Estrés hídrico. La imprescindible gestión de la eficiencia

Hay que evitar que en las zonas con estrés hídrico la productividad agrícola agote el agua. En las grandes explotaciones las inversiones tecnológicas en eficiencia hídrica deben acompañarse de una planificación que garantice la sostenibilidad. En las comunidades de agricultura de subsistencia, las soluciones basadas en la gestión participativa es clave para evitar colapsos ecológicos.

Hay agua para todos, pero no sobra. La sobreexplotación de los recursos hídricos, ya sea por necesidad de supervivencia alimentaria o por el impulso de maximizar la productividad económica, es un problema universal. En un contexto de cambio climático acelerado, encontrar el equilibrio entre uso y conservación se ha convertido en una prioridad. Cada vez más, los hidrólogos advierten que la gestión eficiente del agua no solo es crucial, sino que puede determinar el futuro de nuestras tierras y comunidades.

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En las regiones rurales pobres, donde la productividad agrícola es vital para la supervivencia, el aumento de la eficiencia en el uso del agua debe enfocarse en fomentar la resiliencia frente a las sequias. © Dominic Chavez/World Bank

La paradoja de la eficiencia

En 1865, a las puertas de la Segunda Revolución Industrial, el economista británico William Stanley Jevons publicó The Coal Question, un análisis en el que explicaba como las mejoras en la eficiencia en el uso del carbón como combustible no reducían su consumo total, sino que lo aumentaban: al ser más rentable por la reducción de costos, se incentivaba su uso en más aplicaciones y sectores industriales, y se consumía más.

Desde la proliferación de sequías de estas últimas décadas, los hidrólogos que trabajan en las tierras secas están advirtiendo con insistencia de que la paradoja de Jevons, también conocida como “paradoja de la eficiencia”, se está dando en el uso del agua para usos agrícolas. Los avances en tecnologías sostenibles, como la energía renovable o sistemas de riego más eficientes, en muchos casos han han llevado en muchos casos a un aumento del consumo de agua, en lugar de reducirlo.

La paradoja surge cuando se logra producir más y mejor con menos agua. Económicamente, esto significa obtener más valor con los recursos hídricos disponibles; dicho de otro modo, aumentar la “productividad” del agua. Aunque estas mejoras son clave para reducir el consumo, en la práctica muchas veces conducen a una mayor extracción, agravando el estrés hídrico en zonas vulnerables.

Tener ayudas tecnológicas para lograr la eficiencia es también un derecho humano. Reducir la brecha tecnológica entre los países ricos y los emergentes es uno de los objetivos de las ayudas financieras acordadas en la pasada COP 29; sin embargo, el debate en Bakú se enfocó más en la cantidad de dinero disponible y en cómo estructurar las inversiones, dejando en segundo plano la definición de las tecnologías e infraestructuras prioritarias para apoyar a los países económicamente más vulnerables.

En el ámbito de la agricultura de subsistencia, las soluciones suelen incluir mejoras en la monitorización de cuerpos de agua, la capacidad de extracción y la eficiencia del riego. Sin embargo, los criterios de sostenibilidad exigen algo más que avances tecnológicos: requieren una planificación adecuada, capacidades de gestión sólidas y, a menudo, la definición de marcos normativos que equilibren los intereses individuales y colectivos.

Los hidrólogos insisten en que no podemos caer en la paradoja de la eficiencia, especialmente en regiones con recursos hídricos limitados. La historia reciente nos ofrece lecciones clave que no podemos ignorar.

Dos mundos, dos manifestaciones de la paradoja de la eficiencia

Las tierras secas, que abarcan aproximadamente el 41% de la superficie terrestre y albergan a más de 2.500 millones de personas, representan las zonas con mayor estrés hídrico del mundo. Sin embargo, el uso del agua en estas regiones varía enormemente, lo que condiciona cómo se manifiesta la paradoja de la eficiencia en cada contexto. La estructura agrícola resulta clave para entender estas diferencias.

1- La presión de la agricultura intensiva

En los países desarrollados, la eficiencia en la detección y la extracción ha avanzado enormemente. Por ejemplo, herramientas basadas en inteligencia artificial han permiten mapear los ecosistemas dependientes de aguas subterráneas (GDE, por sus siglas en inglés), fundamentales para determinar la calidad de los pastos y la productividad agrícola. No obstante, estas tecnologías también se han utilizado para expandir las explotaciones agrícolas, intensificando el uso del recurso hídrico.

En estas economías, donde las inversiones buscan maximizar la productividad, la eficiencia en el riego frecuentemente desencadena efectos no deseados. Si las técnicas modernas ahorran agua pero este ahorro se reinvierte para expandir cultivos, el consumo total puede mantenerse o incluso aumentar, agravando el estrés hídrico.

Casos paradigmáticos de estas practicas incluyen el suroeste de Estados Unidos, donde la explotación intensiva de agua subterránea en zonas como el Valle Central de California y la cuenca del río Colorado ha llevado al agotamiento de acuíferos clave. En España, otro país industrializado con elevado estrés hídrico, los efectos de esta paradoja son evidentes en la degradación de humedales emblemáticos como el mar Menor y Doñana, o en algunos olivares de Jaén, alertando tanto a científicos como a las autoridades europeas.

2- La agricultura de subsistencia mal planificada

La mala planificación gubernamental también ha propiciado la paradoja de la eficiencia, especialmente en los países más pobres. En zonas como el Sahel, por ejemplo, donde la agricultura depende directamente de los ecosistemas, las lluvias intensas de los años 70 incentivaron la expansión de la agricultura y el pastoreo más allá de los límites sostenibles. Este uso excesivo degradó los ecosistemas locales, y cuando regresaron las sequías en 1984-1985, las pérdidas económicas y sociales fueron devastadoras.

Una situación similar se puede observar en Etiopía y el Cuerno de África, donde los intentos de intensificar la producción agrícola sin considerar la resiliencia de los ecosistemas han generado crisis periódicas similares a las del Sahel.

Marcos regulatorios y empoderamiento de las pequeñas comunidades

En los países industrializados, donde la agricultura intensiva está impulsada por incentivos económicos, se necesita una visión sistémica que equilibre explotación y conservación. Hidrólogos y climatólogos abogan por alcanzar la Neutralidad en la Degradación de Tierras (NDT) mediante marcos regulatorios efectivos. Es un tema tradicionalmente incómodo ya que lleva inevitablemente a la creación de marcos reguladores que siempre han generado controversia.

En las regiones rurales pobres, donde la productividad agrícola es vital para la supervivencia, el aumento de la eficiencia en el uso del agua debe enfocarse en fomentar la resiliencia frente a las sequías. Aquí, el contacto directo de las comunidades con sus recursos facilita una gestión más sostenible

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En los países industrializados, donde la agricultura intensiva está impulsada por incentivos económicos, se necesita una visión sistémica que equilibre explotación y conservación. © Freepick

La experiencia de nuestros proyectos de acceso al agua, por ejemplo, en las aldeas de Tanzania o en los campos de refugiados de Uganda demuestra que la formación de la capacidad de gestión y mantenimiento de los recursos superficiales y subterráneos facilita la apropiación de cualquier instalación o tecnología. Por otra parte, la transmisión de conocimiento del ciclo del agua es la mejor garantía para evitar la sobreexplotación: los cuerpos de agua se cuidan y protegen y toda la comunidad sabe y experimenta la procedencia y el valor del recurso que les proporciona el alimento y la salud.

Abordar la paradoja de la eficiencia requiere un enfoque holístico que integre avances tecnológicos, planificación sostenible y empoderamiento comunitario. Solo así podremos superar la tensión entre progreso y sostenibilidad, uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo.