Pocas veces nos detenemos a pensar que abrir el grifo y beber un simple vaso de agua conlleva un gasto energético. Sin embargo, el suministro de agua es una industria, sujeta a constantes fluctuaciones económicas en las que el consumo de energía desempeña un papel crucial.
Según la Alliance to Save Energy, el ciclo doméstico e industrial del agua representa entre el 2 % y el 3 % del consumo energético mundial. Si se incluye el suministro agrícola, esta cifra puede alcanzar entre el 4 % y el 5 %.
No existen datos exactos sobre la huella de carbono generada por este consumo energético en el sector del agua y el saneamiento. Los expertos coinciden en que es significativa y comparable a la de otros sectores industriales, variando según la fuente de energía utilizada. Por ejemplo, el uso de la energía solar en la desalación, una tendencia en crecimiento, se está consolidando progresivamente. Asimismo, en las plantas modernas de potabilización (ETAP) y tratamiento de aguas residuales (EDAR), las tecnologías basadas en energías renovables y las estrategias de economía circular están adquiriendo una presencia cada vez mayor.
La energía fotovoltaica aplicada a la desalación y al bombeo en comunidades rurales es clave para mitigar el cambio climático. © Freeimages
¿Cómo lograr el ODS 6 sin aumentar la emisión de gases?
El mundo está en una carrera incierta para reducir los gases de efecto invernadero (GEI) y mitigar el calentamiento global, con el objetivo de mantenerlo por debajo de 1,5 ºC respecto a los niveles preindustriales. Aunque el uso de combustibles fósiles ha comenzado a disminuir, siguen siendo la fuente principal de energía a nivel mundial y, según la Agencia Internacional de la Energía (IEA), en 2022 representaron un 82% del consumo global.
En este contexto, el incremento del estrés hídrico está impulsando la adopción de tecnologías que aumentan el consumo energético. Según estimaciones del Banco Mundial, para 2030 se prevé una brecha del 40% entre la oferta y la demanda mundial de agua, lo que significa que la demanda superará significativamente la disponibilidad hídrica. Este déficit impulsará cada vez más la expansión de la reutilización y la desalación del agua y, en consecuencia, el consumo de energía.
Es importante señalar que aunque la agricultura absorbe un 80 % del agua dulce a nivel mundial, su contribución al consumo energético es menor de lo que cabría esperar. Esto se debe a que el agua para riego requiere menos tratamiento previo y, tras su uso, suele infiltrarse en el subsuelo, retornando al ciclo natural.
Los costos energéticos en el sector agrícola provienen principalmente del bombeo para riego, donde el uso de energías renovables está creciendo. Esta opción es especialmente valiosa en comunidades sin acceso a la red eléctrica o donde la energía convencional resulta demasiado costosa. En nuestro proyecto en India puedes ver como los sistemas de fotoirrigación permiten afrontar esta carencia sin emitir carbono a la atmósfera. También en las pequeñas aldeas nuestra experiencia en la instalación de sistemas de distribución basados en bombas de extracción alimentadas por energía solar configura un sistema autosuficiente y limpio que es una referencia a seguir.
El mundo está en una carrera incierta para reducir los gases de efecto invernadero (GEI) y mitigar el calentamiento global, con el objetivo de mantenerlo por debajo de 1,5 ºC respecto a los niveles preindustriales. © Freepick
La desalación necesita mucha energía, pero cada vez menos
La desalación del agua de mar es una de las soluciones en auge para combatir el estrés hídrico, aunque con un alto consumo energético. En España, por ejemplo, uno de los países industrializados con mayor estrés hídrico, la expansión de la desalación está creciendo especialmente para abastecer el turismo y el riego en zonas costeras, lo que incrementa significativamente la demanda de electricidad.
El proceso de desalación representa entre el 35 % y el 50 % del gasto operativo total de una planta desaladora, debido a su alto consumo energético. Sin embargo, este consumo ha disminuido progresivamente gracias a mejoras tecnológicas que han incrementado la eficiencia del proceso. Según la Asociación Española de Desalación y Reutilización (AEDyR), el consumo energético de una planta desaladora se sitúa en torno a los 3 kWh/m³; es decir, se requieren aproximadamente 0,003 kWh para producir un litro de agua dulce. Para ponerlo en perspectiva, la energía necesaria para suministrar agua potable a una familia de cuatro miembros durante un año equivale al consumo anual de un frigorífico doméstico
Por otra parte, más del 21 % del agua desalada producida en España se destina a la agricultura, y su uso sigue en aumento en las zonas costeras. En este contexto, la inversión en energía solar se vuelve clave para evitar un incremento de las emisiones y reducir la dependencia de la red eléctrica.
El turismo, un sector que enlaza agua y energía
El turismo es un motor económico esperanzador para muchos países emergentes y uno de los principales mecanismos de distribución de la riqueza en el mundo. El sector está amenazado directamente por el cambio climático y debe avanzar con una ordenación adecuada hacia un modelo sostenible que sirva de referencia.
El consumo de agua en el turismo es considerablemente elevado. También España es un claro ejemplo del problema: mientras que un ciudadano medio español consume 127 litros al día, un turista puede consumir entre 450 y 800 litros. Según ONU Turismo, en zonas situadas en el cinturón tropical, este consumo se incrementa aún más y puede llegar a 2.000 litros al día, y en términos hoteleros hasta 3.423 litros diarios por habitación.
El turismo es un motor económico esperanzador para muchos países emergentes y uno de los principales mecanismos de distribución de la riqueza en el mundo. El sector está amenazado directamente por el cambio climático y debe avanzar con una ordenación adecuada hacia un modelo sostenible que sirva de referencia. ©Martijn-vonk /unsplash
Este alto consumo de agua conlleva un gasto energético considerable. En un hotel, las cocinas y lavanderías representan aproximadamente el 10 % y el 5 % del consumo total de energía, respectivamente, mientras que el agua caliente es la segunda mayor fuente de demanda energética, con un 15 % del consumo total.
Las estrategias de eficiencia hídrica y el uso de tecnologías innovadoras pueden generar ahorros sustanciales en agua y electricidad. Un estudio realizado por investigadores británicos y españoles estima que un hotel de unas 100 habitaciones podría reducir su consumo en al menos 227 litros por pernoctación implementando las medidas adecuadas. En un año, esto supondría un ahorro de 16.573 m³ de agua y 209.541 kWh de energía.
Nuestra experiencia corrobora la estrecha relación entre el consumo de agua y electricidad. La temporada turística de 2019, desarrollamos el proyecto Hagamos un trato (Let’s Make a Deal) junto a la cadena hotelera Hilton Grand Vacations con el objetivo de concienciar a clientes y trabajadores sobre la importancia de un uso responsable del agua. Conseguimos un ahorro de 970.000 litros reduciendo tan sólo el lavado de toallas, y 1,02 millones alargando el uso de sábanas.
Esta iniciativa, que actualmente tiene su continuidad con las Walkathons for Water ha demostrado no solo la predisposición de huéspedes y personal para reducir el consumo de agua, sino también su sensibilidad hacia la crisis hídrica en las regiones más vulnerables. Las donaciones de los propios clientes que hemos destinado a nuestros proyectos en India, Tanzania, Guatemala e Indonesia son logros que podían parecer inalcanzables hace pocos años.
Necesitamos más agua y, al mismo tiempo, reducir las emisiones de gases. Son dos objetivos urgentes y profundamente interconectados. En este sentido, la consecución del ODS 6 debe ir de la mano del ODS 7: lograr energía asequible y no contaminante.