Hasta ahora, el Matthew ha sido el huracán más dañino de este año: ha afectado de lleno a Haití, donde ha causado alrededor de 1.000 muertos y hasta dos millones de evacuados, afectando también severamente a Cuba y EEUU. La enorme energía del huracán ha provocado vientos de más de 250 kilómetros por hora, olas de más de cinco metros y lluvias torrenciales que han inundado barrios enteros provocando catastróficas avenidas. Ha sido el huracán más duro en el Caribe desde 2007, según la NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration), organización que es el referente principal en la prevención de ciclones.
Dependiendo de su fuerza, un ciclón tropical puede llamarse depresión tropical, tormenta tropical o huracán, que es el grado más severo. En el Atlántico, la temporada de ciclones tropicales de este año ha comenzado oficialmente el 1 de junio de 2016, y finaliza el 30 de noviembre. Desde que ha comenzado, se han formado catorce tormentas tropicales, de las que seis se han convertido en huracanes (Alex, Earl, Gastón, Hermine, Matthew y Nicole). En las islas Filipinas y en China a los huracanes se les denomina tifones. El caso más tristemente célebre es el del tifón Haiyan que en noviembre de 2013, atravesó Filipinas arrasando las Bisayas y la región central del país con vientos de 235 Km por hora. Se registró como el tifón más fuerte que jamás ha tocado tierra y sus consecuencias han sido devastadoras.
La gestación del Matthew fue detectada por el National Hurricane Center (NHC) el pasado 22 de septiembre. La perturbación fue evolucionando hasta que el 27 fue calificada como tormenta tropical tras un meticuloso seguimiento vía satélite y con aviones “cazadores de huracanes”. Éstos, tripulados por miembros de la fuerza aérea y meteorólogos, se introducen en el ojo de la tormenta arriesgando su vida para tomar datos de viento, temperatura y humedad.
El NHC advirtió entonces de su peligrosidad y de su desplazamiento hacia el noroeste. Al día siguiente, la tormenta pasó a ser calificada oficialmente como huracán siendo bautizada Matthew. El 30 de septiembre pasó a la categoría 5 (la máxima) al alcanzar las rachas de viento los 250 km/h.
Una bomba nuclear cada 20 minutos
En el solsticio de verano, el 20-21 de junio, el sol cae vertical en el trópico de cáncer (23º 26′ 14″ N de latitud) y a partir de esta fecha hasta el equinocio (20-23 de septiembre) la vertical del sol va recorriendo el globo terráqueo hasta el ecuador (0º de latitud).
Esto significa que durante la estación estival del hemisferio norte, el agua del océano situada en las latitudes tropicales acumula una gran cantidad de calor que hace evaporar enormes cantidades de agua que asciende por la atmósfera. Cuando se dan las condiciones adecuadas en altitud, el vapor de agua se condensa y desciende creando una tormenta tropical. Si la perturbación viaja hacia el norte, empieza a girar ciclónicamente (en el sentido contrario a las agujas del reloj) a causa del efecto de Coriolis provocado por la rotación de la Tierra. Si a medida que avanza va encontrando agua caliente suficiente, el proceso de evaporación – condensación se incrementa y los vientos que genera el ciclón giran cada vez con mayor velocidad y la tormenta se convierte en un huracán.
La energía que se moviliza en este proceso era hasta hace poco inimaginable. Gracias a las investigaciones realizadas hace un par de décadas por el National Center for Atmospheric Research (NCAR) sabemos que un huracán como el Matthew genera de 50 a 200 trillones de vatios al día, aproximadamente la cantidad de energía liberada por la explosión de una bomba nuclear de 10 megatones cada 20 minutos, ó 200 veces la capacidad de producción de energía eléctrica de todo el mundo.
El cambio climático como agravante
Las tormentas tropicales, los ciclones y los huracanes son fenómenos necesarios para el equilibrio climático del planeta: enfrían la superficie del océano y en muchos casos reducen los efectos de las prolongadas sequías. Debemos contemplarlos pues como parte del ciclo del agua.
Sin embargo, los científicos alertan que el cambio climático irá incrementando progresivamente la violencia de estos fenómenos al tiempo que agravará las sequías. Esta polarización hace a la tierra muy vulnerable a la erosión y al nefasto ciclo de la deforestación.
No basta con prevenir
La NOAA se ha convertido en un referente en la predicción de los ciclones tropicales. Gracias a su National Hurricane Center, website dedicado al seguimiento en tiempo real de estas enormes perturbaciones oceánicas, se ha logrado salvar muchas vidas gracias a una cada vez más precisa previsión.
La previsión salva vidas, pero la gestión adecuada es fundamental. Las normas internacionalmente aceptadas y que son las que se siguen generalmente en estos casos son las que dicta el NOAA; puedes verlas resumidas en esta página. El principal problema que tienen países como Haití es que casi siempre faltan medios para seguirlas adecuadamente y la capacidad de gestión es inexistente. En Haití se da el agravante de que país lleva desde febrero sin gobierno, viviendo una situación de caos político desastroso, cuando apenas la población se había recuperado del terrible terremoto de 2010.
En este vídeo del NOAA puedes ver el tipo de mensajes básicos que es preciso transmitir a la población para que actúe Pero no todos pueden reaccionar así.