Liberadas de tener que andar a por agua, miles de mujeres de las aldeas de Pratapgarh, en Rajasthan, en India, logran que ésta llegue a donde tiene que llegar. Conocen los pozos, las bombas de extracción y la red de suministro que han diseñado con el resto de su comunidad. Tampoco malgastan el agua en Dewas, en Madhya Pradesh, en el centro del país. Allí han reducido su dependencia de los monzones y han rehabilitado sus degradados cuerpos de agua. También lo han hecho las mujeres de Marungapuri, en el estado de Tamil Nadu, al sur de India; allí tenían que andar muchos kilómetros para encontrar un agua cada vez más incierta por las sequías y el agotamiento de los acuíferos.
Las familias de estas mujeres están entre los pequeños agricultores y artesanos a los que hemos proporcionado un acceso al agua estable y eficiente estos últimos tres años. Estos últimos proyectos en las zonas con más estrés hídrico de India son un buen ejemplo de cómo la participación de la comunidad y el contacto directo con sus problemas hídricos logran regenerar de las fuentes de agua y garantizan la sostenibilidad y la resiliencia frente a los avatares del cambio climático.
Soluciones sencillas autogestionadas para el mundo rural
Un buen caso de estudio es la implementación del sistema hub & spoke (centro y radios) en las pequeñas comunidades de Pratapgarh y Dewas. Consiste en extraer agua a través de bombas impulsadas por energía solar hacia un tanque (centro) y distribuirla a los puntos de suministro comunitarios (radios). Los tanques suelen ser de unos 5.000 litros de capacidad y se colocan elevados para facilitar la circulación del agua por gravedad. Es un sistema eficiente y sostenible.
La sencillez tecnológica y la visibilidad del sistema permiten que tanto el diseño como la instalación se realicen implicando directamente a la comunidad. En primer lugar, los aldeanos deben comprender la naturaleza de su problema hídrico y planificar la recuperación de los cuerpos de agua que son su recurso fundamental. Luego se entra en una fase de geolocalización para la ubicación de las bombas, el tanque y los puntos de distribución. Finalmente se planifica la construcción, instalación y la autogestión del mantenimiento de los elementos del sistema que es crucial para la eficiencia y sostenibilidad del proyecto.
Las mujeres, el baluarte de la eficiencia y la unión por el agua
Es una labor formativa que se enriquece con el conocimiento que aportan las mujeres. Son éstas las que mejor conocen la realidad social de la aldea y están en una mejor posición para comprender los problemas y tomar decisiones informadas: cuáles son las familias más necesitadas, la situación en la escuela y el estado de los cultivos más estresados. En la fase de instalación, formamos a las mujeres en el funcionamiento de las bombas, su mantenimiento e incluso su reparación mediante kits de herramientas especializadas sin necesidad de asistencia de los hombres.
Ellas son el eje del buen funcionamiento de los Comités de Agua, la garantía de la eficiencia y la sostenibilidad. El resultado es estimulante: las mujeres se responsabilizan y muestran una alta eficacia en la gestión; no sólo garantizan la sostenibilidad del sistema sino que mejoran la solidaridad entre los aldeanos, quienes conocen mejor los problemas de sus vecinos y cómo el control del agua es su mejor herramienta para ser resilientes. El agua une.
El estrés hídrico rural precisa avanzar de aldea en aldea
Los pronósticos referentes al estrés hídrico son preocupantes. Una cuarta parte de la población mundial, unos 2.000 millones de personas, vive en la actualidad en una situación de insuficiencia de la disponibilidad de agua ante la demanda de sus necesidades. Según el Atlas de riesgos hídricos del Instituto de Recursos Mundiales (WRI), prácticamente la mitad de la población mundial (alrededor de 4.000 millones de personas) vive en la actualidad en condiciones de desequilibrio hídrico durante al menos un mes al año. Los más vulnerables son los habitantes de las zonas rurales pobres.
En el mundo rural todavía hay unos 550 millones de personas que están lejos de disponer de un acceso seguro al agua. Entre ellas aún persiste la lacra del consumo de aguas superficiales y el acceso a fuentes lejanas de incierta potabilidad. El avance es lento pero los logros persisten en el tiempo.
En la Fundación hemos ayudado a 2,2 millones de personas de las zonas rurales abandonadas del mundo, proporcionándoles acceso al agua. Han sido 69 proyectos en los que hemos abordado problemáticas muy diversas, pero en todas ellas el éxito de la eficiencia tiene un denominador común: el desarrollo del conocimiento y la participación de las comunidades en cada fase de la ejecución con el objetivo de lograr la mayor capacidad de autogestión.
El mundo rural expuesto y vulnerable no puede esperar grandes inversiones. El desarrollo de modelos sencillos autogestionados por las pequeñas comunidades no es costosa y tiene un retorno de valiosos beneficios globales: la disminución de las hambrunas, el freno a la migración climática y la resiliencia frente al cambio climático.
La lección que nos dan las pequeñas comunidades que logran la autogestión a través del conocimiento es esperanzadora: si estamos cerca del agua, no la malgastamos.