Este mes de abril ha concluido el AR6, el trabajo científico más trascendental realizado hasta ahora para el futuro de la humanidad. Con el informe del grupo de trabajo III, presentado el pasado abril, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) completa su sexto informe con una evaluación global actualizada del progreso y los objetivos de mitigación del calentamiento atmosférico. El documento examina las fuentes de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI) que lo causan y expone los avances realizados en la reducción de emisiones y en los esfuerzos de mitigación.
Un trabajo científico gigantesco
Ya el pasado agosto, el IPCC presentó un adelanto del informe, muy esperado desde que su predecesor, el AR5, fuera la base científica con la que se abordó el cambio climático en la COP 21 de París en diciembre de 2015; conferencia que llevó al denominado Acuerdo de París suscrito por las 193 partes asistentes (192 países más la Unión Europea).
El AR6 supone el mayor esfuerzo de colaboración en las ciencias de la naturaleza realizado globalmente hasta ahora. Ha reunido durante cinco años el trabajo de más de 235 científicos de todo el mundo que han trabajado revisando más de 18.000 publicaciones sobre la evolución del clima y su relación con las actividades humanas.
Sus conclusiones no ha supuesto ninguna novedad sustancial respecto al AR5; en realidad confirman con mayor rotundidad los postulados de su predecesor y afinan más en la definición de objetivos para evitar lo peor del cambio del clima planetario.
Su publicación coincide con una vorágine de fenómenos meteorológicos anómalos y extremos que han sembrado desastres el planeta durante estos últimos años. Miles de millones de personas hemos venido experimentado la realidad del cambio climático y su gravedad, y la concienciación de que la reacción debe ser inmediata y radical aumenta día a día entre la comunidad internacional. El negacionismo sobre la realidad del cambio climático retrocede, aunque sea lentamente, la cuestión ahora es avanzar conjuntamente en no sobrepasar las fronteras marcadas por la ciencia.
El calentamiento atmosférico, ¿hasta cuándo?
El IPCC vuelve a dejar muy claro que la reducción del uso de combustibles fósiles es la clave si queremos controlar el aumento de la temperatura de la atmósfera. Esta frontera límite, que en París se estableció en un incremento de 2ºC, fue rebajada en medio grado por el IPCC unos tres años años después, en su Informe Especial sobre el Calentamiento Global de 1.5°C, conocido como SR15. El SR15 fue un paso adelante significativo en los fundamentos de la alerta climática y constituyó la base del trabajo del COP 24 en 2018 en Katowice. Desde entonces ha sido la referencia que se ha manejado hasta la llegada del AR6.
No hay vuelta de hoja. Para ello, las emisiones de gases de efecto invernadero deben disminuir drásticamente esta década, y no estamos en la senda adecuada. De seguir las cosas como hasta ahora, nos abocamos hacia un incremento de 2,7°C, de consecuencias imprevisibles pero a buen seguro nefastas.
En los escenarios que se evalúan en el informe, para lograr no sobrepasar los 1,5°C, es necesario que las emisiones globales de GEI disminuyan drásticamente. El IPCC señala que las emisiones deben tocar techo, como máximo, antes de 2025 y se deben reducir en un 43 %, a más tardar, en 2030. Los próximos años son pues críticos, pero el esfuerzo en la reducción debe prolongarse durante décadas: si queremos no sobrepasar definitivamente los 1,5º, deberemos alcanzar las “cero emisiones” de CO2 a principios de la década de 2050.
Las bases de la esperanza: la reducción de gases es posible y la sostenibilidad es rentable
Entre 2010 y 2019, las emisiones de gases de efecto invernadero alcanzaron máximos históricos. Sin embargo, en los últimos años la tasa de crecimiento ha disminuido, fundamentalmente debido a incremento de las fuentes de energía renovable. En el informe, el IPCC señala como muy positivo la disminución de de hasta un 85% en los costes de las energías solar y eólica, así como de las baterías de almacenaje. También aboga por desarrollar del hidrógeno verde como almacén de energía y potenciar su uso en el transporte.
El IPCC plantea como mejor estímulo la concienciación de que el beneficio económico global de limitar el calentamiento es mayor que su coste. En este sentido la concienciación de la gobernanza internacional, de las instituciones y de las empresas en la importancia de preservar el capital natural como fuente de riqueza ha de ser la clave de la transformación. El informe destaca que aún hay espacio para la esperanza si se ponen en marcha las políticas e inversiones necesarias para eliminar las emisiones y transformar el modelo energético que rige actualmente el planeta.
No olvidar el metano
No sólo debemos concentrarnos en el CO2. El IPCC subraya que el metano (CH4), es el responsable de entre el 30 y el 50% del incremento en la temperatura, y que sus emisiones deben reducirse en un tercio aproximadamente. La ganadería produce aproximadamente 32% de las emisiones de metano antropogénicas, y ciertos cultivos, como el del arroz, liberan hasta un 8%.
En este sentido, preocupa el deshielo del permafrost, uno de los grandes sumideros de metano en la Tierra, además de CO2. Ya en el Special Report on the Ocean and Cryosphere in a Changing Climate, presentado en 2019, el IPCC explicaba que las temperaturas del permafrost han aumentado a niveles de récord desde 1980, y alertaba de que esta capa helada de las zonas árticas contiene entre 1.460 y 1.600 gigatoneladas (mil millones de toneladas) de carbono orgánico, casi el doble del carbono que hay actualmente en la atmósfera. De consumarse su pérdida, el carbono liberado puede desencadenar un círculo vicioso que se retroalimente a sí mismo y acelere su degradación hasta llegar a un punto de no retorno, y puede acelerarse el calentamiento atmosférico a niveles imprevisibles.
¿Que hacer?
El IPCC señala que necesitaremos no sólo alcanzar las “cero emisiones” netas, sino empezar a eliminar el CO2 del aire como acción complementaria para asegurar la mitigación. Aquí entra el desarrollo de tecnologías factibles y rentables, como muchas que ya se han iniciado, sin olvidar que los bosques y los océanos son los grandes captores de CO2 del aire, y que constituyen los dos grandes sumideros naturales que hay que preservar a toda costa.
El AR6 también subraya la importancia de los espacios urbanos para la reducción de emisiones. La apuesta por la ciudades regenerativas es clave para para consumir menos energía y agua. También destaca la importancia de lograr edificios con la máxima eficiencia energética y reducir el coeficiente de absorción de la radiación térmica mediante el desarrollo del manto verde de las ciudades.
En cuanto a la industria, que representa un cuarto de las emisiones globales, el IPCC aboga por la economía circular, un sistema que garantice un uso eficiente de los recursos naturales, utilice energías renovables y genere valor en los residuos para reutilizarlos en los procesos de producción.
Máxima colaboración
El cambio climático afecta a todos y cada uno de los más de 7.800 millones de habitantes de la Tierra. Nos enfrentamos a uno de los mayores retos para el futuro y el mayor, sin duda, que haya requerido la colaboración global y conjunta de toda la humanidad.
La ciencia ha demostrado que la mitigación del cambio climático es posible, ha configurado objetivos creíbles y también ha demostrado que esta posibilidad se basa en el trabajo conjunto de gobiernos, empresas, instituciones y de cada uno de nosotros. Sólo así lograremos que el dinero y los esfuerzos se inviertan en las soluciones y no en el despilfarro de paliar los daños climáticos como los de las sequías, las inundaciones, la subida del nivel del mar y las olas de calor. Estamos en una encrucijada, la ventana climática se está cerrando y el tiempo se acaba.