La crisis climática está aumentando la imprevisibilidad de los ciclos hidrológicos, mientras las sequías extremas y las lluvias torrenciales son cada vez más frecuentes. Además, los factores culturales y geopolíticos están alterando tanto las necesidades de acceso al agua como las soluciones para satisfacerlas. Se hace imprescindible una reflexión constante sobre dónde y cómo actuar de manera efectiva.
107 proyectos en 40 países: una perspectiva de experiencia y practicidad
De las conclusiones de los debates de la COP 29 se reafirma la urgente necesidad de acelerar para alcanzar el ODS 6. Según los expertos, dos áreas de trabajo son prioritarias: la capacitación de las comunidades agrícolas más vulnerables para gestionar sus recursos hídricos, y garantizar el acceso al agua, saneamiento e higiene en las escuelas.
Nuestra experiencia nos ha permitido tener una amplia perspectiva de la evolución de las necesidades de prácticamente todas las regiones del mundo en un periodo de notables cambios climáticos y sociales: en 14 años hemos desarrollado 107 proyectos realizados en 40 países, y hemos beneficiado a más de cuatro millones de personas; de cada una de ellas podemos extraer valiosas enseñanzas.
Conocimiento y capacidad de gestión para los pequeños agricultores
Hemos sido testigos de cómo la presión del estrés y la escasez hídrica han golpeado con especial dureza el mundo rural más abandonado. Muchas pequeñas comunidades agrícolas enfrentan crecientes hambrunas que las empujan a migrar a otras zonas o a áreas urbanas, generando serios desequilibrios demográficos y económicos.
Aunque los problemas de acceso al agua en las comunidades rurales tienen muchas características comunes, la evolución del estrés hídrico no se manifiesta de igual forma en cada una de ellas, pero nos subraya lo que es prioritario: profundizar en el conocimiento del ciclo del agua, tanto el climático como el geológico, y proporcionar a las personas la capacidad de gestión de los recursos frente a las sequías.
Este año hemos completado un proyecto en Kwedizinga, una aldea de Tanzania, que consideramos paradigmático. La escasez de lluvias había llevado a 4.000 campesinos al límite de su supervivencia, debido al progresivo deterioro de los dos pequeños estanques de los que obtenían el agua para su uso doméstico, abrevar el ganado y regar sus huertos. Los aldeanos poco sabían de hidrología por lo que la primera acción del proyecto fue fue incluirlos en un estudio freático y enseñarles cómo el ciclo geológico del agua conecta sus estanques con las reservas subterráneas. Luego, su participación activa en la excavación de un pozo y la instalación de un sistema de distribución con una bomba solar reforzó el sentido de apropiación comunitaria de las infraestructuras.
Conocimiento y participación: los fundamentos del éxito
A partir de ahí, formar a la comunidad en la gestión eficiente del acceso mejorado al agua ha sido mucho más efectivo, ya que el ciclo hídrico forma ahora parte integral de sus vidas. Acciones como limpiar periódicamente los estanques y usar el agua de manera racional en el riego se han convertido en prácticas cotidianas que consolidan la imprescindible apropiación de las instalaciones.
Nuestra experiencia en Tanzania está en continuidad con las que, una escala algo mayor, hemos obtenido en India con los pequeños embalses, unas infraestructuras que se están desarrollando actualmente en muchas tierras secas para regenerar los acuíferos, frenar su sobreexplotación, controlar las escorrentías dañinas y proporcionar a los campesinos una fuente de empoderamiento.
Es una evidencia universal que la gestión del conocimiento es condición imprescindible para afrontar un desarrollo territorial equilibrado que frene la lacra de la migración forzada y cree nuevos contextos de cultura del agua y la higiene.
En Centroamérica, México, Brasil, Indonesia y el África Subsahariana hemos reafirmado esta conclusión: conocimiento y capacidad de autogestión son claves para frenar el desequilibrio socioeconómico y medioambiental que que genera un campesinado empobrecido. En 2025 debemos acelerar y acabar con la paradoja del recurso: hay agua suficiente pero falta conocimiento para acceder a ella y gestionarla de manera sostenible.
La educación, la gran necesidad
En nuestras intervenciones en las escuelas hemos constatado cómo la falta endémica de adecuadas instalaciones de agua, saneamiento e higiene es un obstáculo crítico para la escolarización que urge desbloquear. Tenemos que avanzar hacia el más importante activo para el futuro de la humanidad: el ODS 4, la garantía de una educación inclusiva, equitativa y de calidad, la mejor herramienta para la resiliencia y el empoderamiento de las comunidades.
Como siempre hemos defendido, la experiencia escolar debe ser la referencia que los alumnos puedan llevar de vuelta a sus hogares. Para lograr una verdadera cultura de la higiene, las escuelas necesitan instalaciones que incluyan agua potable, letrinas seguras y suficientes espacios para el lavado de manos con jabón y toallas limpias.
En particular, adaptar estas instalaciones a las necesidades de las niñas en edad menstrual es el primer paso para los cambios culturales tanto en sus compañeros como en sus familias y comunidades. El proyecto que completamos recientemente en Malaui nos da un modelo de referencia. Además de proporcionar agua limpia y letrinas seguras, se diseñaron instalaciones específicas con incineradores para la eliminación ecológica de productos menstruales, junto con espacios para lavar y secar prendas íntimas. Estas mejoras se complementaron con la distribución de suministros esenciales, la capacitación del profesorado y el trabajo comunitario para eliminar los tabúes que aún persisten sobre la menstruación.
Este pasado año, hemos profundizado en el desarrollo de laboratorios de gestión de la salud menstrual (MHM, por sus siglas en inglés), cruciales en la desestigmatización de la menstruación y en la mejora de la higiene femenina. Los proyectos implementados en Sriperumbudur y Ranipet, en India han confirmado el impacto positivo de estas iniciativas, convirtiéndose en un modelo a seguir que debemos seguir replicando y ampliando.
Las escuelas en campos de refugiados son otro de los frentes educativos que el mundo debe afrontar con urgencia. Este año, hemos completado la construcción de instalaciones de agua, saneamiento e higiene en la escuela del asentamiento de Rwamwanja en Uganda, donde casi la mitad de la población refugiada está en edad escolar. Para estas familias, la educación de sus hijos es la única esperanza de progreso mientras enfrentan la incertidumbre de un posible regreso a sus hogares.
Compartir conocimiento, lo más rápidamente posible
Vivimos en un mundo en constante transformación, y estos cambios se aceleran. Durante los últimos 14 años, hemos seguido muy de cerca la evolución de la ciencia y de los indicadores provenientes de las Naciones Unidas y de las ONG con las que colaboramos. Nuestra presencia en foros globales, como la World Water Week, la reunión más importante sobre el agua y la Drought Resilience +10 Conference un espacio clave para el debate sobre la resiliencia ante la sequía, nos ha permitido compartir las experiencias de nuestros proyectos e iniciativas de primera línea y aprender de los expertos más destacados.
También hemos estado presentes en las tres últimas conferencias sobre el clima: las COP 27, COP 28 y COP 29. En esta última, en Bakú, hemos hemos participado como socios clave, del Water Pavilion, y comprobado su reafirmación como el agua avanza como prioridad climática. Esta conclusión alentadora también resonó en la COP 16 sobre la biodiversidad.
2025 será el año en el que la COP 30 podría ser la oportunidad definitiva para transformar las acciones climáticas en resultados tangibles a nivel global. Estamos ante un reto implica a prácticamente a todas las actividades humanas y exige respuestas concretas y urgentes.
Es necesario acelerar la acción, y es evidente que lo lograremos si cooperamos. La cooperación es la clave para superar la ignorancia y la inercia frente a las crisis que enfrentamos. En un contexto de complejidad global, la colaboración es el único camino hacia soluciones sostenibles y resilientes.