El calentamiento global será muy injusto: se cebará en las zonas que más ya están sufriendo estrés hídrico. La inseguridad alimentaria derivada seguirá el mismo camino geográfico, al igual que las enfermedades infecciosas y falta de escolarización. Pero la injusticia no se manifestará sólo entre ricos y pobres, sino entre generaciones: los más jóvenes serán más vulnerables.
¿Son los escolares conscientes de lo difícil que puede resultar acceder al agua en el futuro? Los niños y niñas de nuestro planeta experimentan realidades opuestas en función de dónde viven y, por consiguiente, están sensibilizados y son conscientes de forma muy diferente. En el vídeo A day in the life of a child, ganador de la segunda edición del We Art Water Film Festival en la categoría de Animación, los autores, Miguel y Rocío, muestran el enorme contraste entre la forma de vivir respecto al agua de dos niñas de latitudes lejanas entre sí.
La niña del país en el que llueve no conoce la carestía del agua, es inimaginable para ella no poder acceder a este bien vital. Abre el grifo y se ducha, tiene sed y va al frigorífico. Para la otra niña la falta de acceso al agua es un hecho cotidiano, tiene que andar kilómetros para conseguirla y luego transportarla a su hogar. No conoce un mundo con agua al alcance de la mano.
Para la primera niña, el principal problema que tiene respecto al agua es su contaminación. Le han explicado sus padres y sus maestros que el agua se contamina químicamente. Y ella puede contaminarla al verter al agua productos que son el resultado de lo que consume. Para la segunda niña la contaminación del agua es un problema añadido a su carestía, y en muchos casos esta contaminación es también fecal, debida a la falta de saneamiento.
La niña del país con acceso al agua lucha contra su contaminación manteniendo unas sencillas normas: no tirar productos químicos ni residuos al inodoro, contener el uso de medicamentos, de detergentes, de dentífricos… La niña sin acceso al agua no consume los productos contaminantes de su vecina de continente. Si contamina es porque no tiene el saneamiento adecuado.
La primera niña vive en una sociedad con gestores, controles sanitarios y departamentos de investigación y desarrollo tecnológico para garantizar la salubridad del agua. Para la otra las garantías sanitarias del agua no son siempre fiables. Vive en un entorno con muchas enfermedades infecciosas endémicas debidas a la contaminación química y fecal del agua.
La primera niña nació con una esperanza de vida superior a los 80 años. La de la segunda no llega a los 50.
El cambio climático quizá provoque que las niñas de los países desarrollados tengan menos frío en invierno y más calor en verano. Tendrán menos nieve en sus montañas y quizá sus ciudades costeras se vean afectadas por la subida del nivel del mar. En función de la latitud en la que vivan pueden comenzar a sufrir serios problemas de recursos hídricos, pero sus países dispondrán de fondos y tecnología para obtener agua del mar y para reciclarla.
El cambio climático es una amenaza para la supervivencia de las otras niñas. La poca agua que tienen podrá desaparecer, sus campos se quedarán sin cultivos y sin pastos, y – ya está ocurriendo – tendrán que emigrar con sus padres. Según UNICEF, en la próxima década 175 millones de niños y niñas se verán afectados por la alteración del clima y tendrán que sobrevivir en un entorno con menos recursos hídricos y mayor inseguridad alimentaria. Todos ellos y el 88% de los adolescentes del mundo (de 10 a 19 años) viven en países en desarrollo que son los más vulnerables al incremento de la temperatura, la sequía y los fenómenos meteorológicos violentos.
Agentes de la solución
La primera niña vive en una sociedad que ya hace varios años educa a los escolares en la solidaridad y en el respeto medioambiental. Solidaridad con sus compañeros que viven a miles de km de distancia; respeto con el medio ambiente para salvar el planeta y para que a nadie le falte el agua.
Para los niños y niñas sin agua, la educación es supervivencia; es la única herramienta que los puede empoderar para gestionar su futuro. Tienen que convertirse en agentes del cambio: aprender ciencias naturales, ciencias sociales y humanidades para comprender los principios del desarrollo sostenible, tecnología para acceder al agua, higiene para no enfermar… conocimiento que les dará resiliencia para adaptarse. Y lo que aprendan en la escuela lo transmitirán a sus padres y así crearán una nueva cultura social capaz de prosperar un entorno hostil en el que el agua, que ahora ya les falta, aún escaseará más.
En este vídeo, realizado en el proyecto de la Fundación We Are Water en las escuelas de Bolivia en colaboración con UNICEF, puedes ver cómo con escuelas dignas y educación se logra el objetivo de convertir a los escolares en poderosos agentes sociales del cambio. Los necesitamos así y toda inversión en educación es poca.
UNICEF ha desarrollado el proyecto Escuelas Amigas que incide directamente en este enfoque y considera la educación como la base de todas las acciones. En el documento Educación sobre el cambio climático y el medio ambiente puedes aprender cómo el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia plantea estos objetivos de educación para los escolares de las zonas más amenazadas por el calentamiento global y la falta de agua y saneamiento. El documento es un auténtico manual para afrontar el imprescindible acceso al conocimiento que afecta no sólo a los escolares sino a sus maestros, y obliga a unas instalaciones dignas, capaces y coherentes con los conceptos de sostenibilidad que en ellas se enseñan; conceptos que rigen los proyectos de ayuda a las escuelas de la Fundación We Are Water.