“La demolición de presas en Europa es un ataque a la industria agrícola”. Este bulo está circulando recientemente por las redes sociales de la UE, donde los azudes (pequeños muros de reconducción del agua fluvial) más deteriorados o inservibles están siendo derribados. En España, a raíz de la alarmante sequía de estos últimos años, el bulo ha circulado con profusión con una clara intencionalidad política. “Quieren vaciar los pantanos para disminuir el regadío”; “La vida de las ranas es más importante que la de los agricultores” y un largo etcétera de soflamas en contra del ODS 15 (Salvaguarda de los ecosistemas) alertan de un supuesto complot internacional que pretende “paralizar la industria alimentaria y echarle las culpas al cambio climático”.
La realidad es otra, el Dam Removal Progress, publicación que sigue de cerca la eliminación de las barreras fluviales en Europa, ofrece datos contrastados que desmienten los que se propagan en estos mensajes. Los azudes se usan para desviar parte del agua de un río a un canal o acequia; no son presas propiamente dichas, por lo que su demolición no afecta a la capacidad del agua embalsada en una cuenca. El Ministerio de Transición Ecológica y el Reto Demográfico español ha salido al paso afirmando que no se ha demolido ninguna presa con capacidad operativa para suministrar agua, sino que se han eliminado obstáculos de construcción antigua y sin función alguna que se encontraban muy deteriorados. En caso de lluvias torrenciales su rotura puede provocar avenidas muy dañinas, como ya ha sucedido recientemente.
La Agenda 2030 en el punto de mira
En el mundo económicamente desarrollado abundan los ataques contra el ODS 15. En España son ejemplos paradigmáticos las campañas contra los planes de salvaguardar los humedales de Doñana, del mar Menor y de la albufera de Valencia. En todos los casos siempre los datos provenientes de los informes científicos se menosprecian y frecuentemente se desprestigian a las instituciones que los han realizado.
Todo ello se engloba en una tendencia, acelerada desde el Acuerdo de París en la COP 21, cuando los países que más gases emitían parecieron tomarse en serio la lucha contra el cambio climático. El acuerdo llegaba pocos meses después de que la Resolución aprobada por la Asamblea General de la ONU creara la Agenda 2030 con sus 17 ODS.
Intentar demostrar que los ODS responden a una manipulación política ha estado en la base de la mayor parte de los ataques. Estos, que han seguido un proceso en muchos aspectos paralelo al negacionismo climático, se multiplicaron exponencialmente con la pandemia de la covid-19. A caballo de la campaña anti-vacunas, una acción que se enmarcaba contra el ODS 3 (Salud y bienestar), se explicaban falsedades sobre lo que les ocurría a las personas vacunadas al entrar en contacto con las radiaciones de la telefonía móvil 5G. Estas ideas sostenían que el objetivo, oculto tras la Agenda 2030, era despoblar el planeta en base a la eliminación de ancianos e individuos inmunodeprimidos, que fueron los primeros colectivos en vacunarse.
El envenenamiento del agua entró también en el núcleo de las supuestas perversidades de los instigadores de la Agenda 2030, tanto como vector de propagación del coronavirus, al principio de la pandemia, como de vacunación masiva clandestina. Cuando, tras el confinamiento, el tráfico aéreo volvió a la normalidad, la paranoia se amplió con los chemtrails, una teoría que sostiene que las estelas de condensación de vapor de los aviones que volvieron a ser visibles en el cielo, eran en realidad un cóctel de productos químicos para controlar a la población.
Desinformación sobre migración e igualdad de género
El flujo migratorio desde los países más pobres hacia las economías avanzadas también es motivo de campañas alarmistas basadas en bulos que difunden la idea de que la ONU y los “globalistas” incentivan la llegada de migrantes, cuyas tasas de natalidad más altas terminarán por desplazar a la población de los países que los acogen. Se ataca también a la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) cuando recuerda que son especialmente los conflictos y la pobreza los que obligan a las personas a huir de sus hogares en busca de una vida digna y segura.
Aquí las campañas están relacionadas con el negacionismo climático. Por ejemplo, en el caso de la migración desde los países subsaharianos a Europa, se omite que una de las causas de su empobrecimiento son las sequías recurrentes que se están incrementando, lo que “es un invento de la Agenda 2030”.
Un esquema similar siguen las campañas en contra de la igualdad de género promovida por el ODS 5, que alegan busca “la destrucción de la familia”, cuando está claro que este objetivo aboga simplemente por acabar con todas las formas de discriminación contra las mujeres y las niñas que desafortunadamente son evidentes en muchas comunidades de todo el mundo.
Desprestigiar la ciencia climática
El negacionismo del cambio climático, es el que más bulos e informaciones falsas genera. Se resta importancia a las olas de calor, las sequías y las inundaciones con todo tipo de recursos: desde fotos antiguas mostrando termómetros marcando más de 50, sin citar que están a pleno sol, a imágenes de destrozos provocados por las lluvias torrenciales que abundan en las hemerotecas. Se argumenta que “en verano siempre hace calor”, que “siempre ha habido gotas frías” y que el “clima siempre ha cambiado”.
En muchos casos se trata de confundir con verdades obvias como que “el CO2 es necesario para la vida de las plantas”, omitiendo que es el exceso de este gas lo que provoca el efecto invernadero.
El ODS 13 (Acción por el clima) está en el punto de mira. El objetivo del negacionismo climático orquestado, generalmente desde los sectores políticos de extrema derecha, ha sido siempre negar que el calentamiento sea debido a la acción humana, y se propagan las más variadas alternativas como posibles causas: el ciclo de las manchas solares, las erupciones volcánicas, la variación de la órbita de la Luna y un sinfín de teorías, algunas de ellas absurdas. Todos estos fenómenos han sido estudiados por la ciencia y descartados como causas del calentamiento global.
Son precisamente la climatología y la meteorología las ramas de la ciencia más atacadas. Desde los foros negacionistas se fomenta la idea de que es la “ciencia oficial” de la Agenda 2030 la que elabora los estudios del IPCC y se practica con profusión la “falacia de la evidencia incompleta”: entre las pruebas de un hecho, seleccionan solamente las que confirman lo contrario, o bien escogen una “a medida” de lo que se quiere refutar. Son sobre todo los lobbies de los combustibles fósiles, los que hasta ahora más han fomentado así las dudas entre la sociedad civil y los que más han presionado a los gobiernos para retrasar las acciones para la reducción de gases.
Esta corriente de desinformación pasa por alto que entidades científicas desvinculadas de la ONU, como la Universidad de Cornell, hayan publicado varios estudios que concluyen que el 99,9% de los 88.125 artículos científicos revisados por pares (evaluados críticamente por expertos que no forman parte del editorial) coinciden en que el cambio climático es de origen antropogénico.
No todo en las redes sociales
Pocos ODS se salvan de los ataques. Al ODS 11 (Ciudades y comunidades sostenibles), que fomenta la ciudad regenerativa y los planes de reverdecer las zonas urbanas, se le acusa de querer restringir la libertad de los ciudadanos para viajar fuera de sus barrios; y el ODS 4 (Educación de calidad) es visto como un intento de adoctrinamiento en contra del sistema y la cultura occidental.
Vehiculados preferentemente en las redes sociales, algunos de estos bulos han tenido resonancia en los grandes medios de comunicación. Desde algunas altas esferas políticas se han realizado campañas en este sentido. El caso más explícito es el del expresidente de EEUU, Donald Trump, quien siempre ha afirmado que la ONU trata de destruir la la economía de su país mediante la Agenda 2030. El grueso de políticos de extrema derecha y ultranacionalistas secundan estas ideas y las transmiten constantemente en sus canales de las redes sociales y en los medios de comunicación afines a su ideología: “la Agenda 2030 ataca la soberanía de los países, para crear un mando globalizado, con la intención de destruir el sistema”.
La falta de acuerdos convincentes en las COP está provocando crecientes síntomas de desánimo social que crean el terreno abonado para la diseminación de mensajes demagógicos. Éstos aprovechan el contexto de alarma climática para provocar emociones que dejan el terreno abonado a estados de ánimo deprimidos, fomentar el negacionismo y empeorar la convivencia. Gobiernos, científicos, instituciones y medios de comunicación estamos obligados a integrar los aspectos educativos en la información científica, a explicar el porqué de los cambios necesarios para alcanzar los ODS, y mostrar así soluciones basadas en el beneficio colectivo tangible y alcanzable que da la solidaridad.