hidróxido de calcio, carbono activo, zeolitas, arcillas, etc), o sistemas más complejos como la ósmosis inversa o la electrodiálisis.
En la eliminación del arsénico se recurre a técnicas de oxidación, de coagulación-precipitación, de absorción, de intercambio de iones y a diversos sistemas de membranas. También se están desarrollado sistemas eficaces y baratos para eliminar el arsénico a pequeña escala doméstica, aunque las pruebas sobre su eficacia a largo plazo todavía son escasas.
En todos los casos, la educación y la participación de la comunidad son factores clave para asegurar el buen resultado; pero aún lo es más la capacidad de acceso a la inversión para desarrollar e implementar estas tecnologías en las zonas más pobres, que son las que más sufren las consecuencias de esta contaminación, casi siempre silente hasta que ya es irreversible.