Temporada de huracanes. Mejores pronósticos, menos daños, más solidaridad.

Nuevos modelos de análisis permiten afrontar con mayor prevención la violenta temporada de huracanes y tifones prevista. Las zonas más vulnerables deben beneficiarse de ellas, reducir la devastación y mejorar su resiliencia. El testimonio de nuestros proyectos de ayuda es explícito: las pérdidas son inevitables, pero nada puede contra la fuerza que da el agua compartida.

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Nuevos modelos de análisis permiten afrontar con mayor prevención la violenta temporada de huracanes y tifones prevista. © Vecteezy

Los agricultores del departamento hondureño de El Paraíso están alerta a partir de julio. Para ellos la estación de lluvias que ha comenzado suele traer huracanes, algunos han sido devastadores. Todos recuerdan al Iota y Eta que consecutivamente azotaron la región hace cuatro años. Los ríos desbordados y los deslizamientos de tierras destruyeron los cultivos de cereal, el plátano, la papaya y la malanga. La devastación alcanzó los sistemas de suministro de agua dejando desabastecidas a las pequeñas comunidades.

En la comunidad de Guayabillas, pudimos comprobarlo. Restauramos el sistema de agua, que presentaba serias deficiencias por su antigüedad, y ayudamos a los campesinos a planificar la resiliencia de las pequeñas cuencas hidrográficas expuestas a las inundaciones. También rehabilitamos el saneamiento y las instalaciones de higiene destruidas en en el centro educativo y así cortamos así de raíz la peligrosa transmisión de enfermedades bacterianas que prosiguen siempre a este tipo de desastres.

En el epicentro de la migración centroamericana, Honduras afronta un futuro comprometido por la inestabilidad política, la violencia y la crisis climática. El azote de los huracanes, cuya temporada se extiende de junio a noviembre, es un freno a su desarrollo.

En el Pacífico, a los huracanes se les llama tifones. La catástrofe provocada en Filipinas por el tifón Haiyan, en noviembre de 2013, fue aún más devastadora. Los vientos de 235 km por hora arrasaron las construcciones más frágiles de las provincias de Samar y Leyte, en las Bisayas Orientales. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) lo tiene registrado aún como el tifón más fuerte que jamás haya tocado tierra.

En este video, que resume nuestra intervención de emergencia puedes ver la devastación creada y lo que más se necesita con urgencia en estos desastres: un simple bidón para almacenar y potabilizar agua salva muchas vidas.

Los agricultores del departamento hondureño de El Paraíso están alerta a partir de julio. Para ellos la estación de lluvias que ha comenzado suele traer huracanes, algunos han sido devastadores. Todos recuerdan al Iota y Eta que consecutivamente azotaron la región hace cuatro años. Los ríos desbordados y los deslizamientos de tierras destruyeron los cultivos de cereal, el plátano, la papaya y la malanga. La devastación alcanzó los sistemas de suministro de agua dejando desabastecidas a las pequeñas comunidades.

En la comunidad de Guayabillas, pudimos comprobarlo. Restauramos el sistema de agua, que presentaba serias deficiencias por su antigüedad, y ayudamos a los campesinos a planificar la resiliencia de las pequeñas cuencas hidrográficas expuestas a las inundaciones. También rehabilitamos el saneamiento y las instalaciones de higiene destruidas en en el centro educativo y así cortamos así de raíz la peligrosa transmisión de enfermedades bacterianas que prosiguen siempre a este tipo de desastres.

En el epicentro de la migración centroamericana, Honduras afronta un futuro comprometido por la inestabilidad política, la violencia y la crisis climática. El azote de los huracanes, cuya temporada se extiende de junio a noviembre, es un freno a su desarrollo.

En el Pacífico, a los huracanes se les llama tifones. La catástrofe provocada en Filipinas por el tifón Haiyan, en noviembre de 2013, fue aún más devastadora. Los vientos de 235 km por hora arrasaron las construcciones más frágiles de las provincias de Samar y Leyte, en las Bisayas Orientales. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) lo tiene registrado aún como el tifón más fuerte que jamás haya tocado tierra.

En este video, que resume nuestra intervención de emergencia puedes ver la devastación creada y lo que más se necesita con urgencia en estos desastres: un simple bidón para almacenar y potabilizar agua salva muchas vidas.

Sí, la resiliencia empieza con un bidón, pero inmediatamente debe empezar la reconstrucción, restituir el acceso al agua y, sobretodo, reparar los sistemas de saneamiento dañados que son los principales focos de infección de cólera y otras enfermedades diarreicas.

Aquí puedes ver el resultado de nuestra intervención en Leyte, donde conseguimos recuperar el suministro de agua y la higiene para 900 familias en una de las zonas más pobres y castigadas.

Las previsiones para este año son preocupantes

La temporada de ciclones (huracanes en el Atlántico y tifones en el Pacífico) se extiende habitualmente entre junio y noviembre. Este año, los meteorólogos auguran una de las temporadas más violentas de los últimos años. Todo Centroamérica, México, el Caribe, el sur de Estados Unidos y Filipinas están expuestos a un fenómeno que va a más a mediad que avanza el cambio climático.

Los pronósticos del National Hurricane Center (NHC) de la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) estadounidense, el organismo que es el referente mundial en la prevención de ciclones en el Atlántico Norte, auguran una actividad superior a lo normal debido a una confluencia de factores:

  1. Las temperaturas excepcionalmente altas de las aguas del Atlántico.
  2. La finalización del fenómeno de El Niño y el comienzo de La Niña en el Pacífico.
  3. La reducción de los alisios del Atlántico y una menor cizalladura del viento (la diferencia en la velocidad del viento o su dirección entre dos puntos en la atmósfera terrestre).

En cuento a los tifones, la Japan Meteorological Agency, la referencia en el Pacífico occidental, ha emitido pronósticos similares.

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La catástrofe provocada en Filipinas por el tifón Haiyan, en noviembre de 2013, fue devastadora. Los vientos de 235 km por hora arrasaron las construcciones más frágiles de las provincias de Samar y Leyte, en las Bisayas Orientales. © mansunides

Buenas noticias: mejores alertas y herramientas de análisis

El pronóstico temprano salva vidas y la NOAA ha anunciado para esta temporada mejoras en sus sistema de alertas. El NHC ampliará la disponibilidad de sus productos en español, incluyendo todos los avisos y los debates científicos sobre ciclones tropicales y mensajes clave en la cuenca del Atlántico Norte, y hará especial hincapié en el Caribe y Centroamérica, las zonas cuyos habitantes más pobres sufren siempre las peores consecuencias. Además, este año, las actualizaciones de las alertas no deberán esperar seis horas como hasta ahora, y se emitirán en cuanto haya cambios significativos.

Estadísticamente, el pico el pico de la temporada de huracanes suele situarse alrededor del 10 de septiembre. Este año, a partir del 15 de agosto, el NHC comenzará a emitir una versión experimental del gráfico del cono de pronóstico que incluye una representación de las alertas y advertencias de tormentas tropicales y huracanes. Es una versión experimental, inicialmente disponible para las zonas continentales de EEUU, pero el NHC espera que se convierta en una herramienta clave para la predicción general en el futuro.

También se han desarrollado nuevos modelos de pronóstico. La novedad más significativa es la nueva generación de mapas de las inundaciones, que son el factor que, además del viento, causa más daños.

Recuperar el acceso al agua, el fundamento de la resiliencia

No se entrevé a corto plazo que podamos evitar los daños de la violencia meteorológica. La destrucción es ineludible, pero podemos hacer mucho para reducirla y, sobretodo, podemos hacer mucho más para ayudar a la resiliencia.

Nuestra experiencia demuestra que, tras una catástrofe humanitaria o la mera pérdida de bienes, la solidaridad emerge con más fuerza en las comunidades afectadas. Y uno de los más efectivos elementos de unión es la recuperación del acceso al agua. Es una lección que aprendemos de estos desastres: los bienes se pierden, pero nada puede contra la solidaridad.