Espina dorsal de Sudamérica, la cordillera de los Andes, es la más larga de la Tierra. A lo largo de sus 8.000 km, de Colombia a Tierra de Fuego, se alzan 17 cumbres que sobrepasan los 6.000 metros y descienden 722 glaciares. Es un espectacular eje geográfico que ha determinado la historia, la cultura y el clima del continente que alberga las más caudalosas cuencas hidrográficas y unas de las mayores reservas hídricas del planeta.
Al este de la cordillera, sólo los ríos Amazonas, Orinoco y Paraná escurren el 33 % del agua disponible en la Tierra, mientras que los hielos del sur de Argentina y Chile representan una de las reservas sólidas más importantes de agua dulce en el mundo.
Sin embargo, la repartición de estos recursos no es regular. Como ocurre en la mayor parte de la Tierra, debido a las diferentes zonas climáticas y las características orográficas, existen en Sudamérica enormes desigualdades en la riqueza hídrica; la selva amazónica y el desierto de Atacama muestran con claridad esta polaridad.
La gestión de estos extremos hídricos es uno de los mayores retos que tienen los países sudamericanos para afrontar con éxito el desarrollo sostenible de su enorme potencial agrícola, y éste es clave para la seguridad alimentaria de la humanidad.
La asimetría peruana, la gran referencia
Perú, que se extiende al este y al oeste de los denominados Andes Centrales del Norte, es un buen ejemplo de esta disparidad: ocupa sólo el 0,84 % de la superficie continental del planeta, sin embargo, contiene casi el 5 % del volumen de agua dulce superficial del mundo; pero la distribución geográfica de su población no se ajusta de forma equilibrada a la disponibilidad hídrica, que es de 7.000 m3 por habitante y año. Es una asimetría que se da en muchos países en los que la urbanización ha avanzado de forma desequilibrada, como por ejemplo México, Brasil, Sudáfrica e India, donde la población se concentra en zonas con recursos hídricos insuficientes para satisfacer la demanda.
En Perú se distinguen claramente tres zonas muy diferenciadas:
1. La región costera, de 136.232,85 km² (un 10,6 % de la superficie), muy seca y mayormente semiárida. En 2017, 18 millones de peruanos, casi el 60 %, vivían en la costa del océano Pacífico, en la que apenas cuentan con el 1,8 % de la disponibilidad hídrica de todo el país. La población en esta zona está en claro ascenso durante las últimas décadas.
2. La región andina, de 404.842,91 km² (31,5 % de la superficie).Allí se concentra cerca del 70 % de los glaciares tropicales del mundo. Un 28 %, 9 millones, vive en sus valles de abundancia de agua. La población de esta zona montañosa está en descenso.
3. La región amazónica, de 754.139,84 km² (57,9 % de la superficie). Zona selvática con abundantes precipitaciones en la que vive el 14 % de los peruanos, 4,5 millones, con un crecimiento demográfico estable las últimas décadas.
Millones de hectáreas para recuperar
Los valles de la región andina de Perú atesoran un legado cultural que se remonta milenios y cuya recuperación es un factor clave para lograr un crecimiento sostenible. Éste puede ser ejemplar para extensas zonas de Sudamérica y del resto del mundo. Es la cultura inca, que así mismo bebió de otras culturas anteriores que atesoraron un profundo conocimiento de la naturaleza y unas técnicas de gestión natural del agua de gran eficiencia. En la actualidad estas técnicas son un modelo de sostenibilidad a seguir para recuperar el enorme potencial de cultivos que aún no está aprovechado.
Ronald Ancajima, uno de los más reconocidos especialistas en Planificación y Gestión de Recursos Hídricos, e investigador de la Hidráulica Inca, lo sabe bien. Lleva décadas liderando procesos de planificación y gestión de recursos hídricos en Perú e investiga la sabiduría ancestral inca en el manejo del agua y el territorio. A través de la plataforma Gestión Sostenible del Agua (GSAGUA), Ancajima ve en la recuperación de las técnicas agrícolas ancestrales y de la hidráulica inca un modelo de desarrollo sostenible y de adecuación al cambio climático. En Liquid Talks conversamos con él y nos explicó el objetivo soñado de su trabajo y su visión del reto peruano.
Ancajima sueña con que los millones de hectáreas de andenes que salpican los valles centrales de Perú vuelvan a producir lo que hace miles de años cultivaban sus ancestros. Los andenes de las regiones de Huancavelica, Ayacucho y Apurimac, por ejemplo, son bancales o terrazas que escalonan las laderas de los montes. La mayor parte de ellos fueron creados por los pobladores incas y preincas de la cordillera andina y componen un sistema integrado de gestión del agua para los cultivos muy eficiente. Algunos se están deteriorando, aunque muchos se están utilizando pero no con la visión general de respeto a la naturaleza que tuvieron sus creadores. “Tenemos que recuperarlos – afirma Ancajima – y que vuelvan a ser productivos. Es un legado vivo muy importante que nos puede ayudar mucho para afrontar el enorme reto medioambiental y alimentario que tiene Perú y el mundo”.
Según el ingeniero peruano, la pandemia de la COVID-19 puede abrir una puerta a la concienciación en la necesidad de recuperar este modelo de agricultura artesanal. En la zona central del Perú, Roland señala que existen más de siete millones de hectáreas de andenes pera la mayor parte desaprovechados: “Sólo usamos 2,5 millones de hectáreas, y con eso vivimos y exportamos. Pero en todo el país tenemos cerca de 5 millones sin usar por falta de agua e infraestructuras. Si aprovechamos estos cultivos Perú podría ser la despensa del mundo en alimentos”.
Faltan infraestructuras en una región con alta disponibilidad de agua. Es parte del reto que afronta Perú, como la mayor parte de los países latinoamericanos y de muchos del resto del mundo. Ancajima señala el modelo de la hidráulica inca, sobre la que imparte cursos en la Universidad Nacional Agraria La Molina (UNALM), como una referencia para lograr la sostenibilidad y la eficiencia.
Pachamama y Yakumama, un legado para afrontar un futuro incierto
El experto aboga por desarrollar la base de la sostenibilidad mediante el equilibrio de tres factores que forman un triángulo fundamental: lo social, lo económico y lo ambiental, y la cultura debería ser su aglutinante. “Para poder afrontar con eficiencia la gestión integrada de los recursos hídricos este triángulo debe ser sostenible – afirma Ancajima – y para ello debemos integrarlo en una cultura de valores y principios que deben recuperarse; como el acercamiento a la naturaleza y la cultura viva de los pueblos. Forman parte de un bien común, y tenemos que ser conscientes de que el bien común tiene que ser norma de vida. Si lo pusiéramos en práctica no tendríamos los problemas que tenemos”.
La delicadeza de la cultura ancestral del agua contrasta con las prácticas extractivas que diezman los acuíferos para regar terrenos mal planificados y basados en el monocultivo. El ingeniero señala: “Nuestros antepasados no ‘gestionaron recursos’, ellos ‘criaron’ el agua, el suelo, los cultivos, y adoptaron el bien común en cada una de sus obras. Tuvieron una gran fortaleza que ahora no tenemos: la cosmovisión, una forma de ver la vida que se reflejaba en el respeto a la naturaleza, a la veneración de los astros, del agua y el suelo”.
Desde Caral (3.000 a.C.) hasta Machu Picchu (aproximadamente 1.450 d.C.), Perú registra una cultura ancestral de unos 5.000 años de armonía con la naturaleza. El vínculo con la tierra que representan los mitos de Pachamama (Madre Naturaleza) y Yacumama (Madre del Agua) permitió crear estructuras hidráulicas mínimamente agresivas que después de 600 años todavía funcionan. Ancajima coincide con las bases de la economía verde en que esta forma de entender el mundodebe recuperase para afrontar un futuro en el que Perú puede ser un ejemplo para un mundo sediento.
Es un gran reto pues en el camino se encuentran aspectos normativos, institucionales y de gestión que hay que movilizar. Perú, como la mayor parte de los países de Latinoamérica, necesita de un plan de análisis de intervención en las cuencas y de inversión en la mejora del suministro. La gobernanza tiene un largo trecho que avanzar para mantener el justo equilibrio entre lo público y lo privado, y lograr involucrar a los ciudadanos en los proyectos. “La gobernanza adecuada debe construirse ya que los políticos son los que menos comprenden esta situación. Hay que establecer normas justas y sobre todo incorporar a la sociedad. Bien informados, los ciudadanos se conciencian y empoderan afirmando ‘este es mi proyecto, esta es mi visión’; se crea así una cultura que impregna a la gobernanza. Si esto se da, lo podremos lograr”, afirma Ancajima.
Ante la vulnerabilidad climática
A los problemas de distribución de los recursos hídricos se suman en Perú a la vulnerabilidad climática frente al calentamiento global. Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), Perú es el tercer país en el mundo más afectado por el calentamiento global. Esto se evidenciaen el retroceso de los hielos permanentes de las montañas, que se redujo en alrededor de un tercio entre los años 1970 y 2006, y sigue descendiendo. En especial, la Cordillera Blanca, que es la cadena montañosa tropical nevada más extensa, con 17 cumbres que sobrepasan los 6.000 metros, ha sido testigo de un importante descenso de su cubierta de hielo durante todo el siglo XX, y que ha sufrido una caída del 15 % desde la década de 1970. El descenso de la pluviosidad y la alteración de las estaciones también se hacen notar en las tres regiones climáticas del país.
El retorno a las soluciones basadas en la naturaleza como las que se gestan en Perú son también la base para afrontar la adaptación al nuevo clima y lograr la máxima mitigación de los daños que el calentamiento de la atmósfera pueda causar. El éxito del Perú atañe a todo el planeta y de él todos podemos aprender.