Alrededor de 500 millones de personas viven en los países bañados por el Mediterráneo; de ellos, se calcula que entre 150 y 200 millones habitan en zonas de clima mediterráneo, es decir, regiones templadas caracterizadas por inviernos suaves, veranos calurosos y secos, y primaveras y otoños en los que se concentran las lluvias.
En los últimos años, estas características climáticas se han alterado significativamente, afectando la vida de las comunidades costeras, sus economías y la biodiversidad de sus aguas. Los científicos han redoblado su atención en uno de los mares más afectados por el cambio climático y la acción humana.
Calentamiento acelerado
El Mediterráneo es uno de los mares que más rápidamente se está calentando. Comparte este preocupante liderazgo con los mares boreales, como el de Barents o el de Bering, donde el aumento de la temperatura se manifiesta claramente en la reducción del hielo. En el Mediterráneo, un mar tradicionalmente frecuentado por bañistas, la percepción del aumento térmico es evidente y se ha convertido en tema de conversación en las playas. Esto ha sido especialmente notorio este verano boreal, cuando se han batido todos los récords. Según datos del servicio Copernicus (el Programa de Observación de la Tierra de la Unión Europea), el 15 de agosto la temperatura media de la superficie alcanzó los 28,47 ºC. Copernicus también informó que durante esta primera quincena se estaba registrando el periodo más prolongado con la temperatura media del mar por encima de los 28 ºC.
El calentamiento global no solo afecta a la atmósfera, sino también a las aguas de la Tierra. Los océanos se están calentando, un hecho que se ha convertido en una de las principales preocupaciones de los científicos, ya que ven en este aumento de temperatura uno de los factores más impredecibles de las consecuencias del cambio climático. Uno de ellos, quizás el más alarmante a corto plazo, es la alteración de la dinámica oceánica en el Atlántico Norte, lo que ha hecho saltar las alarmas ante un posible punto de inflexión en el flujo de las corrientes marinas y, en consecuencia, del ciclo atmosférico del agua.
Más sequías, inundaciones y calor, y menos biodiversidad
Las alteraciones climáticas en la zona mediterránea ya se están corroborando estos últimos años. Sequías e incendios forestales en aumento, inundaciones debidas a temporales anómalos, como el del pasado año en Libia, y los que se han desencadenado este pasado agosto el este de la península ibérica, en el archipiélago balear y Sicilia causando decenas de víctimas y estragos en cultivos, viviendas y embarcaciones.
El principal factor desencadenante de los fenómenos violentos es la elevada temperatura del agua del mar que genera en su superficie aire cálido y húmedo que los meteorólogos definen como un “polvorín” que “explota” en cuanto entra en contacto con aire frío proveniente de frentes o gotas frías (DANAs), debido a la gran diferencia térmica entre las diferentes capas de la atmósfera.
Otra consecuencia del calentamiento es el aumento del nivel del mar, que ya se aprecia en muchas playas, y la pérdida de biodiversidad causada por la desoxigenación y la acidificación del agua. En este sentido, el Mediterráneo también ostenta un preocupante liderazgo en la absorción del exceso de carbono atmosférico, principal causa de la acidificación. Las consecuencias sobre la pesca se vienen notando desde hace décadas: menos capturas, desaparición de muchas especies y la aparición de otras invasoras provenientes del Atlántico y del mar Rojo. La sobreexplotación de los recursos pesqueros también ha sido un factor que ha agravado este problema.
Los mares semicerrados, como océanos a escala
El Mediterráneo es un mar ‘semicerrado’. Su única conexión oceánica es el estrecho de Gibraltar, mientras que su otra ‘abertura’ es el canal de Suez, que lo conecta con el mar Rojo. Esta característica acelera su calentamiento y lo hace más vulnerable a los efectos de las actividades humanas contaminantes. Para los científicos, es un océano a ‘escala reducida’, lo que permite concentrar los estudios y ganar tiempo.
Si salvamos los mares pequeños estaremos en la mejor situación para salvar los océanos. Durante las últimas décadas, estos mares semicerrados situados en latitudes cálidas han captado la atención de los programas más importantes de investigación oceanográfica y climática. Los casos del Báltico, el Negro, el Caribe, el Caspio, el golfo Pérsico, el mar Rojo y el golfo de California presentan similitudes muy valiosas para el avance de las investigaciones.
El ciclo del agua bajo vigilancia satelital
La evolución del ciclo atmosférico del agua en relación al calentamiento de estos mares está constantemente monitorizado por varios programas de investigación que usan principalmente datos captados por satélites. En el caso del Mediterráneo, el programa Copernicus, de la Unión Europea, es el que más información está proporcionando a gobiernos e instituciones para alertar a la población de los fenómenos extremos. La Agencia Espacial Europea (ESA) se encarga de su implementación mediante los satélites Sentinel, diseñados específicamente para el monitoreo ambiental y climático. El objetivo prioritario de Copernicus es desarrollar aplicaciones prácticas para la gestión de recursos y emergencias, y proporcionar datos para avanzar en la mitigación del cambio climático y la salvaguarda de la biodiversidad.
La NASA es otra de las instituciones que más están obteniendo datos de los océanos. Sus satélites Landsat, Terra, Aqua y Suomi NPP, operan en colaboración con la National Oceanic and Atmosperic Administration (NOAA) con un enfoque más amplio en la investigación científica y el monitoreo climático a nivel global.
Las conclusiones de estos programas de investigación son vitales para la formulación de políticas de mitigación y adaptación, y sobre todo para conocer con la mayor precisión posible lo que nos espera. Algunos paleontólogos e historiadores sostienen que el calentamiento del Mediterráneo oriental tras la última glaciación propició el surgimiento del neolítico, al favorecer el desarrollo de la agricultura y la ganadería en la zona que luego se convirtió en el Creciente Fértil. Allí nacieron las primeras grandes civilizaciones: Babilonia, Mesopotamia y Persia. ¿Podría el exceso de calentamiento llevarnos a una situación inversa? Los científicos aseguran que aún estamos a tiempo de evitar las peores consecuencias de un mar en ebullición.