Cuando, en 2012, Abonnema Jambosco alcanzó en la frontera de Ruanda, el personal de ACNUR lo trasladó con urgencia al hospital de Ngarama, a unos 100 km. Las heridas recibidas cuando huía de su aldea de la región Kivu del Norte, en la República Democrática del Congo, habían dejado su pierna derecha al borde la amputación. Abonnema ingresó en el hospital junto a decenas de otros heridos provenientes de la enésima avalancha migratoria que la violencia armada había provocado en su país.
Los médicos le salvaron la pierna, aunque quedó de por vida ligado a las muletas y con la movilidad notablemente reducida. Con 38 años, había huido con su mujer y sus tres hijos casi adolescentes, y el Gobierno ruandés decidió trasladarlos al cercano campo de Nyabiheke. Le proporcionaron una precaria cabaña de adobe, sin agua corriente ni saneamiento; para usar los baños debía desplazarse a las instalaciones comunitarias. Allí, para defecar, tenía que ponerse de cuclillas sobre la losa de la letrina, una postura que su pierna herida le imposibilitaba.
Hace dos años que Abonnema no precisa ayuda. Un inodoro adaptado a sus necesidades lo han liberado de la penosa necesidad de ayuda para sus necesidades fisiológicas. También puede usar las duchas por sí mismo y cuidar su propia higiene. Es poco, en el contexto penoso de su diáspora, pero suficiente para recuperar parte de su dignidad.
Aquí su testimonio:
El saneamiento precisa adaptación y renovación
El campo de Nyabiheke fue levantado en 2005 específicamente para acoger a los congoleños que huían de la violencia, la mayor parte de sus instalaciones estaban envejecidas e higiénicamente obsoletas. En 2022, finalizamos la construcción de un bloque de 10 letrinas y otro de 10 duchas en Nyabiheke. La vida de Abonnema y otros 500 refugiados de su área en el campo cambió, y el resto de los casi 15.000 habitantes del campo pudieron compartir las instalaciones, y ver así reducida la presión del hacinamiento en el que vivían.
Este objetivo, que forma parte esencial de todos nuestros proyectos, se hace extensivo a todos los colectivos con dificultad para acceder al saneamiento digno. Está entre los escolares marginados, las mujeres que menstrúan y, por supuesto, en los refugiados de los nueve proyectos de ayuda en los que hemos atendido a los que huyen de la violencia y que ascienden a casi 200.000 personas en siete países. Puedes verlos en Uganda, Rwanda, Ucrania, Rumanía, Moldavia, Líbano y Chad.
30 años de desesperanza
Abonnema tiene ahora 51 años. Sus hijos se han educado en Nyabiheke y aspiran a integrarse en la comunidad ruandesa que los ha acogido. No es fácil, pese a los esfuerzos del Gobierno y ACNUR que tratan de administrar lo mejor posible la poca ayuda internacional que reciben.
La violencia al este del antiguo Zaire prácticamente no ha cesado desde finales de la década de 1990, cuando fue el epicentro de la denominada “guerra mundial africana” al intervenir Libia, Sudán, Chad, Burundi, Angola, Zimbabue y Namibia, países que se disputaban concesiones mineras de coltán, preciado mineral para la emergente industria electrónica, motivo por el cual se la denominó también “guerra del coltán”. En 2018, la República Democrática del Congo fue el segundo país después de Etiopía que más desplazados generó: 1,8 millones de personas.
Aunque esta guerra concluyó oficialmente en 2002, sus secuelas permanecen y se ha dado un recrudecimiento de la violencia estos últimos meses. En la extensa zona montañosa nororiental operan actualmente innumerables grupos armados que obedecen a los más dispares intereses económicos, étnicos y geopolíticos.
En la actualidad, ACNUR calcula que este conflicto ha generado casi siete millones de desplazados, una cifra superior a la de Ucrania y sólo superada por la de Sudán, otro de las guerras internas que rara vez ocupan las portadas de los medios de comunicación de los países económicamente ricos.
Tras 12 años en un campo de refugiados, Abonnema Jambosco no pierde la esperanza pese a su discapacidad. Lo peor para su vida y dignidad, y las de los millones de desplazados congoleños, es el olvido de su tragedia.