India: la cara humana de la crisis climática

©Rajarshi Mitra

El calor extremo y los monzones irregulares son las peores amenazas para India. La adaptación a la crisis climática planetaria cobra especial urgencia en el gran país asiático, en el que la vida de su población depende directamente del ciclo de agua.

En India no sólo los agricultores miran al cielo esperando el monzón; lo hacen los políticos, los bomberos, la policía, los maestros y los habitantes de las ciudades que crecen de forma acelerada. Las lluvias de verano son la vida para India, pero también su principal fuente de problemas: si se retrasan o son irregulares, los agricultores ven peligrar su subsistencia y la economía se resiente; si son excesivas, las inundaciones causan estragos.

Antes del monzón India suele sufrir frecuentes olas de calor devastadoras, como la que ha sufrido este pasado junio, que ha depauperado muchos acuíferos y los hielos del Himalaya. Quizá India es el país en el que es más evidente que la vida depende del ciclo del agua; la crisis climática que vivimos puede desequilibrar la balanza.

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© Carlos Garriga/We Are Water Foundation

Más de 50º a la sombra

Este año India ha experimentado otra severa ola de calor en la primera parte de junio, antes del inicio del monzón. El Gobierno emitió una alerta en varias zonas del país; en la capital, Nueva Delhi, las temperaturas superaron los 46 grados centígrados y en el noroeste del país, en pleno desierto de Rajastán, el termómetro alcanzó los 50,6 ºC en la ciudad de Churu, sólo cuatro décimas por debajo del récord histórico de toda India (51 ºC en mayo de 2016). Mientras, en el estado de Himachal Pradesh, zona montañosa famosa por sus veranos benignos, las temperaturas alcanzaron los 44,9 ºC.

Esta ola de calor ha creado graves problemas en muchas de las ciudades más pobladas del país, que han visto durante los últimos años como sus reservas de agua han ido menguando y su población creciendo. En Chennai, la sexta ciudad más grande de la India y capital del estado de Tamil Nadu, once millones de personas se están quedando sin agua y buena parte de la población depende de la provisión de camiones aljibe. Los cuatro embalses que normalmente abastecen a la población y la mayor parte de los acuíferos de la zona estaban este mes de junio prácticamente secos.

Los informes de NITI Aayog(National Institution for Transforming India), la plataforma gubernamental creada para fomentar la cooperación federal, el conocimiento, la innovación y el apoyo a las empresas, son inquietantes: cien millones de indios, entre los que se incluyen los habitantes de las grandes ciudades de Delhi, Bangalore y Hyderabad, pronto tendrán una situación similar a la de Chennai y vivirán en una zona sin reservas freáticas.

Recoger el agua del monzón

Históricamente el monzón ha sido irregular e impredecible. Los avances en meteorología no permiten evitar por el momento que su llegada e intensidad sigan siendo una sorpresa permanente. Según las previsiones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) las lluvias monzónicas serán más irregulares y violentas, fenómenos que son los menos favorables para la recarga de los acuíferos y para evitar las desastrosas y cada vez más frecuentes inundaciones.

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Tanto el Gobierno central como los de los estados federales más perjudicados por el clima están desarrollando planes para recoger agua de lluvia. Tradicionalmente, y especialmente en las zonas más áridas, como la de Rajastán, los indios recogían sistemáticamente agua de lluvia con pequeños embalses, y es vital recuperar esta práctica que se remonta hasta 1500 A.C. Eran sencillos diques construidos con tierra y piedras que tenían una triple función: recoger agua y embalsarla para la época seca, regenerar los acuíferos y reducir la violencia de las escorrentías en los momentos de lluvia más intensa. Estas estructuras, de las que se conservan muy pocas, son muy similares a las que la Fundación We Are Water lleva construyendo en colaboración con la Fundación Vicente Ferrer en ubicaciones como Ganjikunta, Girigetla, Settipalli y D.K.Thanda4.

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Las inundaciones catastróficas se extienden a las ciudades

Cada verano, en el Sureste Asiático las lluvias torrenciales tienen consecuencias catastróficas. El de 2017 fue el más letal de los últimos años, con más de 1.200 muertos y miles de agricultores desplazados de sus campos de cultivo en India, Nepal y Bangladés. En 2018, el estado indio de Kerala, en el sur, sufrió sus peores inundaciones en cerca de un siglo: 200 muertos y cuantiosos daños materiales en la agricultura y las infraestructuras urbanas, con más de 220.000 evacuados en campamentos de emergencia.

La temporada que se ha iniciado este año no es halagüeña. India es el país más afectado: sólo en el estado de Bihar, al noreste, han muerto al menos 102 personas, mientras que en el vecino Assam más de 60 personas han perdido la vida por el temporal entre junio y julio. En Bangladés, al menos 47 personas han muerto y 700.000 se han visto desplazadas. En Nepal, cerca de 80 personas han fallecido, mientras que unas 120 han desaparecido, por lo que se teme que el balance de víctimas mortales pueda ser mayor.

Las grandes ciudades indias sufren también periódicamente nefastas inundaciones. Las de Bombay, en 2005, alcanzaron resonancia internacional a causa del más de millar de muertos y pusieron de manifiesto la pésima planificación urbana con que han crecido muchas megalópolis indias, que están experimentando un incremento paulatino de las inundaciones. La gran urbe, que con más de 20 millones de habitantes es la más densamente poblada del país, ha crecido a base de deforestar sus alrededores y sin un sistema de saneamiento y bombeo del agua capaz de absorber las avenidas.

En el monzón de 2017, Bombay volvió a quedar paralizada por las lluvias. La peor parte se la llevó Dharavi, el barrio más pobre de la ciudad que saltó a la fama gracias a la película Slumdog Millionaire, que consiguió ocho Premios Oscar en 2008. Con más de un millón de habitantes, Dharavi es uno de los mayores tugurios de Asia. La mayor parte de las chabolas se asienta en terrenos inundables y zonas costeras (Bombay ha crecido principalmente ganando terreno al mar). En el apogeo de las avenidas, la acumulación de residuos bloqueó los ya de por sí deficientes sistemas de drenaje y desbordó los precarios sistemas de saneamiento esparciendo las aguas residuales por el barrio, empeorando su ya precaria situación sanitaria.

La previsión del incremento de los episodios de lluvias monzónicas torrenciales pone en jaque los esfuerzos que el Gobierno indio está realizando para mejorar las infraestructuras y condiciones de vida de los barrios urbanos más degradados. La situación presenta también un círculo vicioso preocupante: la irregularidad de las lluvias empobrece a los pequeños agricultores que tienden a migrar a las ciudades en cuyos tugurios quedan estancados a largo plazo generando más estrés hídrico y de saneamiento.

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India es extremadamente sensible a la crisis climática que ya se ha desencadenado. La incertidumbre en el régimen de lluvias y el aumento de la temperatura están disminuyendo las reservas de nieve y hielo en los Himalayas, y la sobreexplotación agrícola y la deforestación esquilman los acuíferos. Son grandes retos humanitarios y económicos que afronta India para lograr garantizar la seguridad hídrica y el saneamiento a sus 1.330 millones de habitantes, que con toda probabilidad serán 1.400 en 2022 y que, con un 19 % de la población mundial, le conferirán el rango del país más poblado de la Tierra en 2050.

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© Carlos Garriga/ We Are Water Foundation