En la opinión pública internacional poco se sabía del río Mekong hasta que la Guerra del Vietnam lo dio a conocer y lo introdujo en el acervo popular. El mundo descubrió entonces la importancia geopolítica de un curso de agua que, tras nacer en la cordillera del Himalaya, recorre unos 4.350 km a través de China, Birmania, Laos, Tailandia, Camboya y Vietnam.
El río Mekong fue declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO en 1957, en plena escalada de la Guerra. Fue un intento de concienciación internacional que pasó prácticamente desapercibido en una época en la que la naturaleza estaba plenamente al servicio del crecimiento económico y la geografía al de la estrategia militar. Los desastres del conflicto bélico desvelaron la vital importancia del río para toda la península de Indochina. En su cuenca, de más de 800.000 km², viven en la actualidad unos 100 millones de personas cuya alimentación y economía depende en su mayor parte a la riqueza de sus aguas. La pesca proporciona más de 2,5 millones de toneladas de capturas anuales y los arrozales permiten hasta tres cosechas al año gracias los nutrientes de los limos sedimentados.
El tramo vietnamita del Mekong es prácticamente en su totalidad un delta de 40.000 km2 donde viven más de 21 millones de personas. Durante la guerra, la región sufrió una notable alteración de su equilibrio ecológico a causa de los bombardeos con productos químicos y la modificación de los cauces de agua por motivos militares. Pese a que algunas de aquellas heridas aún perduran, la admirable resiliencia de sus habitantes y las medidas del Gobierno de Vietnam permitieron recuperar un ecosistema clave para el país y el mar de China Meridional.
La recuperación tuvo un éxito reconocido por los varios estudios biológicos y, en 2008, un informe publicado por WWF/Adena, muestra que, entre 1997 y 2007, se descubrieron 1.068 nuevas especies (entre ellas 519 plantas, 279 peces, 88 anfibios o 15 mamíferos). Por lo que entre los biólogos se calificó al delta como un “tesoro biológico oculto”.
El agua dulce en recesión
Sin embargo, este tesoro está degradándose y su futuro está seriamente amenazado. Los problemas del delta del Mekong se pueden hacer extensivos a la mayor parte de los deltas del mundo que se encuentran en proceso de deterioro ecológico a causa de la contaminación, la inadecuada gestión del territorio y los recursos, y el cambio climático.
La salinización del agua es la alteración que más directamente afecta a la agricultura. El agua que aporta el caudal fluvial del Mekong oscila entre los 15.000 y 39.000 m3 por segundo y desde las dos últimas décadas se viene detectando una tendencia a la baja. En 2016, una sequía azotó el delta con una dureza no vista en 100 años, y a partir de entonces, los agricultores no han respirado tranquilos. En 2019, las lluvias sólo alcanzaron el 60-70 % de la media anual, y se dispararon todas las alarmas; pero la estación seca de 2020 rompió todos los récords previos al llegar el agua salada hasta 130 km hacia el interior en algunas áreas del delta.
En el Tết de ese año – la celebración del Año Nuevo vietnamita, que marca la llegada de la primavera en base al calendario lunar, entre finales de enero y principios de febrero – se registró uno de los mayores niveles de salinidad. Los campesinos del corto de Hang, finalista en la categoría micro-documental del We Art Water Film Festival 5, explican una situación que viven dramáticamente en su vida cotidiana cuando cada año prueban el agua de los canales de riego para evaluar su grado de salinidad.
Si el agua es dulce la bombean, si es salada no, pues arruinarían sus cosechas. “El agua ya empezó a saber salada en noviembre – explica uno de los protagonistas del corto – Tan pronto como oímos que la esclusa está abierta, la noticia se expande rápidamente y corremos inmediatamente a bombear, incluso en la medianoche”.
La intrusión salina durante la estación seca de 2019-2020 llevó a las pérdidas de 39.000 ha de arroz, a pesar de los esfuerzos para controlar la irrigación. La incertidumbre acecha ahora a los agricultores que acepta cierto nivel de salinidad ante la perspectiva de perderlo todo: “Si dejamos de bombear, uno o dos días más tarde el agua se evaporaría y se salaría aún más, y entonces no podríamos salvar nada”.
Ecosistemas complejos y muy vulnerables
Los problemas del delta del Mekong se pueden hacer extensivos a la mayor parte de los deltas del mundo que están sufriendo las consecuencias del cambio climático, la mala gestión de las cuencas y los modelos agrícolas inadecuados. Deltas como el del Po, el Nilo, el Ebro, el Mississippi, el Ganges-Brahmaputra, el Huang, y un largo etcétera de desembocaduras de grandes ríos, vitales para la seguridad alimentaria y el equilibrio de la interacción agua dulce-agua salada, sufren una degradación alarmante.
En general, el incremento de la salinidad está principalmente causado por la disminución del caudal del río a causa de un descenso de las precipitaciones y la progresiva subida del nivel del mar. Las presas aguas arriba, los diques y canales, que se han multiplicado en los grandes ríos durante las últimas décadas, también alteran los caudales y causan además una nefasta disminución de los sedimentos. Esto ha sido muy notable tras la construcción de la presa de Asuán en el Nilo, en Egipto, y en la presa Tres Gargantas, la más reciente, del río Yangtsé, en China. Además de la alteración de la vida acuática, estas presas retienen el limo que no llega a la desembocadura del río, lo que contribuye a la disminución de la carga de sedimentos y a favorecer el avance del mar.
Es una evidencia que delta del Mekong se hunde paulatinamente. Como todas las regiones costeras de baja altitud, el delta es vulnerable a la elevación del nivel del mar. Estudios de la universidad de Can Tho, divulgados por elMekong Environment Forum, adelantan que muchas provincias del delta quedarán inundadas hacia 2030. Un desastre que se llevará consigo granjas y hogares. El Gobierno de Vietnam estima que unas 500.000 personas deberán ser reubicadas, como ya ha ocurrido con unas 1.200 familias que se han visto obligadas a migrar.
Las prácticas agrícolas y la acuicultura mal gestionada están también desequilibrando muchos deltas. El del Mekong sufre los problemas de la cría del camarón, que ha generado un fenómeno de retroalimentación positiva de la degradación del ecosistema. Hace unos 15 años, en los campos más cercanos al mar, el gobierno animó a los agricultores a adaptarse al aumento de salinidad sustituyendo algunos cultivos por camaroneras. Para construir las balsas para los crustáceos se arrancaron los manglares, protectores naturales contra la erosión de la tierra que son fundamentales en el equilibrio de la flora y la fauna. La cría del camarón exigió la utilización de productos químicos y nutrientes que degradaron aún más el suelo y las aguas, lo que con el aumento continuado de la salinidad causó un incremento de las enfermedades de los camarones que acabaron haciendo inviables los viveros. Miles de de familias, que se endeudaron con las instalaciones, se arruinaron y abandonaron las explotaciones. La agricultura tradicional, el principal baluarte del equilibrio del ecosistema inició una decadencia que ahora debe ser revertida.
Cooperación internacional a nivel de cuenca
En la actualidad, la Comisión del Río Mekong, entidad creada en 1957 que reúne a los gobiernos de Camboya, Laos, Tailandia y Vietnam, ha redoblado sus esfuerzos para frenar el deterioro del río y gestionar de forma conjunta los recursos hídricos que comparten. Faltan China y Birmania, pero la Comisión confía en su próxima incorporación para lograr la necesaria total gestión integrada. En 2018, la Comisión y la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS) firmaron un acuerdo para asegurar el desarrollo sostenible del río y mejorar la seguridad alimentaria y los medios de vida de la población.
Salvar el delta del Mekong es ahora un objetivo prioritario para Vietnam. El proceso implica la total colaboración a nivel de cuenca, pues los problemas nos enseñan que cualquier desequilibrio en cualquier parte del río repercute aguas abajo y acaba afectando al mar. El equilibrio medioambiental y la seguridad alimentaria del planeta no puede permitirse perder los deltas.