“Las escuelas deben deben ser un lugar al que los niños llamen hogar”. Savithri, una de las directoras de las escuelas de la Fundación Vicente Ferrer, resume así la esencia del desarrollo de la educación en las comunidades más abandonadas de India.
Lo hemos comprobado en nuestros proyectos de ayuda. En las zonas más necesitadas del mundo la gran mayoría de los niños en edad escolar no disponen en sus casas de agua corriente ni retretes y la defecación al aire libre es una práctica común. Para ellos la escuela es más que un lugar donde aprenden, es un espacio de acogida en el que cuentan con seguridad física. También muchos ingieren allí su única comida diaria y casi todos tienen en la escuela la única oportunidad de utilizar retretes seguros y salubres, inexistentes en sus hogares.
Como afirma Andrew Morley, CEO de World Vision,“La falta de instalaciones de saneamiento escolares no es solo un problema de salud, sino también de equidad y derechos. Cuando los niños no tienen acceso a servicios básicos de saneamiento, su asistencia a clase se ve afectada y con frecuencia, especialmente las niñas, abandonan sus estudios en los años críticos de la adolescencia. Contar con instalaciones adecuadas es vital para crear un entorno escolar seguro y acogedor que fomente el aprendizaje”.
La Fundación Vicente Ferrer y World Vision son dos de las ocho ONGs y agencias de la ONU, como UNICEF, con las que llevamos colaborando en agua, saneamiento e higiene en las escuelas. Durante los 14 años de nuestra actividad, 23 de los 107 proyectos que hemos realizado están focalizados en centros educativos de 29 países.
Los niños de los campos de refugiados, el mejor ejemplo
Hemos aprendido mucho de los 240.000 beneficiarios de estos proyectos. Una de las lecciones más estimulantes es la transformación que el acceso a la higiene proporciona a los escolares de los campos de refugiados. En el campamento de Rwamwanja, en Uganda, son más de 90.000 los que huyen de la violencia de la República Democrática del Congo. La mayoría son mujeres y niños que solo disponen de una choza de lona, madera y adobe de unos 20 metros cuadrados como hogar. Reciben comida de la ayuda humanitaria y el agua la tienen que ir a buscar a los puntos de suministro del campo. Éstos no llegan a proporcionar los 20 litros diarios por persona que, como mínimo, establece la OMS. Los problemas de falta de saneamiento e higiene van parejos.
Casi la mitad de los refugiados está en edad de escolarización y las escuelas proporcionan a los desplazados mucho más que educación: acogida, seguridad y cariño. Allí, el pasado año, logramos mediante bombas solares asegurar el agua limpia y la higiene de los escolares y sus familias.
El resultado más positivo del proyecto es que las escuelas del campo se han convertido en el centro de difusión de la cultura de la higiene, imprescindible para la salud y la dignidad de las familias de los niños que aprenden a mantener y utilizar eficientemente los humildes retretes y lavamanos. La salubridad mejora y se abre un hilo de esperanza para que los desplazados puedan rehacer sus vidas.
Salud y dignidad para las comunidades indígenas
Este diciembre finalizaremos un proyecto para llevar saneamiento y educación en la higiene a los Irular, un pueblo indígena que habita en el sur de India. Los irular viven en la pobreza extrema y sufren un notable abandono. La práctica de la defecación al aire libre y su falta de conocimientos de higiene los hace extremadamente vulnerables a las enfermedades diarreicas, las infecciones por lombrices intestinales y la poliomielitis. En el proyecto hemos incidido en lo que constituye el germen del desarrollo futuro de la comunidad: los anganwadis, centros de atención infantil y desarrollo temprano gestionados por el Gobierno y que, en el caso de los irular suelen tener instalaciones muy deficitarias.
Allí, los anganwadis, mejorados con retretes y lavamanos, son la punta de lanza en la lucha contra la defecación al aire libre; y los 475 menores de 15 años que han podido ser educados en la práctica de la higiene, la mejor garantía para le sostenibilidad de las instalaciones que hemos proporcionado a sus hogares.
¿Cómo deben ser las instalaciones de saneamiento en una escuela?
Para contestar a la pregunta no podemos tomar como referencia los centros educativos de los países económicamente desarrollados. En palabras de Carlos Garriga, director de la Fundación, ”El contexto de las comunidades en las que colaboramos implica abandono, pobreza, difícil acceso al agua y ausencia total de sistemas de alcantarillado. Las edificaciones escolares son precarias, por lo que la intervención suele basarse en la construcción de letrinas que permitan la eliminación de los excrementos de manera segura, que estén separadas por sexos y que dispongan de lavamanos adosados para facilitar la higiene”.
Un aspecto fundamental para que estas instalaciones sean el germen de una nueva cultura de la higiene es su adaptación a las necesidades de las niñas en edad menstrual. El éxito del proyecto que finalizamos el pasado año en Malaui crea un modelo de referencia: abordamos la higiene y educación menstrual en las escuelas como elemento integral e insustituible. Más allá de agua limpia y letrinas seguras, las escolares necesitan instalaciones dedicadas con incineradores (dispositivos para la quema segura y ecológica de productos de higiene menstrual, como las toallas sanitarias) y espacios para lavar y tender sus prendas íntimas. Pero también necesitan acceso a suministros, la capacitación del profesorado y los cambios culturales entre los chicos, sus padres y el resto de la comunidad que eliminen definitivamente los tabúes sobre la menstruación.
Las instalaciones son de los alumnos
Ante el Día Mundial del Retrete, que cada año se celebra el 19 de noviembre, es conveniente recordar que el éxito de los proyectos radica en la apropiación por parte de los alumnos y el profesorado de las instalaciones. Para ello debemos asegurar desde el momento del diseño su total participación. En los últimos proyectos que estamos llevando a cabo en India, la formación del Comité de Gestión Escolar y del Gabinete Infantil es clave en para garantizar el uso sostenible de las instalaciones y los necesarios cambios de comportamiento en la práctica de la higiene.
Los alumnos miembros del Gabinete Infantil participan activamente en todas las iniciativas del proyecto y aseguran el enfoque centrado en el estudiante, fomentando su sentido de responsabilidad y roles de liderazgo. De esta modo, los beneficios que el retrete proporciona a sus vidas se convierte en la base fehaciente de la nueva cultura de la higiene en su comunidad. Se crea una responsabilidad compartida, una premisa para poder hablar de saneamiento completo. Es entonces cuando la escuela se convierte en modelo de hogar, inclusivo y equitativo.