En cada uno de los 96 proyectos de ayuda que hemos desarrollado en 38 países, observamos una paradoja hiriente: las mujeres son las más perjudicadas por la falta de acceso al agua y al saneamiento, al tiempo que son clave para que las comunidades puedan lograr este derecho humano fundamental. Estamos ante un círculo vicioso que hay que romper.
El objetivo tangible: agua accesible y letrinas seguras
Podemos simplificar lo que hemos de lograr en todo el planeta: ni una sola mujer debe andar a por agua más allá de 30 minutos ida y vuelta, y todas deben tener acceso directo a una letrina que garantice su salud y privacidad.
Con esto conseguiríamos muchas metas del ODS 6 (Agua y saneamiento) y del ODS 5 (Igualdad de género), pero también estableceríamos la hoja de ruta para lograr significativos avances en casi todo el resto de los ODS, como los relativos al fin de la pobreza, la erradicación del hambre, la educación de calidad, la acción por le clima y, sobre todo, solidez de los acuerdos por la paz.
Queda un largo camino. Según el JMP, además de los más de 102 millones de personas que sólo pueden acceder a las aguas superficiales (arroyos, lagos y charcas), todavía hay 241 millones que beben agua sin ninguna garantía de salubridad, y 206 que para acceder a una fuente segura tienen que desplazarse más de 30 minutos; la mayoría son mujeres y niñas, cargadas con pesados bidones, andando bajo un sol abrasador.
En el mundo se emplean 40.000 millones de horas al año en ir a buscar agua. Son horas perdidas para el trabajo, la escuela, el hogar y la comunidad. Un tiempo malgastado por las mujeres para su desarrollo personal, para su propia salud y la de los suyos, y para sus perspectivas de futuro. Nuestra campaña #NoWalking4Water incide directamente en esta lacra, que está presente en todos los lugares en los que hemos trabajado por proporcionar acceso al agua.
El primer pilar: simultáneamente, un cambio cultural
Por lo que respecta al acceso al saneamiento, las mujeres tienen necesidades específicas de privacidad, seguridad e higiene. Demoler el tabú de la menstruación como estigma es el primer paso en muchas zonas rurales del mundo.
El pasado año finalizamos un proyecto en Malawi que es paradigmático del alcance sociocultural de la higiene menstrual. En este artículo explicamos más en detalle cómo abordamos la higiene y educación menstrual en cuatro escuelas como elemento insustituible de cualquier planteamiento de acceso al agua y al saneamiento. Más allá de agua limpia y letrinas seguras, las escolares necesitan instalaciones dedicadas, la capacitación del profesorado sobre el tema y, sobre todo, acceso asequible a los productos específicos para garantizar su higiene.
Esto comporta cambios culturales y socioeconómicos entre sus compañeros de clase, sus padres y el resto de la comunidad, que son imprescindibles para lograr el saneamiento completo y sostenible.
El cambio cultural respecto a la menstruación también está implícito en el éxito del proyecto de creación de una Unidad de Fabricación de Compresas Sanitarias, en un barrio marginal de Haiderpur, en India, que es un país en el que unos 113 millones de chicas dejan la escuela en la pubertad. En este artículo puedes encontrar una detallada descripción del proyecto y de los beneficios para unas 50 mil mujeres que lograron la disponibilidad de estos productos, además de muchas que encontraron una oportunidad laboral cercana a sus hogares.
El segundo, acabar con la defecación al aire libre: ni una mujer sin letrina segura
En la gran mayor parte de nuestros proyectos de saneamiento, el objetivo prioritario es erradicar la defecación al aire libre, una lacra que afecta a todas las comunidades que la sufren y de la que las mujeres se llevan la peor parte.
En Burkina Faso desarrollamos con UNICEF un proyecto que logró calificar a la provincia burkinesa de Sissili como “libre de la defecación al aire libre” (ODF, del inglés Open Defecation Free). En él, abordamos el método SANTOLIC (Saneamiento Total Liderado por la Comunidad), basado en que los afectados deciden abandonar esta práctica insalubre y construir ellos mismos sus letrinas.
Este proyecto fue también explícito en el establecimiento de la colaboración con el Gobierno para establecer las directrices que van a seguirse en el futuro para extender la ODF a todo el país. En este artículo encontrarás cómo aplicamos el método SANTOLIC en Burkina Faso y aquí la importancia de que las mujeres cuenten con inodoros adecuados y puedan satisfacer sus necesidades cuando su cuerpo lo solicita; lo que es una premisa decisiva para evitar las enfermedades y la desnutrición crónica causadas por un funcionamiento inadecuado del aparato digestivo.
El tercero, garantizar la escolarización
Además de la salud y la seguridad, el gran objetivo ulterior del acceso al agua y al saneamiento es que ni una adolescente abandone sus estudios. En nuestras intervenciones en las escuelas, que han beneficiado directamente a más de 108.000 alumnos, de los que aproximadamente la mitad son niñas y adolescentes, hemos comprobado que disponer de agua potable e inodoros seguros separados por sexos permite a las alumnas privacidad y dignidad. En el más reciente proyecto que hemos finalizado en el estado indio de Rajasthan, los estudiantes, especialmente las chicas, se convierten asimismo en los principales garantes de la sostenibilidad de las instalaciones. Estas mejoras también permiten desarrollar la cultura de la higiene que los propios estudiantes transmiten luego a la comunidad. Es un proceso que llevamos observando y potenciando en todas nuestras intervenciones y que puedes encontrar más detallado en este artículo sobre el proyecto de construcción de un pozo en la escuela Ngubo, en uno de los distritos más pobres de Zimbabwe.
Conocimiento para la mejor gestión de las fuentes de agua: la de las mujeres
Las mujeres representan la mayor fuerza laboral agrícola en los países en desarrollo y producen gran parte de los alimentos del mundo. Las conclusiones del último informe de la FAO proporcionan datos relevantes: las raíces de la pobreza rural se encuentran en el desequilibrio entre lo que las mujeres hacen y lo que tienen. Si las mujeres tuvieran acceso a recursos adecuados, la producción agrícola total en los países en desarrollo podría aumentar en un 2,5 % a 4%, lo que reduciría el número de personas hambrientas en el mundo entre un 12% y un 17%.
La intervención directa de las mujeres en la gestión de los recursos hídricos asegura una ostensible ganancia en eficacia. En el proyecto que actualmente estamos desarrollando en Kwedizinga, en Tanzania, comprobamos como la participación de las mujeres en el conocimiento de los cuerpos de agua de los que se abastece la comunidad permite una mejor gestión de su ciclo geológico y estacional, lo que es básico para la resiliencia de las pequeñas comunidades agrícolas, especialmente para hacer frente al cambio climático.
La gestión del agua suele generar conflictos. Aquí, también las mujeres juegan un papel imprescindible: su entrega al bien común estimula la cooperación y el trabajo en equipo, y genera una mayor apropiación social de los acuerdos logrados. Sólo así se crea la base para que la comunidad crezca con la igualdad y el potencial necesarios para salir de la pobreza y generar resiliencia.
El mundo del agua demuestra que el beneficio de las mujeres es para el mundo. Si aseguramos sus derechos y oportunidades, y fomentamos su liderazgo, proporcionamos a sus hijos y a las sociedades un futuro mejor.