En general, podemos considerar dos tipos de suelo en los que cae la lluvia: el “natural” y el “artificial”. Los efectos del agua sobre el suelo serán muy distintos en cada caso.
El suelo natural es cualquiera que no haya creado el ser humano. Puede ser un terreno árido, semiárido, húmedo, boscoso, etc. En cada uno de estos suelos el agua seguirá un camino distinto en función de múltiples factores. En los suelos con vegetación, cuanto más densa y gruesa sea la masa vegetal más amortiguará el impacto del agua sobre el terreno; por su parte, las raíces retendrán buena parte del agua dosificando su descenso hacia la capa freática y favoreciendo el filtraje natural de la misma.
El “sellado antropogénico” del suelo artificial
El suelo artificial,es el que hemos generado a base del pavimento de carreteras y calles, aceras, puentes y todo tipo de edificios. Una característica común de estos suelos es que son casi siempre impermeables: no dejan pasar el agua o muy poco; producen lo que urbanistas, geólogos e hidrólogos denominan “sellado antropogénico” (del inglés soil sealing), la imposibilidad de que el agua de lluvia alcance el subsuelo.
En 2015, un estudio satelital de la NASA mostró que casi el 4 % de la superficie de la Tierra está cubierto por una capa urbanizada que ocupaba 4.468.200 km2, más de 7 veces la superficie de la península ibérica. El sellado antropogénico va a más: según el Banco Mundial, en 2050, por lo menos dos de cada tres personas vivirán en ciudades cada vez mayores.
Al impedir que el agua de lluvia penetre en la tierra, el suelo impermeable causa dos efectos inmediatos: la disrupción del flujo de agua a los acuíferos del subsuelo y la alteración de la escorrentía natural. Ambos efectos tienen consecuencias muy diversas en función de las características geológicas y topográficas del terreno sobre el que se asientan, y de las infraestructuras construidas para transportar el agua, como imbornales, alcantarillas, y aliviaderos.
Escorrentías contaminantes
Un caso destacable de las escorrentías urbanas es el de las ciudades mediterráneas, tradicionalmente sometidas a aguaceros violentos capaces de desbordar la capacidad de los sistemas de drenaje. En ciudades como Marsella, Barcelona o Alicante, en el momento de máxima escorrentía por una tormenta, puede llegar a circular por sus alcantarillas 80 ó 100 veces más de aguas pluviales que de residuales. En el caso de desbordamiento, estas aguas se desvían a aliviaderos y de allí van al mar sin ser depuradas.
Las escorrentías desbordadas son una fuente de contaminación. Por término medio, en todo el mundo, más del 80 % de las aguas que expulsan las zonas urbanas e industriales se devuelven al medio con toda su carga contaminante. La impermeabilización del suelo también provoca que se acumulen súbitamente en las aguas de escorrentía un gran número de contaminantes acumulados en el pavimento, como los elastómeros residuales de la fricción del caucho de las ruedas de los automóviles, basuras y sólidos arrastrados. Todos ellos o sobrecargan las estaciones depuradoras (EDAR) o acaban vertidos en ríos, lagos o mares.
Inundaciones y subsidencia
Otra consecuencia de la escorrentía violenta provocada por una mala planificación urbanística son las crecidas de ríos y rieras, que causan nefastas inundaciones. En muchos casos el sellado antropogénico se une a la mala gestión de los cauces de agua, muchas veces convertidos en vertederos ilegales de todo tipo de residuos que bloquean la corriente bajo puentes y en túneles mal dimensionados, lo que extiende la inundación de forma descontrolada.
La peor parte de estos desastres se la llevan los barrios marginales. Según el Banco Mundial, en 2017, el 29 % de la población urbana mundial vivía en tugurios, y en un informe reciente, la institución de las Naciones Unidas explica que 1.470 millones de personas están directamente expuestas a riesgos de inundaciones de más de 0,15 metros de altura por lo menos una vez cada 100 años. Hay una directa relación con la pobreza en esta exposición al riesgo: el 89 % de estas personas vive en países de ingresos bajos y medianos.
En muchos casos, los barrios más pobres, muchos sin pavimentar, son los que reciben las peores consecuencias de la pavimentación de los más ricos. Las inundaciones de Ciudad de México, el pasado junio y en Puerto Príncipe, en mayo, son ejemplos recientes. El número de personas que vive en estos barrios degradados se estima en 828 millones en todo el mundo y se prevé que aumente en seis millones cada año. El problema añadido por estos asentamientos irregulares es que su crecimiento es siempre horizontal, y en terrenos con un alto grado de exposición a las inundaciones.
Otro fenómeno nefasto relacionado con el sellado antropogénico, es la subsidencia – el hundimiento del terreno – por vaciado de los acuíferos. Un 80% de los casos graves de subsidencia están asociados a la extracción excesiva de agua subterránea de acuíferos que no se regeneran a causa del sellado de la capa urbana. El caso de Yakarta es muy conocido, como el de Bombay y Ciudad de México, ciudades que acumulan graves problemas de hundimiento .
Los SUDS: reconducir y aprovechar
El cambio climático amenaza con un incremento de los episodios de lluvia torrencial en las zonas tropicales y subtropicales, por lo que en muchas ciudades se están desarrollando proyectos para paliar sus efectos negativos y al mismo tiempo aprovechar la oportunidad de captar al máximo el inmenso volumen de agua que se pierde.
Muchas ciudades de los países desarrollados están implementando sistemas de drenaje sostenible, conocidos como SUDS (del inglés Sustainable Urban Drainage Systems), que complementan a los sistemas de drenaje convencionales con soluciones basadas en intentar reproducir el comportamiento natural del agua por acción de la gravedad.
Hay muchos modelos de SUDS, que varían en función de las características topográficas, el estado de los sistemas de drenaje y del clima. En las ciudades costeras mediterráneas, en las que los episodios de lluvias torrenciales han causado históricamente muchos daños, se están desarrollando varias iniciativas. En Barcelona, por ejemplo, donde la frecuencia de eventos de lluvias de 50 mm se espera que se incrementen un 15% hacia 2050, hace ya una década que se vienen aplicando SUDS, y el Ayuntamiento tiene el propósito de ampliar su uso en todo el casco urbano.
Estos sistemas comprenden un amplio espectro de soluciones que combinanfactores hidrológicos, medioambientales y urbanísticos. El uso de pavimentos permeables y tecnologías de infiltración tienen como objetivo alimentar los acuíferos; y la captación del agua en depósitos permite utilizarla luego para riego o baldeo de las calles, sin necesidad de energía ni de grandes infraestructuras. Las medidas para controlar, conducir y reciclar el agua recuperada del sellado antropogénico constituyen uno de los ejes del desarrollo de la denominada “ciudad regenerativa”, una de las metas del ODS 11.
La FAO instórecientemente en larecolección de agua de lluvia en las ciudades para fomentar la agricultura urbana y periurbana. Las grandes urbes están dejando sin agua a los agricultores y tendría mucho más sentido si parte de esa agua, captada de las escorrentías, se reutilizara en la agricultura adyacente.
El volumen de agua que se pierde por la escorrentía urbana es enorme. Podemos invertir el problema y utilizar el casco urbano como un gigantesco recolector de agua de lluvia. Si no dejamos pasar el agua, utilicémosla, y cada vez será más necesario hacerlo.