¿Cómo articular un sistema financiero al servicio de la naturaleza? ¿Cómo lograr una economía que no degrade la biodiversidad, sino que la proteja? Obtener respuestas a estas preguntas es cada vez más urgente. Y esta urgencia está en la mente de economistas y científicos ante el evidente avance del deterioro medioambiental y el cambio climático, dos crisis que están profundamente interconectadas.
¿Qué cambios en el sistema financiero?
Estuvimos en la COP 16 de la biodiversidad de Cali con el objetivo de explorar estas soluciones en un encuentro con expertos en la salvaguarda de los recursos y procesos naturales que sostienen la vida humana y económica, como el agua, el suelo y la biodiversidad natural. Con esta finalidad, organizamos una reunión con ALTAMIRA & NetworkNature para presentar ejemplos pioneros de financiación de soluciones basadas en la naturaleza (NbS, por sus siglas en inglés) y sacar conclusiones de las lecciones aprendidas.
Carlos Garriga, director de la Fundación manifestó al presentar el debate: “Necesitamos una economía basada en la naturaleza, una economía regenerativa que ayude verdaderamente a las comunidades que más lo necesitan, especialmente a las indígenas que son las que están, en muchos casos, al cuidado y preservación de la biodiversidad”.
En el encuentro planteamos sinergias y discutimos diseño de un ciclo de refuerzo entre las inversiones públicas, las estrategias de adquisiciones, las finanzas y los seguros, estos últimos imprescindibles para la resiliencia financiera de las comunidades vulnerables a la hora de afrontar los riesgos derivados del cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Todas las economías e industrias dependen directa o indirectamente de los ciclos naturales y ningún sector puede permitirse ignorar su valor.
En la reunión se expusieron casos de éxito en la financiación con impacto en la Amazonía y diversos lugares de Latinoamérica. También expusimos los avances en agricultura regenerativa y en la adopción de la sostenibilidad como base del éxito empresarial.
Las conclusiones reafirman la esencia del ODS 17 para lograr la alianza mundial para el desarrollo sostenible. Necesitamos un cambio desde procesos de planificación de inversiones aislados y centrados en el presupuesto hacia un enfoque impulsado por la misión. Y este cambio es posible. Un factor crucial es activar el potencial de las asociaciones público-privadas que integren plenamente a las comunidades para una iniciar una transición justa hacia una economía regenerativa.
La COP 16 de Cali, apodada “La COP de la Gente,” apeló a los pueblos indígenas para frenar la desertificación y restaurar áreas afectadas por incendios y otros desastres climáticos recientes.
Otro año de retraso
Las comunidades son clave, en primer lugar porque son las primeras víctimas de la inacción financiera que se arrastra tras cada Conferencia de las Partes. En esta COP 16 de la biodiversidad, al igual que la COP 29 sobre la crisis climática que se está celebrando en Bakú, la consecución de compromisos vinculantes en la financiación de la adaptación a los daños de las crisis se ha convertido en un problema irresuelto desde el Acuerdo de París de 2015, cuando pareció que la movilización para la reducción de los gases de efecto invernadero tomaba cuerpo.
Por lo que respecta a las COP de la biodiversidad, en Cali se esperaba resolver de una vez el desde siempre controvertido tema de la financiación. Sin embargo, las conversaciones se alargaron más de 24 horas superando las agendas de los delegados, quienes abandonaron la reunión posponiendo la obtención de un acuerdo definitivo para la próxima Conferencia Intermedia que se celebrará en Bangkok antes de la COP17 de Armenia en 2026.
La indefinición financiera obstaculiza también la aplicación del Artículo 8J del Marco Global de Biodiversidad Kunming-Montreal, cuya redacción marcó un hito en la historia de la conservación en la pasada COP15 – la primera en la que participó el sector privado – y que da respuesta a una de las demandas más reivindicadas por los representantes de los pueblos indígenas y las comunidades locales.
Esta falta de acuerdos vinculantes ha supuesto un jarro de agua fría para las expectativas de los países en vías de desarrollo y para la comunidad científica que se lamentan del retraso en la aplicación de Convenio sobre la Diversidad Biológica redactado en 1992 en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro.
Los indígenas en la base de las soluciones
La COP 16 de Cali, apodada “La COP de la Gente,” apeló a los pueblos indígenas para frenar la desertificación y restaurar áreas afectadas por incendios y otros desastres climáticos recientes.
Las comunidades indígenas, en su mayoría víctimas directas de la crisis, se presentan como los mejores gestores de las soluciones. La crisis medioambiental nos obliga al rescate de los sus conocimientos ancestrales para prevenir la degradación de la biodiversidad.
Las culturas indígenas, que estamos olvidando y en muchos casos destruyendo, han sobrevivido durante siglos observando el ciclo del agua y armonizando con él. Lo hacían en su forma de cultivar, de abrevar a su ganado, de beber y de lavarse. La recuperación del ciclo natural del agua significa la recuperación de la memoria colectiva, un elemento que además de aportar resiliencia a la comunidad, es una herramienta de acción efectiva tanto para mitigar el cambio climático como para adaptarse a sus efectos.
Recuperar esta forma de relacionarnos con entorno es posible y se está mostrando en muchos de nuestros proyectos en los que reivindicamos el empoderamiento de las comunidades, como en Bosawas, Nicaragua, en el lago Titicaca en Bolivia y Perú, y el más reciente de las comunidades afrodescendientes de La Guajira colombiana.
A medida que observamos cada vez más una disminución de los recursos públicos se hace imprescindible cambiar el enfoque hacia una economía regenerativa. Las soluciones basadas en la naturaleza son posibles y se muestran efectivas para afrontar que estamos muy cerca de los límites planetarios.