El agua en el centro de la adaptación climática

La crisis climática se manifiesta a través del agua. Sequías, inundaciones, desertificación, deshielo… Son fenómenos que desafían nuestra capacidad de adaptación y comprometen directamente a la mayor parte de los ODS. Para lograr la resiliencia debemos colocar el agua en el centro de todas las estrategias.

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Las sequías y las inundaciones son los fenómenos que más trascienden en la opinión pública; estos últimos años, las olas de calor y los incendios forestales compiten en verano – y ya también en primavera – en el prime time de los informativos, en las portadas de la prensa y en los trending topics de las redes sociales. Todo un cóctel de amplia resonancia mediática que inquieta cada vez más a la población.

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La crisis climática se manifiesta a través del agua. Sequías, inundaciones, desertificación, deshielo… © Muhammad Amdad Hossain / WMO

La sequía y el calor cambian el paisaje, los bosques pardean, el hielo desaparece de las montañas, el cereal no crece, hay frutales que no florecen y en algunas ciudades se anuncian restricciones. Cualquiera que tenga una mini-estación meteorológica en su casa puede constatar como, año tras año, la temperatura ha ido subiendo.

Los científicos no cesan de lanzar alarmas y resumen la situación: debemos seguir con los esfuerzos de mitigación, pero sobre todo tenemos que centrarnos en los de adaptación; y el agua es el elemento principal.

Los factores de la ecuación del riesgo, en constante cambio

Según el Banco Mundial, nueve de cada 10 desastres naturales se relacionan con el agua. El cambio climático ha hecho que el ciclo del agua sea mucho menos predecible, y la disponibilidad y calidad del agua menos fiables, amenazando en diferente medida a las comunidades y sus medios de subsistencia. Los riesgos climáticos vinculados con el agua se propagan también a través de los sistemas alimentarios, energéticos, urbanos y ambientales.

Esto conlleva a que los resultados de la ecuación del riesgo: Riesgo = Situación peligrosa x Exposición x Vulnerabilidad -, que manejan el Banco Mundial, los gobiernos y las compañías de seguros, cambien constantemente ya que lo hacen sus factores.

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Las situaciones peligrosas (sequías, olas de calor extremo, inundaciones, etc.) aumentan y son menos predecibles. © Thomas Kirchberger WMO

Las situaciones peligrosas (sequías, olas de calor extremo, inundaciones, etc.) aumentan y son menos predecibles. Las comunidades expuestas también son más. Los últimos años el calor extremo ha subido de latitud, los incendios forestales han alcanzado a Canadá, Escandinavia y Rusia; las inundaciones llegan a ciudades que nunca antes las habían sufrido y la escasez de agua se manifiesta en grandes núcleos urbanos como una situación inaudita.

La vulnerabilidad también ha aumentado. Los países mas pobres, especialmente los de África y sur de Asia son los que más están siendo perjudicados y siguen siendo los más frágiles frente a los fenómenos extremos. Este factor tiene una relación directa con la pobreza: las instalaciones deficientes de agua y saneamiento, las chabolas y el hacinamiento de los tugurios son factores que incrementan la vulnerabilidad; las pequeñas granjas agrícolas familiares se arruinan con las sequías y una charca que se seca puede acabar con el ganado en pocos días.

En el centro de la adaptación

Para orientar una eficaz adaptación al cambio climático, el Banco Mundial recomienda que las actividades reflejen la importancia de la gestión hídrica a la hora de reducir la vulnerabilidad y crear resiliencia.

La institución de la ONU prioriza ampliar la gestión integrada de los recursos hídricos más allá de los enfoques tradicionales. La reducción de emisiones de gases de efecto invernadero también depende del acceso a fuentes de agua confiables, ya que todas las acciones de mitigación de la quema de combustibles requieren agua para ser efectivas.

El objetivo de salvaguardar el capital natural del ciclo del agua precisa potenciar las infraestructuras naturales que configuran los servicios ecosistémicos proporcionados por cuencas y litorales saludables, los acuíferos y los humedales.

Si aumentamos la escala de estas intervenciones nos vemos abocados a acciones transfronterizas que combinen la gestión de cuencas y las infraestructuras naturales. Ahí nos hace falta la concienciación internacional para desarrollar un espíritu de colaboración que esté por encima de los intereses locales; una forma de plantear las estrategias que permita a los colectivos más marginados – el que más el de las mujeres – la toma de decisiones y su acceso al aprendizaje en todas las disciplinas del conocimiento, tanto científico como tecnológico.

El mundo del agua nos demuestra que debemos estudiar los problemas y plantear las soluciones desde una visión global sistémica. Todas las actividades humanas están estrechamente interrelacionadas y los enfoques sectoriales aislados no proporcionarán la eficacia necesaria la adaptación.

La seguridad alimentaria es el éxito de la adaptación

Para alimentar al mundo, la agricultura debe volverse más productiva, más eficiente en el uso de los recursos y ambientalmente sostenible. En los próximos 30 años se espera que la población mundial alcance los 10.000 millones y el reto alimentario es enorme.

Según la FAO, cerca de 3.200 millones de personas viven en áreas agrícolas que experimentan altos niveles de estrés hídrico o alta frecuencia de sequía. Se estima que un 78% de los pobres del mundo residen en áreas rurales y dependen principalmente de la agricultura para obtener sus ingresos básicos, la mayoría de ellos en pequeñas granjas familiares.

Hay que tener en cuenta que el regadío cubre sólo el 20% de del uso total de la tierra para agricultura, pero sustenta el 40 % de la producción mundial de alimentos y forrajes y el 55 % del valor de la producción. El riego es responsable del uso del 70% del agua dulce global extraída de ríos, lagos y acuíferos, y utiliza el 6 % de la electricidad en todo el mundo.

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Según la FAO, cerca de 3.200 millones de personas viven en áreas agrícolas que experimentan altos niveles de estrés hídrico o alta frecuencia de sequía. © Louis Darrien II. Soriano / WMO

La adaptación climática requiere una agricultura regenerativa para aumentar la producción sostenible de alimentos con el mínimo gasto hídrico. Es preciso mejorar la provisión de servicios y asegurar la capacitación de las comunidades para su gestión, sobre todo la de los acuíferos, pues la salvaguarda del agua subterránea es la principal garantía adaptativa. El “agua inteligente” debe llegar a las áreas más abandonadas para mejorar la producción agrícola y reducir la pérdida de agua en el riego y su transporte.

El Banco Mundial hace hincapié en instaurar el cálculo de las huellas hídricas de la producción y comercio de los alimentos. Es preciso un mapa lo más exacto posible de lo que se produce y dónde, y los valores socioeconómicos de cada zona.

Invertir en resiliencia da beneficios

Alcanzar el ODS 6 sería un síntoma de que hemos logrado adaptarnos. Según el Banco Mundial, la inversión necesaria ronda los 300.000 millones de USD, pero los beneficios para la humanidad podrían ser de un billón de existir una acción intergubernamental consensuada. Un nuevo estudio señala que cada dólar gastado en infraestructura hídrica resiliente permite ahorrar cuatro dólares en costos.

La presión climática de estos último años, las evidencias para la población de la urgencia de emprender medidas para mitigar y adaptarnos y las alertas científicas deben servir para movilizar la acción política hacia una acción internacional coordinada. Solos no lo conseguiremos; si nos unimos, los obstáculos se convierten en oportunidades.