A sus 13 años, Wilito se ha convertido en un experto en suministro de agua y saneamiento. En Los Praditos, a las 12 de cada domingo llega la electricidad, y con ella la posibilidad de que de las cañerías salga agua a la presión suficiente para poder llenar los depósitos de las azoteas. A las 15 horas, cesa el suministro eléctrico y la oscuridad de las noches se une a la sequedad de los grifos y fuentes comunitarias.
Con el agua del depósito y con la que hayan podido recoger en baldes y bidones, la familia y los vecinos del edificio que habita Wilito tienen que vivir y mantener un nivel de saneamiento digno hasta el domingo siguiente.
De esta forma, Wilito y su familia han aprendido a dosificar el agua para cocinar y beber, a baldear el inodoro lo justo cada vez, a mantener el depósito en buen estado para que el agua no se corrompa; de ello depende su vida…
Es la rutina de la mayoría de habitantes de Los Praditos y de muchas ciudades de la República Dominicana que se han visto desbordadas por los movimientos migratorios descontrolados desde las zonas rurales debido a una mala distribución de la riqueza.
El 67% de la población de la República Dominicana vive en zonas urbanas que ven aumentar su población también a causa de los emigrantes haitianos que llegan en una situación de extrema pobreza. Además, el país está periódicamente afectado por la acción destructiva de los huracanes atlánticos, fenómenos que el cambio climático hará aumentar en intensidad.
Pese a que la República Dominicana ha experimentado un fuerte crecimiento económico en años recientes, debido fundamentalmente al turismo, los desequilibrios no se han solucionado. Según el Índice de Desarrollo Humano (IDH) del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), los casi 10 millones de habitantes del país caribeño sufren un nivel de pobreza general del 48,5% y de pobreza extrema del 4,4%.
Los censos de la Oficina Nacional de Estadística dominicana ponen datos a las imágenes del cortometraje: el 68,79% de las viviendas en el país, en las que viven el 71% de la población dominicana, no tienen condiciones para una vida digna y en ellas suele darse el hacinamiento al compartir varias familias un mismo habitáculo. La cobertura de agua potable y de saneamiento básico ha retrocedido las dos últimas décadas y la situación que en Los Praditos se da los domingos se repite otros días en otros barrios y ciudades del país; el suministro eléctrico no da para más y las infraestructuras de saneamiento dejan lejos aún los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Lo que ocurre en Los Praditos se repite desafortunadamente en muchas ciudades del mundo en vías de desarrollo, en los que dotar a los tugurios de condiciones dignas de suministro de agua y saneamiento es un problema que se agrava con la migración a las ciudades a causa de un desequilibrio que el cambio climático empeorará. Es una alerta global que nos afecta a todos.