Mami Wata vende agua en las calles de Yaoundé, la capital de Camerún. La recoge de fuentes lejanas, que muchas veces no son seguras; la potabiliza hirviéndola, y la almacena en botellas recogidas por la calle que previamente esteriliza. Luego, con su familia, la vende por las atestadas calles de la capital.
Vive en un tugurio de las afueras de la ciudad, donde para sus vecinos es la “madre que vende agua”, pero su verdadero nombre es Aline Assomo, y hace años vivía en una aldea cercana cultivando la tierra y criando unas pocas cabezas de ganado. La vida de Aline se truncó en 2016, cuando una inundación se llevó a su marido y arrasó su casa, destruyó el huerto y mató el ganado. En la extrema pobreza, se vio obligada a migrar a la ciudad, como la gran mayoría de los afectados de la región. Parte de su historia la cuenta Philomene Stephanie en su corto Mami Wata, micro documental finalista del We Art Water Film Festival 5.
Mami Wata tiene un objetivo: regresar a su aldea, reconstruir su casa y volver a vivir de lo que le dé la tierra. Espera hacerlo con los beneficios de su pequeño negocio familiar. La falta de agua en la ciudad es un aliado paradójico: los cortes de suministro son frecuentes y en muchos barrios pocas veces llega el agua y sus habitantes salen a la calle sedientos.
La falta de agua en Yaoundé es un mal común a las principales ciudades camerunesas y Aline tiene que esperar a veces a recoger agua de lluvia para poder salir a vender. En 2019, Philomene Stephanie quedó también finalista del We Art Water Film Festival 3con otro corto sobre la situación en Camerún. En Utopia, nos mostraba la lucha de una chica por encontrar agua en pozos insalubres cercanos a su barrio debido a los constantes cortes de suministro.
Camerún no puede dar agua
Camerún es un país con graves deficiencias en el acceso al agua. Los datos del JMP muestran que es uno de los pocos países africanos en los que la situación no mejora en los últimos años. En 2020, en las zonas rurales, 3,4 millones de habitantes tenían un acceso no mejorado al agua, es decir se abastecían de fuentes no protegidas, y más de 1,54 millones utilizaban agua de fuentes superficiales, como ríos, acequias o charcas. Estos datos muestran un ligero empeoramiento respecto a 2015, cuando el acceso a aguas superficiales era el recurso de 1,53 millones de cameruneses.
En las zonas urbanas, la migración de campesinos como Mami Wata no cesa y ha empeorado la situación en los suburbios que reciben miles de desplazados cada año: en 2015, alrededor de 125.000 personas de las ciudades camerunesas usaba aguas superficiales, y en 2020 esta cifra había aumentado a casi 160.000, mientras todavía 588.000 disponían de un acceso no mejorado.
La diferente climatología de una África en miniatura
Camerún es un país de enormes contrastes climáticos y, por consiguiente, hídricos. Su situación geográfica y su extensión alargada de norte a sur, hacen que su extremo septentrional alcance la zona semidesértica del lago Chad, asomándose al Sahel, mientras que en la zona meridional se desarrolle el frondoso bosque ecuatorial. Por esta razón se la conoce como un “Africa en miniatura”. La variación de la pluviosidad nos da una idea del contraste: 500 mm (litros) en el extremo norte y 10.000 mm en el sur.
Las carencias hídricas de la zona septentrional se han aumentado recientemente. El pasado mes de agosto estalló una ola de violencia entre comunidades de pastores, pescadores fluviales y agricultores por el acceso a los recursos hídricos. Una “guerra del agua” más de las que amenazan multiplicarse en algunas de las zonas con mayor estrés hídrico del mundo. Las sequías, incrementadas por el cambio climático, están haciendo avanzar la desertificación de norte a sur y, en la región saheliana, donde la media de la temperaturaestá subiendo 1,5 veces más rápido que en el resto del planeta,el Banco Mundial estima que el 80% de las tierras agrícolas están ya degradadas.
Una madre por la concienciación
Mami Wata es consciente de la gravedad de la amenaza climática pare su país y para el planeta. Lo ha vivido en sus carnes; ella es una de las víctimas de esta situación y quiere usar su historia para concienciar a la gente de la importancia de cuidar el agua y luchar contra el cambio climático. Camerún y los países africanos subsaharianos se encuentran entre los más vulnerables, siendo paradójicamente los que menos contribuyen al calentamiento global. La resolución de Mami Wata resulta esperanzadora; en estos países debe aumentar la conciencia del problema para que su sociedad civil presione a sus gobiernos a unirse para reivindicar las ayudas internacionales.