En 2011, cuando iniciamos uno de nuestros primeros proyectos en la región etíope de Oromía, la disponibilidad de agua por habitante era alta; sin embargo, casi el 50% de la población se abastecía de aguas sin ninguna garantía de salubridad. La falta saneamiento en las aldeas, con el 50% de la población usando letrinas y pozos negros sobrepasados y deteriorados, y el 40% practicando la defecación al aire libre, era una constante fuente de contaminación fecal de las aguas superficiales y de las capas freáticas que alimentaban los pozos. La tasa de enfermedad y mortandad entre las comunidades agrícolas era alta; hasta el ganado enfermaba por la contaminación del agua.
La paradoja era que el agua potable estaba allí, y en abundancia. Nuestra labor consistió en facilitar el acceso a los acuíferos con pozos adecuados y establecer un programa educativo de desarrollo de la higiene. Más de 50.000 personas tuvieron acceso al agua potable, las enfermedades disminuyeron drásticamente y las mujeres se vieron liberadas de tener que andar a por agua.
En 13 años de trabajo, en la práctica totalidad de los 96 proyectos de ayuda que hemos realizado, el acceso al agua ha sido parte intrínseca del éxito, y en 69 de ellos un objetivo específico para salvar vidas y fundamentar la erradicación de la pobreza.
Más de 2,7 millones de personas en todo el mundo se han beneficiado de nuestra ayuda en la excavación de pozos, la construcción de pequeños embalses, la recuperación ecológica de las cuencas, la adquisición de conocimientos hidrológicos y climáticos, y de las técnicas de riego mejoradas. Para la mayoría de ellos, como en la Oromía etíope, el método básico ha sido desarrollar las infraestructuras de extracción y suministro, proteger el agua de la contaminación y proporcionar los conocimientos para la gestión adecuada de los recursos mediante programas educativos.
Más allá de las sequías, la nefasta falta de tratamiento de las aguas residuales
Las sequías, exacerbadas por el cambio climático, son un factor estresor dramático y letal para muchas comunidades, pero la contaminación y el deterioro de las infraestructuras de suministro de agua son problemas crónicos que persisten sin soluciones efectivas en gran parte del mundo.
El último informe de la ONU sobre el ODS 6 destaca el lento progreso en el tratamiento de aguas residuales industriales y domésticas, agravado por la preocupante falta de datos fiables. En 2022, 73 países informaron sobre su gestión de aguas residuales totales (industriales y domésticas); de éstas, solamente el 76 % recibió algún tipo de tratamiento. Apenas 42 países especificaron los niveles de tratamiento, y en conjunto, solo el 60 % de los procesos fueron efectivos (al menos con tratamiento secundario) para garantizar un retorno seguro al medioambiente. Faltan pues datos de 120 países miembros de la ONU.
En cuanto a las aguas residuales domésticas, 140 países informaron que el 58 % recibió un tratamiento seguro. Sin embargo, las tendencias muestran que se está avanzando poco o nada hacia el objetivo de reducir a la mitad la proporción de vertidos inseguros para 2030.
Faltan datos, y credibilidad: la cooperación es imprescindible
Las grandes lagunas en el seguimiento y la presentación de informes, en particular en los países de bajos ingresos, dan lugar a un panorama confuso a nivel global. Es un problema que también se da respecto al estado de las instalaciones de suministro.
Los 96 proyectos que hemos realizado nos han permitido vivir muy de cerca la los problemas de agua y saneamiento de 38 países. Frecuentemente, la realidad de las pequeñas comunidades contrasta significativamente con el contexto general expresado por los informes de los gobiernos centrales. Esta divergencia viene provocada muchas veces por sistemas estadísticos burocratizados en exceso y vulnerables a la manipulación política. Esta disparidad ha sido denunciada en muchas ocasiones por las ONG con las que colaboramos.
La calidad del agua es quizás el más urgente problema de salud planetaria que tenemos. Según el Banco Mundial, la diarrea es una de las principales causas de mortalidad entre los niños menores de cinco años, y aproximadamente el 88% de estas muertes se atribuyen a problemas relacionados con el agua, el saneamiento y la higiene. El cólera afecta a las poblaciones más vulnerables de 47 países, y la fiebre tifoidea, en particular sus cepas resistentes a los medicamentos, pone de relieve la importancia de mejorar el saneamiento y la higiene.
La falta de datos fiables frena cualquier avance en cooperación internacional y desincentiva las inversiones necesarias, tanto públicas como privadas. Esta deficiencia de información generalmente va más allá del estado de la calidad del agua y condena a la invisibilidad a los que sufren las peores consecuencias de las bolsas de pobreza rural; oculta desigualdades de género, que en la falta de acceso al agua son lacerantes y bloquean el empoderamiento de las mujeres, en muchos casos las más invisibles en los datos oficiales.
Falta inversión en infraestructura de monitoreo en forma de redes de sensores para obtener información en tiempo real del estado de los cuerpos de agua. Aquí las iniciativas de ciencia ciudadana que involucren a la población local en la recopilación y reporte de datos pueden sen un incentivo muy efectivo. Es preciso también asegurar que los datos sean accesibles, verificables y estén disponibles al público.
La ONU insiste en que la solución pasa por fomentar la colaboración y el diálogo entre los gobiernos centrales, los locales y las ONG que trabajan en las zonas más deprimidas para mapear los problemas reales. Nuestra experiencia en Burkina Faso, donde colaboramos con UNICEF, las comunidades y el Ministerio de Agua y Saneamiento para lograr erradicar la defecación al aire libre en la provincia de Sissili, es un testimonio de que la cooperación, basada en la realidad local, es la base de cualquier avance.
Nuestra experiencia en Burkina Faso, donde colaboramos con UNICEF, las comunidades y el Ministerio de Agua y Saneamiento para lograr erradicar la defecación al aire libre en la provincia de Sissili, es un testimonio de que la cooperación, basada en la realidad local, es la base de cualquier avance.