El agua cubre el 70% de la Tierra y su volumen es de unos 1.386 millones de kilómetros cúbicos (km³), esta cifra incluye la de los mares, lagos, ríos, glaciares, casquetes polares, la del subsuelo y el vapor de la atmósfera. Toda esa agua representa sólo una milésima parte del volumen de nuestro planeta y el 0,05% de su masa total; es decir, si la Tierra pesara una tonelada, el agua pesaría medio kilo. Es una proporción ínfima pero que influye en la forma en que giramos en el espacio.
El eje de rotación de la Tierra no es fijo
El eje de rotación de la Tierra se mueve lenta pero constantemente. Es decir, a medida que el globo terrestre gira, se tambalea ligeramente sobre su eje, como una peonza descentrada, es el denominado movimiento de “precesión”. Este bamboleo se debe a las fuerzas de marea causadas por las influencias gravitatorias del Sol y la Luna.
Hace ya siglos que astrónomos lo han calculado: cada 26.000 años aproximadamente el eje de rotación describe un ciclo completo. De este modo, en nuestros días el eje apunta a la estrella Polar, pero irá pasando sucesivamente, a intervalos de unos 6.000 años, por Alpha Draconis, Vega, Denech y Alpheratz para volver a la Polar al cabo de unos 26.000 años. Es un fenómeno natural conocido como”deriva polar” o “movimiento polar” que nos dice que el cielo que vemos no es el mismo que han ido viendo nuestros ancestros Homo sapiens a lo largo de su evolución.
2.150 gigatoneladas de agua se hacen notar
La capacidad de la masa de agua para cambiar la rotación de la Tierra se descubrió en 2016. Además de las mareas, el derretimiento de las masas polares y el subsiguiente incremento del volumen de agua de los mares tiene una influencia en la deriva polar. Sin embargo, un reciente estudio publicado en el Geophysical Research Letters, por el geofísico coreano Ki-Weon Seo, señala un aspecto nuevo y hasta cierto punto sorprendente: el desplazamiento de grandes masas de agua a causa de la extracción de los acuíferos ha provocado la alteración del eje de rotación de la Tierra en unos 80 centímetros hacia el este. El estudio asegura que desde 1993 a 2010 el desvío del eje ha evolucionado a una velocidad de 4,36 centímetros anuales.
Hasta ahora la contribución específica del agua subterránea a estos cambios rotacionales no se había explorado. Los científicos han calculado que durante estos 17 años hemos bombeado casi 2.150 gigatoneladas de agua subterránea; tras ser usada en el riego y el consumo doméstico e industrial, el agua extraída acaba mayormente en el mar, aumentando su nivel en más de seis milímetros. La redistribución de esta masa líquida, del subsuelo al mar, afecta directamente al eje de rotación. Para hacerlo entendible los científicos sugieren que variemos la distribución de la masa de una peonza con plastilina y comprobemos la variación del su eje de rotación en función de donde la colocamos.
Las Tres Gargantas, el paradigma de la alteración antropogénica
Ya en 2018, la NASA detectó una variación en la rotación de la Tierra tras la construcción de la Presa de las Tres Gargantas en el cauce del río Yangtsé, en la China central. La enorme obra hidráulica, que implicó la construcción de un dique de 185 metros de altura y 2.310 de longitud, forma un embalse de unos 39.300 millones de m³ de capacidad y ocupa una superficie promedio de 632 km2. Se tuvo que remover más de 100 millones de m³ de tierra, y desplazar a cerca de un millón y medio de personas. Científicos y ecologistas han criticado el gigantesco embalse, que ha alterado el clima de la zona y ha provocado un notable daño medioambiental.
Según los expertos de la NASA, la presa de las Tres Gargantas ha provocado que la Tierra haya alterado su rotación, lo que supone un incremento de las horas de luz de 0,06 milésimas de segundo. Volviendo al símil de la peonza, los geofísicos explican que la variación de un gran volumen de masa disperso por una amplia superficie de territorio tiene tendencia a reducir la velocidad de rotación, mientras que la concentración de masa en un punto concreto la aumentaría.
En el caso de la Presa de las Tres Gargantas, estamos hablando de un peso aproximado de 42.000 millones de toneladas concentradas en una extensión muy reducida (en términos planetarios), suficiente para variar la rotación terrestre.
Efectos inapreciables que plantean una reflexión
Minúsculas variaciones en la rotación de la Tierra ya se han detectado tras movimientos sísmicos, como el Tsunami que azotó las costas del sureste asiático en 2004 o el terremoto de Chile en 2010. Los astrónomos destacan la irrelevancia de estos fenómenos que son absolutamente inapreciables más allá de la instrumentación científica. De hecho existen otros factores, como la acción del núcleo terrestre o las mencionadas mareas, que tienen más influencia en la rotación del planeta y no se les da importancia.
Sin embargo, podemos incluir la forma en la que movemos el agua en la larga lista de de acciones humanas candidatas a establecer cuándo comenzó el antropoceno, lo que es una nueva invitación para reflexionar sobre si somos responsables del enorme poder que hemos acumulado.