En las zonas semiáridas del noroeste de Sudáfrica, los pozos se agotan en la época seca (de mayo a septiembre); es una circunstancia que agrava la situación endémica de falta de acceso al agua que sufre la zona. Alrededor del municipio de Mahikeng, que se muestra en el cortometraje, la falta de servicios, el envejecimiento de las infraestructuras y la corrupción política se añaden a las sequías y generan bolsas de pobreza .
Es la situación de Poppy Taaibos, de 23 años, una de las mujeres de una aldea a las afueras de Mahikeng. Tiene que buscar agua donde puede entre el vecindario y también pedirles prestada la letrina con su hijo Kagiso de cuatro años, pues en su casa, como en las de la mayor parte de pueblo, no hay agua corriente ni saneamiento. Sus hermanos, de 19 y 11 años, Tebogo y Feya, hacen sus necesidades en la parte trasera de su barraca y, como comenta Poppy “si tenemos agua se lavan las manos”. Sin el saneamiento adecuado y sin poderse lavar adecuadamente seguirán expuestos a las enfermedades infecciosas y pueden llegar a formar parte de los 1,5 millones de niños que mueren cada año a causa de la diarrea.
En Sudáfrica, mujeres y niños caminan diariamente el equivalente a 16 veces la distancia ida y vuelta a la luna para recoger el agua que sus familias necesitan para sobrevivir. Tebogo es el encargado de ir a buscar el agua: tres cubos de 20 litros les duran dos o tres días, pero cuando tienen que hacer la colada necesitan un bidón extra de 25 litros. Sin acceso al agua no podrán salir de la miseria, como 768 millones de personas en el mundo.