Más de 25 millones de personas viven sobre 30.000 kilómetros cúbicos (km3) de agua dulce. Son los que habitan en los más de 1,1 millones de kilómetros cuadrados (km2) de extensión del Sistema Acuífero Guaraní (SAG), la tercera mayor masa de agua subterránea del mundo, solamente superada por la del Acuífero de Nubia en el norte de África, con 150.000 km3, y el Great Artesian Basin (GAB) en Australia y, con 64.900 km3.
Directamente, viven de esa agua más de 30 millones de personas en Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, pero los beneficios que produce se extienden a cientos de millones en todo el mundo; se calcula que el acuífero Guaraní es el que mayor volumen de agua provee a la huella hídrica del comercio internacional.
Agua milenaria vigilada
El acuífero Guaraní se encuentra principalmente en rocas sedimentarias de arenisca y areniscas intercaladas con capas de arcilla y basalto que se formaron hace unos 20.000 años. El terreno está formado por un conjunto de areniscas por debajo del nivel del terreno de entre 50 y 1.500 metros de espesor. Los grandes acuíferos del mundo están siendo monitorizados constantemente desde las dos últimas décadas. Entre 2003 y 2013, se realizó un primer estudio con satélites GRACE (Gravity Recovery and Climate Experiment) de la NASA, un sistema que mide las variaciones en el campo gravitacional de la Tierra para detectar los cambios en la cantidad de agua subterránea, entre otros factores. En la actualidad el proyecto tiene continuidad con el GRACE Follow-On.
Una disputa en el buen camino
Las conclusiones, que pueden verse en el estudio Water Resources Research, no fueron buenas sobre el estado del agua subterránea global: 13 de los 37 acuíferos más grandes del planeta se estaban agotando, en especial los de la cuenca superior del Ganges, en India, lo que alertó de la urgencia de acabar con la sobreexplotación y de tomar medidas preventivas ante el cambio climático. Pese a que su volumen desciende, el nivel de recarga del Guaraní es alto y por el momento no alarma a los hidrólogos. Esto se debe a su enorme capacidad de renovación (entre 160 y 250 km3 al año) debido a las abundantes lluvias que lo alimentan. Es una cualidad que no tienen los de Nubia, en la parte oriental del desierto del Sahara, y el Great Artesian Basin, situado mayormente en la zona árida de Australia,
El acuífero Guaraní ha generado históricamente más controversia política que científica. El conflicto con los campos petrolíferos de fracking, en el que han intervenido Estados Unidos y China, ha introducido elementos de incertidumbre sobre la posible contaminación de las aguas.
Sin embargo, como en casi todas las masas de aguas subterráneas del mundo, las amenazas más graves provienen de las prácticas extractivas descontroladas, la falta de una clara gobernanza y, especialmente en el caso de las que son transfronterizas, de la falta de acuerdos y esfuerzos conjuntos para su salvaguarda.
En el caso del acuífero Guaraní están en vías de solución las desavenencias históricas entre los cuatro países que lo comparten. En 2010 se firmó un acuerdo multilateral para gestionar el acuífero y, tras más de diez años de intercambio científico, técnico, político y diplomático, entró en vigor en el mes de noviembre del año 2020. Este acuerdo fue el primero firmado en Latinoamérica para la gestión compartida de un acuífero transfronterizo, y supuso un ejemplo a seguir en todo el mundo. El acuerdo avanzó y, en 2022, se diseñó el Programa de acción estratégico del Sistema Acuífero Guaraní (SAG): posibilitando acciones regionales, proyecto que se encuentra en fase inicial de ejecución entre Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.
No es tarea fácil. La pertenencia territorial y el uso del agua son muy dispares. Los más de 1,1 millones de km2 de extensión del acuífero están ocupados mayormente por Brasil ( 735.918 km2), que abarca además el 94% del uso del agua, debido fundamentalmente a las necesidades de las zonas del sur del país; del resto, Argentina (228.255 km2) usa el 1%, Paraguay (87.536 km2), el 2% y Uruguay (36.170 km2), el 3%.
La filosofía que rige la colaboración es la evidencia de que si el acuífero gana todos ganan, pero si se contamina o si se sobreexplota, las consecuencias para la economía, el equilibrio medioambiental y la resiliencia frente al cambio climático hacen perder a todos. Con su colaboración, los cuatro países están tomando posiciones de un liderazgo ejemplar en la extracción sostenible y la distribución justa del agua, lo que crea un contexto de atracción para la inversión, como sostiene el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) y la UNESCO, impulsores del proyecto.
Otro aspecto importante del proyecto es que, además de los gobiernos nacionales, se habilita la gestión local, un factor fundamental e imprescindible para la adecuada gestión del agua. Tener en cuenta a las pequeñas comunidades, que por lo general sufren el abandono y el abuso por parte de los poderes económicos, es la mejor garantía de sostenibilidad. Todo un referente para Latinoamérica y para el mundo.