La crisis de la pandemia ha hecho saltar todas las alarmas sobre el futuro de la Agenda 2030 sintetizada en los 17 ODS. Las perspectivas de que la priorización de la recuperación económica haría abandonar muchos esfuerzos de gobiernos, empresas y representantes de la sociedad civil en el desarrollo de estrategias para conseguir Agenda 2030 tenían fundamento.
Sin embargo, durante las últimas semanas se han sucedido informes de consultoras, bancos e instituciones que han mostrado que el mundo económico ve la oportunidad inesperada que representa la recuperación de la pandemia para cambiar algunos aspectos de la estructura económicade los países industrializados, estimulando las inversiones en la economía verde.
Reacción en plena pandemia
La crisis sanitaria ha truncado momentáneamente muchos avances en el camino hacia los ODS pero no sabemos con exactitud el balance de daños. ¿Adónde nos ha hecho retroceder? Es pronto para saberlo. El aplazamiento de la COP 26 de Glasgow a noviembre de 2021 no fue una buena noticia, pero en la 75ª Asamblea General anual del pasado septiembre, el Secretario General, António Guterres, y el Primer Ministro del Reino Unido, Boris Johnson, anunciaron que serían coanfitriones de un evento mundial histórico que convocará a líderes mundiales el próximo 12 de diciembre para impulsar una acción y ambición climática mucho mayor.
Es una actitud esperanzadora que se corrobora con las informaciones de que, durante este último mes, los países más contaminantes como China y la Unión Europea, así como empresas y autoridades locales alrededor del mundo, han reiterado su compromiso con la acción climática. China se ha comprometido ante la ONU a alcanzar la neutralidad de carbono en 2060. La Comisión Europea, por su parte, ha planteado un aumento de sus objetivos de recorte de emisiones para 2030 y ha fijado la neutralidad climática para mediados de siglo. Europa ha situado la transición verde como uno de los pilares del plan de recuperación, que cuenta con un presupuesto de 750.000 millones de euros. Otro de los grandes emisores de gases, EEUU, está pendiente de las elecciones presidenciales; Joe Biden, en el caso de ganar, se ha comprometido también a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a cero en 2050.
Una oportunidad para los ODS
Es una buena señal para los inversores, el motor financiero necesario para la transición verde, y debe ser una buena señal para el mundo del agua cuyos problemas en relación a la crisis climática son los más tangibles e impactantes para los ciudadanos. Los ODS nacieron en 2015, en un contexto en el que la evidencia de la crisis climática era ya incuestionable para la gran mayoría de los habitantes de la Tierra sensibilizados por fenómenos, como los incendios forestales, las inundaciones y las sequías, que tienen una relación directa con el calentamiento atmosférico fácilmente entendible. Por otra parte, la escasez hídrica, uno de los efectos del cambio climático, es una amenaza que alcanza a los habitantes de los países industrializados. Los problemas de suministro y calidad del agua habidos los últimos años en muchas grandes urbes han concienciado a millones de habitantes del mundo industrializado de la importancia del problema: quedarse sin agua en el grifo tiene un alto poder de sensibilización entre los ciudadanos del mundo económicamente desarrollado. La crisis climática se ha convertido de este modo en un inesperado aliado en comunicación. Por el momento, en plena pandemia, está permitiendo recuperar el necesario consenso entre la sociedad civil para afrontar el enorme reto de alcanzar los ODS en 2030, y muy en especial del ODS 6 que hace referencia al agua y al saneamiento.
A este respecto ONU Agua ha publicado el estado de los indicadores del ODS 6. Los indicadores de este objetivo son 12: Agua potable, saneamiento, higiene, aguas residuales, calidad del agua, eficiencia, estrés hídrico, gestión del agua, agua transfronteriza, ecosistemas, cooperación y participación. Los datos obtenidos en cada uno de estos indicadores son fundamentales para evaluar la evolución del ODS y diseñar estrategias. La mayor parte de estos indicadores muestran datos de 2017, pero hay cuatro que son fundamentales por su influencia en el resto, tanto desde la perspectiva humana como ambiental, cuyos datos no están actualizados, y urge hacerlo.
El indicador sobre la proporción de aguas residuales tratadas de forma segura (6.3.1) no dispone de datos actualizados desde antes de 2015, cuando, según el Banco Mundial, más del 80 % de las aguas residuales generadas en el mundo volvía al ecosistema sin ningún tipo de tratamiento. Este factor, decisivo en la salud de las personas y del medio ambiente, es imprescindible para el resto de los ODS y debe disponer de datos actualizados a la mayor brevedad posible.
La eficiencia en el uso del agua (6.4.1),que define el valor agregado en dólares por volumen de agua extraída en metros cúbicos por una determinada actividad económica, tampoco presenta datos desde 2015. Todos los sectores necesitan la eficiencia en el uso del agua; pero la agricultura, que consume entre el 70 y el 75 % del agua dulce del mundo, es el que más. El ODS 2, acabar con el hambre, depende directamente de la consecución del uso eficiente del agua.
La extensión de los ecosistemasrelacionados con el agua (6.6.1 ) es otro indicador que presenta dificultades de evaluación. En 2016 aún no se disponía de datos para estimar cambios en su extensión y la calidad del agua en ellos. La principal fuente de información sobre este indicador es satelital, un campo de investigación relativamente incipiente pero imprescindible para evaluar el equilibrio ecológico del planeta.
La calidad del agua ambiental (6.3.2) está en relación directa con el anterior indicador, y también los datos son anteriores a 2017. Son datos fisicoquímicos que determinan las propiedades del agua, tanto superficial como subterránea, que la hacen adecuada para los usos humanos.
La esperanza de un cambio de mentalidad
ONU Agua hace un llamamiento a gobiernos y empresas a invertir en la evaluación de estos parámetros, fundamentales para diseñar estrategias con la suficiente antelación a 2030 con el objetivo de lograr el ODS 6, y esta inversión es rentable. Las perspectivas antes de la pandemia no eran halagüeñas, pero es evidente que las personas son más conscientes de la necesidad de proteger el medio ambiente, ya que su deterioro es un enorme problema para la salud y un factor determinante para el futuro de la humanidad.
La crisis económica y sanitaria ha multiplicado los debates, los estudios, y las encuestas de opinión que muestran una mayor concienciación sobre la importancia de la sostenibilidad. Las conclusiones de estos estudios parecen confirmar el cambio de actitud de los gobiernos en su apuesta por la sostenibilidad. El peligro para la supervivencia, incluida la empresarial, está en abandonar la sostenibilidad; ya que ni los trabajadores de las empresas ni sus clientes quieren un mundo insostenible.
Por otra parte, la economía verde demuestra que la sostenibilidad es compatible con la rentabilidad a corto plazo. Paradójicamente, la pandemia de la covid-19 puede ser un acelerador de la transformación de las empresas y la sociedad, los auténticos catalizadores de un cambio que no debe detenerse.