A mediados del siglo XIX, los pescadores peruanos observaron los cambios en las corrientes oceánicas y el aumento de la temperatura del agua del mar que se producían aproximadamente cada cuatro años por Navidad. Por este motivo, asociándolo con la tradición cristiana del nacimiento del “niño” Jesús, lo nombraron “El Niño”. Este fenómeno tenía una segunda fase, la de enfriamiento, que se denominó “La Niña”. El Niño y La Niña despertaron el interés de los meteorólogos y climatólogos, quienes desde entonces han ido acumulando pruebas de la notable influencia de ambos en el clima mundial.
Todo está interrelacionado
En este mapa, podéis ver claramente las diferencias de temperaturas en las aguas del Pacífico tropical que caracterizan El Niño y La Niña.
En 1969, el estudio de El Niño llevó al meteorólogo Jacob Bjerknes a relacionar el calentamiento de la corriente marina con la denominada Oscilación del Sur, un fenómeno consistente en el aumento de la presión atmosférica en el Pacífico occidental y el subsiguiente debilitamiento de los vientos alisios del este. A partir de entonces, ambos fenómenos se denominaron El Niño-Oscilación del Sur (ENOS, o ENSO en inglés, su acepción más utilizada).
El ENSO es un área de estudio que ha ido adquiriendo cada vez más importancia en climatología, sobre todo después de que, en la década de 1970, comenzaran a aplicarse los modelos numéricos de Edward Lorenz. El matemático y meteorólogo estadounidense demostró que todo fenómeno meteorológico está interrelacionado y que pequeñas perturbaciones en la atmósfera pueden cambiar el clima mundial en proporciones enormes a través de los complejos sistemas de circulación atmosférica y oceánica. La famosa frase “el aleteo de una mariposa en Brasil puede producir un tornado en Texas” ilustra este concepto.
Una de las conclusiones más relevantes sobre la influencia del ENSO en el clima mundial se encuentra en el estudio de la Washington State University, publicado en la revista Nature Climate Change, en el que se muestra su correlación con el fenómeno de las sequías simultáneas. Tras cotejar datos históricos, se concluye que el 68% de estas sequías ocurren durante El Niño o La Niña y que, de seguir el calentamiento atmosférico, la combinación de los episodios de ENSO con las sequías simultáneas aumentará un 22%.
¿Qué impactos se han comprobado?
Tras décadas de estudio, los impactos del ENSO en el clima mundial se han ido corroborando. En zonas del cinturón tropical son más evidentes. Allí preocupa especialmente su influencia en las sequías e inundaciones, fenómenos en los que el ENSO suele manifestarse inversamente en función de si es El Niño o La Niña.
Podemos resumirlos así en función de los fenómenos más dañinos:
Sequías
- El Niño agrava las sequías en el Cuerno de África y el sur de África, mientras que La Niña suele predisponer a condiciones más húmedas, lo que puede significar un alivio para estas regiones, unas de las más castigadas por el calentamiento global.
- La Niña aumenta el riesgo de sequías en regiones del Pacífico central y oriental.
Inundaciones
- El Niño aumenta el riesgo de inundaciones en el Pacífico central y oriental (Perú y Ecuador), el sudeste asiático, Australia, el sur de Estados Unidos y la región del Río de la Plata (Argentina y Uruguay).
- La Niña tiende a incrementar las precipitaciones y el riesgo de inundaciones en el noreste de Brasil, el sudeste asiático y el norte de Australia. También en las regiones andinas y pacíficas de Colombia.
En Europa los efectos no se manifiestan de forma tan acusada: los veranos tienen tendencia a ser más frescos durante La Niña en el norte y más cálidos y secos durante El Niño, especialmente en el sur de Europa y el Mediterráneo.
La fase de transición es neutra
En julio pasado, ya se hizo evidente que El Niño había finalizado, pero aún La Niña no se manifestaba. Los climatólogos esperan que, entre septiembre y octubre, las aguas del Pacífico comiencen a enfriarse claramente. En el siguiente mapa se puede ver cómo, en este mes de julio, aún no se había producido ese enfriamiento, y el océano se hallaba en una fase de condiciones neutras, en transición entre los dos fenómenos.
Los científicos y gobiernos están muy atentos a la evolución de esta transición, que es clave para las previsiones climáticas, especialmente para las regiones que más están sufriendo el cambio climático. Por ejemplo, durante el último episodio de El Niño, las previsiones permitieron a los gobiernos africanos tomar medidas que han amortiguado significativamente los impactos.
En los últimos años, el nivel de previsión ha aumentado considerablemente. Aunque aún queda mucho por avanzar, los actuales niveles de exactitud se deben al espectacular desarrollo de las tecnologías de detección. En esta página del Climate Change Institute podéis acceder al registro diario de la temperatura del agua de la Tierra y seguir su evolución en un gráfico interactivo con los datos recogidos por satélites, boyas Argo (una de las cuales lanzamos en el Atlántico Sur durante la Barcelona World Race) y sensores de barcos.
La opinión pública está cada vez más atenta a las alertas meteorológicas. El Niño y La Niña están contribuyendo a globalizar la preocupación por el clima y a divulgar conceptos científicos básicos sobre el ciclo del agua en la Tierra. Este creciente interés y comprensión del público es alentador, ya que una mayor conciencia y preparación son esenciales para enfrentar los desafíos del cambio climático y construir más resiliencia.