Desigualmente vulnerables a los terremotos

El terremoto de Turquía es una tragedia humanitaria que ha vuelto a poner de manifiesto que los riesgos de los desastres se incrementan con el abandono, la corrupción y la pobreza. La destrucción siempre se concentra en las infraestructuras mal construidas y en la población desinformada.

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Otra catástrofe natural ha vuelto a generar una tragedia humanitaria que se extenderá en el tiempo. El factor más cruel del terremoto que el pasado 6 de febrero asoló el sur de Turquía y el norte Siria es la hora: las 4:17 de la madrugada, cuando la gran mayoría de la población dormía en sus casas. El seísmo duró unos 30 segundos con magnitud 7,8 en la escala de Richter, el tiempo suficiente para causar más de 36.000 muertes y alrededor de 100.000 heridos. Un segundo sismo, que registró una magnitud de 7,5, volvió a golpear solo nueve horas después, cuando los equipos de rescate estaban desplegando los primeros auxilios.

Según la Autoridad de Gestión de Desastres y Emergencias de Turquía (AFAD), más de 260.000 personas fueron acogidas en campamentos las 48 horas siguientes a la tragedia, y la gran mayoría aún siguen allí dos semanas después. Pocos son los que podrán regresar a sus hogares; muchos han perdido a miembros de sus familias y están en manos de una reconstrucción incierta, y de la efectividad de su Gobierno para gestionar adecuadamente la ayuda internacional. Bajo los escombros de miles de edificios, podrían estar aún atrapados decenas de miles de cuerpos, por lo que la magnitud del desastre será sin duda histórica.

De nuevo una imagen que se repite en todos los desastres, sean naturales o causados por la violencia: los desplazados hacinados en campamentos apresurados en los que faltan los elementos más básicos. Y otra vez una carrera humanitaria para conseguir proporcionarles lo básico: cobijo, agua, alimento, ropas para el frío, kits de higiene, medicinas, saneamiento y provisión de efectivo para comprar artículos esenciales.

 

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El terremoto de Turquía es una tragedia humanitaria que ha vuelto a poner de manifiesto que los riesgos de los desastres se incrementan con el abandono, la corrupción y la pobreza. © TTB’den Salgın Hastalık Uyarısı

Un nuevo proyecto de ayuda

Desde la Fundación hemos activado un proyecto urgente con World Vision con el objetivo de proporcionar kits de higiene a los desplazados. Unas 900 familias de la población turca de Gaziantep (aproximadamente 5.400 personas) dispondrán de artículos de higiene para bebés, la colada, la recolección de basura, la higiene menstrual, el aseo personal y el cuidado dental. También contendrán jabón corporal y cualquier otro artículo que pueda ser necesario de acuerdo con las recomendaciones de los expertos que actúan en la zona.

Nuestra experiencia en este tipo de desastres es extensa. Hasta ahora hemos desarrollado nueve proyectos de ayuda en catástrofes naturales en seis países en los que hemos beneficiado a más de 71.000 personas, y en cada caso las necesidades inmediatas varían en función del tipo de catástrofe, pero siempre el acceso al agua, el saneamiento y la higiene constituyen el eje de la resiliencia.

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En el caso del tifón Haiyan, en 2015, la ayuda de emergencia de la Fundación We Are Water, a través de la Fundación World Vision International, consistió en la distribución de bidones y pastillas potabilizadoras para recoger agua y poderla beber. © Mans Unides / REUTERS/Erik De Castro

En el caso del tifón Haiyan, en 2015, la ayuda de emergencia consistió en la distribución de bidones y pastillas potabilizadoras para recoger agua y poderla beber; en la ayuda para la recuperación posterior, fue fundamental la rehabilitación de los sistemas de acceso y saneamiento para que la población dejase de proveerse de agua contaminada. En el mismo año, en el terremoto que asoló Nepal, primero ayudamos con la distribución de bidones para conseguir que las familias pudieran proveerse de cuatro litros de agua por persona y día; y posteriormente fue preciso el envío de material para reconstruir las instalaciones de saneamiento. En 2019, colaboramos en la ayuda de emergencia a los afectados por el ciclón Idai en Mozambique y Zimbabue, proporcionando kits de higiene y filtros de agua.

Tras los terremotos de Indonesia en 2019, desarrollamos dos proyectos para proporcionar ayuda en Célebes Central y en Lombok. En Célebes Central se hizo especial hincapié en restaurar el mantenimiento autónomo de la higiene, una necesidad humana vital que siempre queda agravada tras una catástrofe natural y que es fundamental para evitar las epidemias que suelen desencadenarse a posteriori.

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Cada desastre de este tipo, como los terremotos, desvela la lacra del abandono que sufren las comunidades más pobres. Los desastres son naturales pero la exposición y la vulnerabilidad son factores antropogénicos, es decir, provocados por el ser humano. © Carlos Garriga / We Are Water Foundation

En Guatemala intervenimos en la reconstrucción de las instalaciones afectadas por la erupción del volcán de Fuego en Siquinalá, una de las poblaciones cuyo casco urbano se encuentra localizado en los cauces de desfogue de material residual volcánico, lo que la hace una zona altamente vulnerable a los lahares. Recientemente hemos visitado el proyecto comprobando los resultados de la reparación de las instalaciones, el funcionamiento adecuado de los dos sistemas de captación de agua de lluvia construidos y de la capacitación de las comunidades en temas hidrológicos y de información climática.

 

A más abandono, más vulnerabilidad

Cada desastre de este tipo desvela la lacra del abandono que sufren las comunidades más pobres. Los desastres son naturales pero la exposición y la vulnerabilidad son factores antropogénicos, es decir, provocados por el ser humano. Desde milenios se sabe que los habitantes de las regiones sísmicas, como la del istmo de la península de Anatolia, están expuestas a los temblores de tierra. De hecho, el terremoto del pasado 6 de febrero ha sido el más mortífero desde que hay registros científicos en los últimos 25 años; sin embargo, Turquía ha sufrido decenas de terremotos con una magnitud de más de 7 grados de la escala de Richter. A pesar de este histórico, la vulnerabilidad de su población, que es la predisposición a que los bienes y las personas sean dañados, no ha disminuido, sino que ha aumentado.

Uno de los principales factores ha sido la arquitectura deficiente. Aunque los seísmos fueron intensos, los expertos aseguran que los edificios construidos con las elementales normas antisísmicas deberían haber podido mantenerse en pie. Muchas edificaciones recién construidas se derrumbaron, incluso en lugares donde el nivel de la sacudida fue inferior al máximo.

Las autoridades turcas han emitido 131 órdenes de arresto contra constructores, promotores, arquitectos y financieros por su negligencia la hora de cumplir la normativa antisísmica. Se sospecha que muchos casos están relacionados con la corrupción urbanística que ha permitido la proliferación de edificios levantados sin licencia.

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En Turquía, aunque los seísmos fueron intensos, los expertos aseguran que los edificios construidos con las elementales normas antisísmicas deberían haber podido mantenerse en pie. Muchas edificaciones recién construidas se derrumbaron, incluso en lugares donde el nivel de la sacudida fue inferior al máximo. © Hilmi Hacaloğlu

Otro de los agravantes es la ausencia de un sistema de alarma sísmica en la zona afectada. Turquía y Siria carecen de un sistema de alerta como el de México o Japón, donde unos sensores monitorean permanentemente los movimientos de la tierra y, cuando detectan alguno que pueda convertirse en un seísmo de seis grados en la escala de Richter, emiten inmediatamente una señal que se recibe en los teléfonos móviles, la radio y la televisión. Estos segundos previos de aviso pueden salvar miles de vidas, si la alerta logra que la gente logre salir de los edificios.

Como es habitual, la vulnerabilidad tiene una relación directa con el abandono y la corrupción, y los más pobres son los que sufren las peores consecuencias. ¿Somos conscientes de ello? Estas catástrofes deben servir para exigir un control internacional de los riesgos que acechan a los que menos recursos tienen.