¿Cuál es el valor del agua? ¿Y el precio?

Resolver la dicotomía entre el valor y el precio del agua es clave para afrontar un futuro de notables riesgos hídricos. La eficiencia en la gestión y la concienciación ciudadana en la importancia del ciclo del agua son herramientas con las que es preciso conseguir un consenso internacional frente a la amenaza de la superpoblación y el cambio climático. En el Día Mundial del Agua estuvimos debatiendo sobre el valor y el precio del agua en las World Majlis de la Expo 2020 de Dubai.

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Los economistas afirman que el precio de un bien es lo que uno paga por él, mientras que el valor es lo que uno recibe por su uso. Históricamente, la diferencia entre ambos conceptos ha sido uno de los temas económicos más confusos y que más controversia social y política ha provocado. En el caso del agua, esta dicotomía está polarizada al máximo: el agua es un bien de altísimo valor, ya que nadie podría vivir sin ella; sin embargo, en el mundo industrializado, pagamos un precio mucho menor que otros bienes que no son imprescindibles para la vida.

El valor tiene una connotación subjetiva que depende de factores personales, climáticos y sociales. No vale lo mismo el agua para un agricultor que para un habitante urbano, ni vale lo mismo para un habitante de Escandinavia que para un nómada del Sahel. Muchas personas desconocen el valor del medioambiente que les rodea y por ello tampoco del agua que lo mantiene. Y también muchos desconocen la importancia del ciclo del agua, que es el gran motor de la naturaleza del que todos dependemos y el elemento que mantiene el medio ambiente tal como lo conocemos.

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Resolver la dicotomía entre el valor y el precio del agua es clave para afrontar un futuro de notables riesgos hídricos. © Carlos Garriga/ We Are Water Foundation

El precio del agua: de los costes reales a las emociones

El agua es un recurso natural, y por tanto pertenece a todos, pero para garantizar el suministro, su calidad y el equilibrio medioambiental son necesarias infraestructuras y tecnología, lo que genera un coste por el que hay que pagar, ¿a qué precio?

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No vale lo mismo el agua para un agricultor que para un habitante urbano, ni vale lo mismo para un habitante de Escandinavia que para un nómada del Sahel. © Carlos Garriga/ We Are Water Foundation

Esta cuestión, que se plantea crucial para la humanidad, fue uno de los temas de debate en la World Majlis | The Price of Water el pasado 22 de marzo, el Día Mundial del Agua, en la Expo 2020 de Dubái en la que participó nuestro director, Carlos Garriga, junto a un panel internacional de expertos formado por Asit K. Biswas, Samer Aljishi, Jamila Bargach, David Hannah, Susan Moisio y Abishek S Narayan. El debate, que abordó el tema desde los enfoques tecnológicos, medioambientales y de la gestión hídrica, fue moderado por John Defterios.

Más del 70% del agua del planeta se la lleva la agricultura, un sector directamente relacionado con la gobernanza y muy sensible a cambios en la gestión. Para el profesor de Singapur Asit K. Biswas, poner precio al agua agrícola es algo siempre conflictivo: “No conozco ningún país que ponga precio al agua para uso agrícola. Y una vez que un gobierno ha empezado a subsidiar a los agricultores, es muy difícil retirar este subsidio”.

La conflictividad entre el agua para la agricultura y el uso doméstico e industrial, es internacional. La ingeniera estadounidense Susan Moisio señaló que no valoramos los distintos tipos de agua por igual y puso el ejemplo del notable estrés hídrico que vive California: “Clasificamos el agua como potable, agua residual, agua de escorrentía y agua subterránea, y tenemos enfoques distintos en cada caso. No la valoramos como una sola agua, y lo que está pasando con la alarmante falta de agua en California nos obliga a pensar que debemos cambiar el enfoque”.

Sin embargo, todos asumimos que el agua hay que pagarla. El precio del agua está implícito en el concepto de acceso al agua que forma parte de la declaración del derecho humano al agua por parte de la ONU. La primera meta del ODS 6, la meta 6.1, reza así: “Lograr el acceso universal y equitativo al agua potable, a un precio asequible para todos”.“A un precio asequible” implica que el pago por los servicios no represente un obstáculo para el acceso, ni impida que las personas satisfagan otras necesidades humanas básicas, como dejar de comer o perder la vivienda. A este respecto, la ONU señala que la factura del agua no debe sobrepasar el 3 % del presupuesto familiar.

Sin embargo esta condición no se cumple en muchos países pobres. Carlos Garriga señaló el caso de Puerto Moresby, la capital de Papúa Nueva Guinea, donde por 50 litros de agua- la cantidad diaria recomendada por la OMS para las necesidades humanas – los ciudadanos tienen que pagar 1,84 libras, lo que significa más del 50 % de los ingresos de una familia de las rentas más bajas. “Para hacernos a una idea de la desigualdad que esto representa, – declaró Garriga – en Inglaterra estos 50 litros cuestan 0,07 libras, lo que significa el 0,1 % del ingreso promedio de las rentas más bajas”.

 

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¿Y si calculamos el coste de no tener agua?

La determinación de un precio justo del agua es un proceso complejo pues intervienen múltiples factores asociados al costo del proceso del ciclo integral del agua: es el precio de captarla, recogerla, limpiarla, purificarla, transportarla, usarla, recoger los residuos, transportarlos, tratarlos y reciclarla de nuevo o retornarla al medio.

Abishek S Narayan, experto en agua y saneamiento en el Sustainable Sanitation Alliance (SuSanA) propuso cambiar el enfoque de la pregunta: “¿Cuál es el precio de no tener agua? 500.000 niños de menos de cinco años mueren cada año por falta de agua potable. Deberíamos preguntarnos qué coste van a soportar los jóvenes en un mundo sin agua en condiciones”.

El coste de no tener agua abarca situaciones que por lo general no se tienen en cuenta en las economías desarrolladas. Carlos Garriga proporcionó los datos que muestran el enorme coste humano y económico de no tener acceso al agua en el hogar: “En el mundo se emplean unos 125 millones de horas diarias para ir a buscar agua. Sólo en el África subsahariana, mayoritariamente las mujeres y las niñas, se pasan 40.000 millones de horas al año andando a por agua. Es el equivalente a un año de trabajo de la población laboral de un país como Francia.”

El coste de que más del 80% de las aguas residuales no reciban tratamiento alguno es también enorme. Samer Aljishi, presidente de BFG International, citó un estudio que sitúa en 220.000 millones de USD el coste anual mundial de no tratar el agua.

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Más del 70% del agua del planeta se la lleva la agricultura, un sector directamente relacionado con la gobernanza y muy sensible a cambios en la gestión. © Charlotte Kesl / World Bank

En la ecuación falta el capital natural

El concepto de capital natural no comenzó a introducirse en la economía hasta la década de 1990. Los recursos naturales y los ecosistemas debían ser vistos como medios de producción de bienes y servicios, y por lo tanto tenían un valor económico en sí mismos y debían preservarse. Con el tiempo, la nueva economía verde se ha acabado de imponer como hoja de ruta internacional con el principio de que el capital natural era irremplazable en términos de sostenibilidad. Es decir, los costes medioambientales deben ser tenidos en cuenta, y en el caso del agua, su deterioro tiene implicaciones nefastas.

David Hannah, profesor de Hidrología y titular de la Cátedra UNESCO de Ciencias del Agua en la Universidad de Birmingham, destacó la importancia de introducir el concepto del capital natural. Y resaltó que la dicotomía entre valor y precio del agua se relativiza teniendo en cuenta el coste de la biodiversidad y su relación con el agua: “Tenemos que ser conscientes del valor medioambiental en términos de los servicios que nos proporcionan. No hemos de considerar solamente los aspectos sociales o de producción de bienes. Es complicado pero tenemos que hacerlo. El cambio climático nos obliga a ello, pues los costes de las sequías, las inundaciones y el aumento de temperatura se va a incrementar notablemente. La conservación del medio ambiente tiene que formar parte del debate.”

 

Mejorar la gestión, primer paso inevitable

Todos los panelistas estuvieron de acuerdo en el problema del agua era fundamentalmente un problema de gestión. Asit K. Biswas señaló que el 65 % de los problemas de agua en países como India y México se podrían solucionar sin dinero extra, tan sólo con una gestión eficiente.

La gestión adecuada implica una buena planificación agraria, urbanística e industrial del acceso al agua y al saneamiento. Abishek S Narayan planteó las experiencias prometedoras de sistemas descentralizados de potabilización y saneamiento que eliminan los costes del transporte y posibilitan una mejor recuperación de los residuos con valor: “Los sistemas descentralizados permiten desarrollar e implementar nuevas tecnologías, y también recuperar la idea de la circularidad. También involucran más a las personas y estas se vuelven más conscientes de su valor, pues se trata de ‘su’ agua”.

A este respecto, Samer Aljishi señaló que existe la tecnología más que suficiente para descentralizar el tratamiento del agua: “Tenemos tecnología para desarrollar un sistema cerrado desconectado de las redes de suministro para tratar el agua en la misma fuente a cualquier nivel de calidad necesaria. Pero hay un problema de regulaciones internacionales que no te permiten hacerlo en instalaciones pequeñas”.

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La superpoblación, el deterioro del medio ambiente y la crisis climática están aumentando el valor del agua día a día. © Arne Hoel _ World Bank

Involucrar a las personas en el ciclo del agua

También hubo unanimidad en la importancia de la concienciación popular en el significado del ciclo del agua. David Hannah destacó el resultado de un estudio sobre la percepción del ciclo del agua entre escolares donde encontraron que tan sólo el 15 % de los gráficos educativos sobre el ciclo del agua tenían personas en ellos; sólo el 2% hacen referencia al cambio climático, y sólo el 2% hacen referencia a la polución. “Los escolares tienen la percepción de que hay más agua de la que hay en realidad – declaró -. Hemos de representar el ciclo del agua con la gente formando parte fundamental de él. Tenemos que lograr que todo el mundo comprenda cuál es el debate sobre el medio ambiente y su relación con el agua”.

Los ciudadanos de los países industrializados están generalmente acostumbrados a pagar poco por el agua, y cualquier medida tendente a aumentar el precio del recibo es muy impopular. Por lo general, esta actitud va acompañada por una falta de conocimiento de lo que cuesta cada gota de agua que llega a los hogares.

Se hace evidente que, para equilibrar la dicotomía entre el valor y el precio del agua, es preciso crear en la sociedad civil un marco racional basado en el conocimiento ciudadano para abordar el eterno conflicto entre lo público y lo privado, y alcanzar una justa colaboración entre ambos sectores, tal como aboga el ODS 17, para garantizar el cumplimiento del derecho al acceso universal al agua y al saneamiento.

El problema es complejo, pero la solución es urgente.